24/12/2014
 Actualizado a 19/09/2019
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Asprona-León, que es una organización sin ánimo de lucro dedicada en cuerpo y alma a la discapacidad intelectual, cumple ahora medio siglo de existencia. Y se alegra uno de que durante todos estos años, gracias a su equipo de profesionales, haya podido desarrollar esta extraordinaria labor, avalada además por varios reconocimientos, entre otros el Legio de Oro Honorífico o el Premio al Desarrollo Social y los Valores Humanos. En realidad, se merece estos y muchos más galardones porque este tipo de asociaciones (ésta en concreto), contribuyen a que podamos vivir en un mundo mejor, a que todos aquellos y todas aquellas, que se encuentran en situación de dependencia o de exclusión social, con especial atención al colectivo de discapacidad intelectual y del desarrollo, tengan la posibilidad real de insertarse en la sociedad, en el mercado laboral y disfruten de una vida plena.Algo que en otras épocas (y aún hoy en día en otros países, incluso desarrollados) resulta insólito. Por fortuna, en determinados lugares, como ocurre en León con esta asociación, los discapacitados y discapacitadas intelectuales cuentan con este apoyo. Confieso que siempre me he sentido cercano a quienes necesitan ayuda: los débiles, los sin techo, los desahuciados, los desheredados, a quienes no tienen voz, en definitiva, en un mundo selvático y caníbal que devora a los indefensos. Algo que forma parte de nuestra evolución/involución como especie humana, demasiado animal, por cierto. Por eso, me resulta encomiable que una Asociación como Asprona respalde a quienes lo necesitan de verdad, procurándoles lo imprescindible para poder vivir y aun sobrevivir como se merecen.

Aparte de mi implicación con estas nobles causas, que en verdad me lo parecen y mucho, conozco la existencia de esta asociación desde que era un rapaz porque José Blanco, su gerente, es amigo de mi familia, y por ende amigo mío, lo cual me enorgullece, que una persona como él, un luchador nato, con una potente vena humanitaria y una excelente formación, haya logrado que Asprona sea hoy lo que es.

Recién licenciado, estuve a punto de colaborar con esta Asociación, lo cual hubiera sido sin duda una buena experiencia, mas los hados me llevaron, siempre por iniciativa propia, hacia el país galo, donde acabaría –primero a través de una beca Erasmus y posteriormente mediante una beca Comett (Leonardo Da Vinci)–, poniendo en práctica mis conocimientos al servicio de gente con determinados trastornos psíquicos en el centro Bachelard de La Chartreuse en Dijon.
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