Este año, un jurado de expertos ha otorgado a Juan Pedro Aparicio el título de leonés del año. Es de aplaudir el que se lo hayan concedido a un escritor. Os confieso que no tengo en la memoria la lista de los cuarenta y seis anteriores galardonados, pero no creo que abunden escritores, pintores o escultores entre ellos. Si es así, tendré que pedir disculpas, aunque dudo que tenga que hacerlo. Una provincia que apenas tiene de que presumir, (hablo de paisanos, por qué cada día somos menos, ya que de paisaje tenemos hasta hartarnos), es reconfortante que un tipo que junta letras con la elegancia que lo hace Aparicio sea reconocido en su tierra. Ya que no podemos exportar carbón, porque nos lo prohíben, ni remolacha, porque en otros lugares la producen mucho más barata, ni leche, porque..., no entiendo por qué, podemos y debemos exportar escritores. Aquí, en esta provincia, nacen como setas un año benigno. No es sólo de ahora; ha sucedido desde hace dos siglos. ¿Buscar una explicación al fenómeno? O leemos mucho, que lo dudo, o nos beneficiamos de las escuelas sembradas en muchos pueblos por los próceres decimonónicos, impulsores del krausismo en España, (visitad en la calle Julio del Campo la fachada de la casa dónde estaba el antiguo tanatorio), o es que tenemos un ego tan grande como la catedral y queremos demostrar al resto del país que somos listos como ratas.
Si exceptuamos a los gallegos, que nos siguen ganando en cantidad y en calidad, seguramente León sea, estadísticamente hablando, el lugar donde halla mayor número de escritores con obra publicada. Solamente en mi pueblo, (cuatro gatos y un perrito), han parido libros nueve personas desde 1960 hasta la fecha; no digo que sea un récord, pero se le acerca mucho. El asunto es talque muchos escritores tuvieron que marcharse, (cómo tantos otros), a Madrid, buscándose la vida, intentando sobresalir más de lo que hubieran hecho en León. Llegó a tal punto el tema, que durante la últimas décadas del siglo pasado se hablaba y no se paraba de la ‘mafia de León’, tal fue su importancia, y de la que formaban parte escritores como Merino, Mateo o Llamazares, amigos de nuestro premiado.
La pregunta que me asalta es, en todo caso, terrible: ¿Cómo es posible que con la cantidad de junta letras que hay por aquí, no nos haya salido un Delibes o un Torrente-Ballester? Porque de la cantidad sale siempre la calidad, o por lo menos eso dicen. Nuestros escritores, novelistas, poetas, ensayistas, son muchos de ellos reconocidos a nivel nacional, pero no despiertan ni la pasión ni la admiración de los antes mencionados. No tenemos ninguna estrella que brille en el firmamento de las letras patrias. Y a mi me apena. No tengo una respuesta, está claro, por qué sino no hubiera formulado la pregunta, y, de todas las maneras, casi prefiero no tenerla, ya que si lo hago tendría que pensar en cosas muy desagradables. Uno conoce a muchos escritores de aquí y no precisamente por haber discutido con ellos sobre cuestiones literarias. Los conozco, a la inmensa mayoría, por haberles servido alguna que otra copa de vino y alguna tapa. Algunos me saludan; otros, la mayoría, no. Será porque sólo me distinguen detrás de una barra. Exceptuando cinco o seis que se conoce a leguas que son buenas personas, el resto me parecieron siempre unos snob, unos petulantes, unos trepas con escasa calidad literaria. Me atrevo a escribir esto porque, otra cosa no, pero leer, joder, si. Seguramente es lo único quehe hecho bien en mi vida, porque en todo lo demás soy un tipo de lo más corriente; también escribiendo; no hace falta que nadie me lo diga porque lo sé yo sólo. Pero, cuando leo algo, sé si es bueno o malo. Eso sí, libro que empiezo, libro que acabo. Me merece un respeto impresionante aquel que se sienta delante de un folio en blanco y lo llena de letras. Es una valentía hacerlo. Sé que Mateo, que Merino, que Colinas, que Llamazares, que Mestre, que Aparicio, escriben como deben de hacerlo los ángeles en el cielo, aunque algunos de sus libros no me hayan gustado especialmente. Pero también es cierto que hay mucho mediocre en el Olimpo de las letras leonesas.
Me gustaría que se atendiese más a los más jóvenes. Hay alguno que tiene un futuro increíble. Sin ir a buscar muy lejos, dos de mi pueblo. Rubén y David. No; no son judíos, aunque tengan esos nombres. Da gusto leer algo suyo, desde el primer párrafo hasta el último. De uno siempre dije que era bastante mejor que un tío suyo por demás famoso. Del otro admiro la imaginación y la valentía que tiene al escoger los temas de los que escribe...
Salud y anarquía.
Premio
07/02/2019
Actualizado a
11/09/2019
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