
Descubrió esta red social hace unos cinco años, «ni la conocía, pero me hablaron de ella en verano en mi pueblo», asegura. A lo que se sumó que «del Facebook estaba cansada» y en Instagram no era necesario «contar tu vida», aunque hoy en día reconoce que también «te acabas enterando de todo». Pero vio que era su lugar por la fotografía, algo que la apasiona desde que sólo era una niña y, «al final me enganché», confiesa. «Antes vivía en Ponferrada y el dinero que me daban mis padres a la semana lo gastaba en revelar un carrete», recuerda.
No tiene demasiados seguidores, pero tampoco los busca ni entra en sus planes hacer de su cuenta en Instagram algo que pueda llegar a darle beneficios económicos. Al principio, «me parecía muy raro que me siguiese gente que no conocía», asegura, recordando a su primer seguidor fuera de su círculo de amigos. Tampoco ha tenido nunca un crecimiento «brutal» ni ha sido recomendada por la cuenta de Instagram, aunque reconoce que le dedica tiempo y sube unas dos fotos diarias.
Esa es su cuenta personal, pero junto a su pareja puso también en marcha ‘@bs_world’, una cuenta en la publicaban imágenes de otros usuarios etiquetadas con su ‘hashtag’, de naturaleza y algún retrato, en la que organizaban concursos que está cerca de los 11.000 seguidores.