16/10/2021
 Actualizado a 16/10/2021
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Son azules -cobalto, azur-, de un verde vivo o de un marrón terroso, y color almagre -óxido rojo de hierro-. Tienen clavos negros como los ojos fijos y turbulentos de los venados y aldabas de metal que son manos cerradas sobre una bola. Los tiradores de hierro forjado, con filigranas. Sobre ellos se recortan a veces algunas letras -una L, una G- y sugieren nombres e historias que no llegaré a conocer. Una de las cerraduras para las grandes llaves que ya no se usan tenía forma de corazón -me pareció que una cerradura con forma de corazón era un exceso-.

Me pasé la tarde mirando, y fotografiando, portones de casas arrieras maragatas. Entradas de colores a los secretos de las familias que nunca son visibles desde el exterior. Y menos en estas casas, donde el gran portón bajo el arco de piedra da paso al patio empedrado con cantos de río, allí donde se dejaba lo que todavía era público y formaba parte del trabajo de los arrieros -el carro, la mula-.

Sólo los corredores de madera que miran hacia los patios son una conexión con el interior. Cuántas veces se asomarían a ellos los habitantes de la casa para ver entrar al arriero que volvía después de meses de recorrer pueblos y caminos para vender la mercancía -mantas, vino, bacalao seco-. Voces de alegría sobre el patio, carreras alocadas de los niños escaleras abajo, hacia los brazos del padre.

No hay tantas puertas hacia el interior. Siempre voy buscando las mías. He aquí una: escribir. Y leer voces cercanas, ésta: «No sé qué será la escritura para los demás, pero para mí es una pulsión ineludible y una forma de organizar el mundo. Hablo del mundo de ahí afuera -todas esas personas y todas esas aves y todas esas alfombras y barcos y puentes y colchones y almejas y bacterias-, pero también el mundo de aquí dentro, de mi mundo lleno de un ruido blanco y cenagoso que sólo deja de ser un balbuceo demente cuando escribo». Es la voz de Leila Guerriero, con la que pudimos conversar esta semana y que nos dijo: «La escritura es una tembladera». Siempre qué, para qué, cómo, hasta cuándo.
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