Flor Álvarez Taboada es la subdirectora de la Escuela de Ingeniería Agraria de Ponferrada y experta en la aplicación agroforestal de los drones. Estas aeronaves son tan populares que a Superman le ha salido competencia. ¿Es un pájaro? ¿Es un avión? ¡No, es un dron!
– Los drones son cada vez más populares. En un años, ¿qué será más peligroso al mirar cielo: un dron indiscreto o un águila imperial?
– Probablemente haya más drones que águilas imperiales en unos años. Las previsiones del número de drones que va a haber dentro de cinco años son tremendas, casi nos toca uno por cabeza.
– ¿La ULE es una fábrica de drones?
– Algunos profesores del campus de Ponferrada desarrollan drones ‘low cost’ con código abierto. De hecho, algunas piezas están hechas a medida utilizando tecnologías como la impresora 3D. Estos drones caseros salen por entre 600 y 1.200 euros y la ventaja de desarrollar tecnologías tan baratas es que las aplicaciones en el campo forestal o agrícola son muy asequibles. Los drones con cámaras multiespectrales y un software específico pueden costar en la tienda unos 30.000 euros.
– Pueden ser los drones los nuevos guardabosques?
– Aquí en el campus estamos desarrollando varias aplicaciones que tienen que ver con la lucha contra incendios y la recuperación. Uno de los trabajos que se ha hecho es estimar cuánto suelo se pierde después de que haya un incendio. Es cuestión de crear un modelo digital del terreno muy detallado, que solo se puede hacer con el dron, y ver después de la época de lluvias cómo ha cambiado ese modelo. Con las imágenes podemos ver cuánto suelo se ha perdido y cuánto ha afectado a la vegetación. Eso lo podemos utilizar también para saber en qué zona cuando tenemos un incendio los daños son mayores y tenerlo en cuenta a la hora de la prevención.
– Con estos proyectos la universidad contribuye al desarrollo territorial.
– Exactamente. Los drones tienen una aplicación muy directa en el inventario forestal, en saber cuánta madera tenemos, cuántos árboles o la cantidad de carbono que hay en un bosque. Además, se utilizan mucho en todo lo que tiene que ver con las plagas y las enfermedades. Por ejemplo, utilizamos drones hace un par de años para el seguimiento de la plaga de la Lymantria, de la lagarta peluda, en los pinares de Fresnedo. Lo usamos para ver las zonas afectadas porque hacía falta una cartografía muy detallada. En todo esto es en lo que nos estamos especializando en el campus: en las herramientas geoinformáticas, que tienen que ver con la localización y lo digital. En cómo las podemos utilizar para gestionar mejor nuestros bosques y nuestros árboles.
– Expertos de universidades de los Balcanes se han interesado en la aplicación de los drones para detectar minas antipersona. ¿Estaría la ULE dispuesta a colaborar en este proyecto?
– Sí, ya les hemos dicho que estaríamos dispuestos a colaborar. En ese caso, habría que poner un sensor diferente a los drones. Habría que poner un radar que penetra los primeros centímetros del terreno. Experiencia con drones tenemos y nosotros estaríamos encantados.
– Además de los bosques, ¿pueden los drones salvar vidas?
– Sí, eso se va del tema agroforestal, pero claro que sí.
– Las aplicaciones son infinitas pero, sin duda, son un juguete en plena moda. ¿Es la robótica un entretenimiento o la asignatura pendiente de los planes educativos?
– Todo lo que tiene que ver con la robótica y desarrollar sistemas que nos puedan ayudar a mejorar la vida, sería interesante que estuviera en las asignaturas de Secundaria.
"En pocos años, habrá más drones que águilas"
Flor Álvarez Taboada - Subdirectora de la Escuela de Ingeniería Agraria de Ponferrada
21/05/2016
Actualizado a
17/09/2019
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