22/02/2023
 Actualizado a 22/02/2023
Guardar
Hoy tengo tiempo por delante, hoy le he dado esquinazo a las prisas diarias. Queda tiempo, en lugar de adormecerlo en casa, salgo a la calle para darle vida. Hoy no voy corriendo, camino con el placer de saber que llevo un libro en la mochila. Tengo tiempo para elegir el camino largo y las aceras soleadas. Llego con mucho tiempo todavía. El banco está vacío. Ya nadie se sienta en ese banco por temor a que una cotorra desconsiderada le ensucie el pelo o el vestido. Yo me siento a leer. No hay delicia sin riesgo.

De pronto, una algarabía al otro lado me saca de los versos. Me levantó y cuelo la mirada por el hueco que me deja la forja de la puerta de entrada. Van saliendo con el orden de una fila que al instante se deshace y corren de un lado para otro como los electrones salidos de sus órbitas. El patio del colegio se llena de niños. Eso es lo que creo estar viendo, pero me engañan los ojos que, acostumbrados a ver, ya no saben ver, descubrir qué es más allá de la mera apariencia. Por suerte, hoy, sin prisas –las prisas son como las anteojeras que se ponen a los burros– se hace el milagro que profetizó León Felipe: «Luz, cuando mis lágrimas te alcancen, la misión de mis ojos ya no será llorar sino ver». Y veo, por el hueco que me deja la forja de la puerta de entrada del colegio. Se hace el milagro y veo medusas, pulpos, calamares, tiburones, algas, también un pez payaso, un pez globo, una foca, una tortuga, caballitos de mar, estrellas de mar. Se hace el milagro y el patio del colegio es en realidad un mar en el que flotan, ríen, juegan todos estos seres marinos.

Es carnaval, pero los niños no piensan que van disfrazados, no, todavía conservan esa autenticidad innata, esa verdad con la que nacemos y de la que luego nos despojan, los niños todavía pueden ser lo que quieran. Y hoy son medusas, pulpos, calamares, tiburones, algas, caballitos de mar… Qué distinto su carnaval del nuestro, del de los adultos, que es sumar engaño a la hipocresía, ponernos máscara sobre la máscara de todos los días, dar de gotelé a la pared pintada ya.

Ellos se van. Desaparece el mar. Vuelvo al banco sin miedo a que me cague un pájaro encima. Pienso en otro carnaval posible: quitarnos la máscara, al menos por un día, salir a la calle siendo quienes somos, sin disfraz.

Y la semana que viene, hablaremos de León.
Lo más leído