Se nos ha ido Alvite, después de una dura enfermedad, a tocar acaso el arpa con el arcángel San Gabriel, que diría en tono humorístico un cuate azteca. Me quedo, por tanto, con su sentido del humor y su sinceridad conmovedora, con su grandeza literaria.
Me apena no haberlo conocido, aunque mantuviera contacto ‘online’ con él y hasta me dijera que podríamos vernos en su Santiago del alma, la Compostela donde nació y donde quiso morir, tal como me escribiera en un correo, que ahora, al releerlo, me estremece. Es este un momento de tristeza para el periodismo y la literatura, porque Alvite –al que leía con devoción, en ‘La Voz de Galicia’ o ‘El Faro de Vigo’, y últimamente en ‘La Razón’, aparte de lo que él colgaba en su muro del Facebook–, era un experto francotirador al blanco sucio de los instintos y falsas conciencias.
Su estilo, entre el realismo más crudo y el surrealismo más lírico, lo emparenta con Artaud, el autor de ‘Para acabar con el juicio de Dios’. Ahí quedarán para siempre sus historias del Savoy, los cuentos titulados ‘Almas del nueve largo’ así como ‘Áspero y sentimental’. Recuerdo, entre otros muchos, un artículo suyo sobre el integrismo islámico, ‘Cabeza sin rostro’, que me devuelve de un modo inevitable a la barbarie cometida contra ‘Charlie Hebdo’.
Contaba el autor gallego que hay en la intolerancia del integrismo islámico una obvia evidencia de que sus promotores carecen de sentido del humor. Y éste, que sin duda es signo de inteligencia, al menos emocional, no está bien visto ni acá ni allá, porque con el humor se pueden dar excelentes pases toreros además de manejar con tino la dialéctica. Al final es lo único que nos queda (aparte de los afectos, del amor) en este mundo esclavizado no sólo a una religión, sino a varias, a trabajos alienantes y mal pagados, a hipotecas, a enfermedades, a despidos, a desempleos, a quedar en la calle, al sereno congelado de la miseria, al miedo ancestral, en definitiva, que emplea el poder imperante, a todo aquello que procura incertidumbre y causa infelicidad. Un problema que no sólo atañe al integrismo islámico sino a la Iglesia católica en sus oscuros días de intransigencia y hoguera. En el fondo, la Iglesia católica, con sus dogmas y sus inquisitoriales actuaciones, no está tan alejada del integrismo musulmán. Y las mujeres en nuestro país (velamen incluido, otrora) siguen atadas a la pata de la cama (más de 50 mujeres asesinadas el pasado año) al igual que lo están las musulmanas. Algo que no sólo tiene que ver con las religiones.
Un último abrazo, querido hermano gallego.
Alvite, grande de las letras
21/01/2015
Actualizado a
18/09/2019
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