Este domingo en Villaquilambre, tierra propicia a estos ritos (¿quién me niega que Felipe León luchaba para impresionar a las mozas?) se repitió la historia en loque los viejos del lugar llamaban «la conjura del escabeche» (producto que siempre se ofrece en este corro y en ninguno más) puesta en marcha con la rebelión de los niños, con nombre y apellido: Tomasuco González y Rubo Fierro, que firmaron un corro redondo y mandaron al tren de Feve, que allí pasa, a Clemente El Junco y La Roca Moisés, casi nada. «A ver si este año puede ser», decía Rubo, que defiende con orgullo el poder de Valdorria, deshabitado pero no abandonado.
Empecemos por el niño Tomasuco, el que empezó a dar guerra y ganar con 16 años, el nieto de Uco el de La Vecilla. Derrotó a Clemente en las fases previas, sin contemplaciones, con dos medias y una entera recibiendo sólo una. Tras la última caída tuvo uno de los pocos gestos de alegría que le hemos visto. Apretó el puño y miró hacia la tercera fila del graderío donde otra niña, de ojos que se ven en la noche, sonrío y agachó la cabeza. Después Tomás le envió una pulsera, tal vez un amuleto, que ella se cambió de una mano a la otra nerviosa. Feliz. Pero no se había acabado el camino ahí, en la siguiente ronda estaba Rodri, que nada pudo hacer, ni media. «Una para cada lado y al tren de Cistierna», bromeaba el derrotado, que esde los que nunca tiene un mal gesto.
En la final le esperaba, a Tomasuco, un Sansón Cabero que no hace falta explicar las ganas que tiene de ganar pero... ayer había rebelión de los niños. Como a Rodri. Una para cada lado y un remate final de sobaquillo que firmaría el mejor Clemente. En el aire, cuando lo levantó Sansón, ya se atrevió a señalar con el dedo a la niña de los ojos azules del tercer graderío. Ella no sabía para donde mirar, a su alrededorle decían cosas y ella agachaba la cabeza, como no queriendo reconocer la culpa que sí tiene. Y lo sabe.
‘El Rubo’ que la grada sueña
Volvemos hacia atrás. De nuevo estaba allí Moisés, el que impresionó en Villafañe, cerca de su Santa Olaja materna. Un aficionado, Santamarta, dibujaba negra la situación a sus rivales: «Si vais contra la Roca os desguazáis, si esperáis a La Roca os desguaza». El corro le daba la razón pues Moisés se deshizo de Diego Arce y Víctor Llamazares. Rubo sonreía con su cara de más niño de lo que es. Algo tramaba, la conjura del escabeche. Y se vieron en la final. Se adelantó Rubo con caída y media pero respondió Moisés con un tranque que dejaba las espadas en todo lo alto. Pero el de Valdorria no se amilanó y se mostró como esperan los aficionados que le vieron ganar en Boñar cuando era casi un niño. Y luchó, como un paisano y miró hacia otra fila del graderío y otra niña se puso roja, como se puso nerviosa cuando el campeón le daba un casto beso cuando caminaban hacia el coche y él le contaba sus sueños: «A ver si este año». Puede ser y la niña rubia tendrá más culpa de la que ella cree. Y el recuerdo del abuelo Amado, el de Valdorria.
Otra cosa, Rubo tuvo el detalle de decirles a los árbitros que una suelta era suya cuando había dudas. Así es. Así ganó el año pasado en Trofeo Chuchi.
Tomasuco tuvo que dejar en el camino a Clemente, a Rodri y a Sansón en la final; Rubo se las vio con Moisés En las otras dos categorías no hubo ayer rebelión, pero casi, y los veteranos se agarraron al tapín, como se vio en el Ibán-Oblanca, que acabó en empate, los dos tenían ganas de poner orden. Pasó Ibán, que ya había derrotado a Dani del Blanco y después pasó en semifinales pues Mario del Blanco estaba lesionado y reconocía: «Si me llega a tocar otro igual lo intento, pero con Ibán».
La casi rebelión vino de la mano del otro finalista, el otro Fierro, el de Cerulleda, Adrián. Nada pudo hacer, mejor, nada le dejó hacer pero se intuía la conjura del escabeche.
Quien sacó a relucir su condición de militar y abortó todas las conjuras y rebeliones fue Abel Isaí Cabero. No recibió ni media caída ante Álvaro Quiñones, un Aitor que le está sentando bien pesados y un Jesús Quiñones que se metió en la final derrotando a un Roberto R. Bulnes que juraba en arameo.
Para que todo quedara claro Caberín resolvió la final en 14 segundos y dejó en el recuerdo una dedilla que hubiera firmado el mismísimo Guerrero.
‘Moralina’, la gemela Edi y ‘La Divina’, primeras líderes de la temporada femenina
Arrancó la Liga Femenina en Villaquilambre y lo hizo con el andancio de la siesta y la pequeña decepción de ver que en la primera de las categorías sólo concurrieron dos luchadoras, Noelia Morala y Laura Fierro, que pasaron directamente a luchar la final. Ganó Moralina con cierta solvencia pero Laura, a la que le faltan kilos y años, nunca regala nada y deja buen sabor de boca. Y así empezó y acabó esta categoría .
Medios y pesados sí reunieron cuatro luchadoras en cada peso, que cuando menos completan el cuadro de honor pero tampoco es para tirar cohetes.
En medios las victoria fue para una de las luchadoras que más las disfruta y las busca, Edili García, la gemela de Puente Almuhey. Derrotó primero a la jovencísima Nerea y la final le dio la posibilidad de ‘vengar’ la derrota de su hermana Pau ante la siempre rocosa Luzma Carcedo. Y lo hizo. No lo tuvo fácil pues se le adelantó la del Condado pero supo remontar con «mucho arte», sumando ganas y lucha.
Y en pesados llegó el reencuentro con la habitual campeona Mónica Matía, que se tomó 2015 como sabático y parecía con ganas de recuperar el tiempo perdido. Nada pudieron hacer ni Vanessa ni Almudena Jiménez, no lograron darle ninguna caída y Matía reescribió aquel histórico «como ganábamos ayer». Y_hoy.
A los demás nos queda el recuerdo de una conjura. A ver en qué para.