"Si quitan el tren, joden a mucha gente"

Usuarios de Feve lamentan el "abandono" de la línea, con autobuses y falta de personal

Alfonso Martínez
16/10/2016
 Actualizado a 18/09/2019
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Muchas son las historias que se escuchan cuando uno se monta en el tren de Feve, muchas y muy alejadas de inversiones millonarias, terminologías técnicas y abultados catálogos de excusas oficiales para justificar el «abandono» en el que se está sumida una línea ferroviaria que es fundamental para las comunicaciones de la ribera del Torío y de la montaña leonesa.

«Lo que eran antes las ferias, la cantidad de gente que llegaba a Boñar el día del Pilar en el tren, cuando venían aquellos charlatanes con las maletas, que si te descuidabas te limpiaban el billete de cien pesetas... Ahora cada vez hay menos ganado y los tratantes lo compran antes incluso de bajarlo del camión», explica una mujer en animada conversación con su vecino de asiento.

La réplica llega desde un par de filas más atrás. «Sigue viniendo gente. El otro día hubo muchísima en los trenes, pero nadie controlaba. Llegaban y saltaban el torno así que muchos viajarían gratis», comenta otro de los viajeros antes de concretar que posteriormente llegó personal desplazado de León. «Lo que era antes la Feve... Y mira ahora», lamenta en voz baja un hombre que viaja solo y otea el horizonte por la ventanilla contemplando cómo la ribera se convierte poco a poco en montaña.

Hacer la compra, ir al médico o llevar a cabo trámites administrativos llevan a muchos leoneses a subir al tren de Feve. Se trata en general de gente mayor que no dispone de otro medio de transporte a la hora de poder llegar a la capital. Un pedáneo que ha bajado a tramitar la ayuda de 6.000 euros que concede la Diputación y con la que quiere arreglar un camino y ampliar el depósito del agua, una mujer que se ha hecho análisis, un joven que trabaja actualmente en el sector de la construcción y lleva medio año en una obra en Matueca de Torío... Son sólo algunos de los usuarios que cogieron uno de los primeros trenes del pasado jueves. Algunos lo hicieron en el apeadero de la Asunción, donde empieza y termina el trayecto ferroviario desde hace algo más de cinco años, cuando se impulsó el proyecto de integración de la línea en su acceso al centro de la ciudad.

¿Raíles o asfalto?


Otros llegamos a este punto a bordo de un autobús y procedentes de la estación de Padre Isla. Puntualidad británica hasta el momento. En el apeadero la libreta y la cámara nos delatan. «Habéis tenido suerte para el reportaje. Hoy parece que vamos a ir en el tren», comenta uno de los viajeros. Y es que no son pocas las ocasiones en las que la escasez de personal de la ya desaparecida Feve hace que los trayectos se cubran finalmente con autobuses y no con trenes. «Hay apeaderos a los que no entra el autobús y mucha gente se queda tirada porque no escucha el pitido. Además, nunca sabemos a ciencia cierta si habrá tren o no hasta que llega la hora», apostilla.

Los minutos pasan y los usuarios temen lo peor. «No hay más gente en los trenes porque el servicio está como está. Parece que quisieran cerrarlo, pero si lo quitan joden a mucha gente», defiende otro usuario de Feve antes de lamentar que las manifestaciones convocadas durante estos años no hayan servido para nada. «Vienes y se ríen de ti», dice.

Pero finalmente el convoy entra en el apeadero de la Asunción, aunque con 20 minutos de retraso. Se ha averiado a la altura de San Feliz de Torío, han tenido que sacar a los viajeros para bajarlos a la capital en autobús y más tarde remolcarlo con uno nuevo. Es el momento de subir a bordo.

Adif mantiene los últimos plazos de la integración a pesar de la lentitud de los trabajos, que tendrían queestar terminados en abrilLas averías y los demás problemas que padece el servicio ferroviario de vía estrecha se han convertido incluso en motivo de chiste para viajeros y trabajadores. «Hasta el bolígrafo está estropeado», comenta el revisor del tren al ver que no pinta cuando va a sellar los billetes.

Pero sorprende ver como minutos después, al parar a la estación de San Feliz de Torío, se apea ya del tren. «Ahora no hay revisor hasta Cistierna y mucha gente que viaja gratis entre apeaderos. Y si se baja en una estación con torno y no hay personal, pues lo saltan y salen», explica un usuario que recuerda otros problemas de esta índole como que la máquina portátil que sirve para expender los billetes esté también estropeada.

Esta situación de viajeros que no pagan y no contabilizan por tanto en las cuentas de Feve es corroborada también por varios trabajadores de la compañía, ahora integrada en Renfe y Adif. «Al final lo que quieren es decir que hay muy pocos usuarios para quitar el tren por dar pérdidas», sentencia otra viajera.

En este sentido, las cifras oficiales reflejan que los usuarios se han reducido a la mitad en los últimos cinco años, es decir, desde que se cortó al tráfico ferroviario el acceso hasta la estación de Padre Isla con el objetivo de acometer unas obras de integración en iban a durar sólo 18 meses.

Después de año y medio paralizados por problemas administrativos y de seguridad en el proyecto, los trabajos se reiniciaron oficialmente en junio, pocos días antes de las últimas elecciones generales, pero pocas máquinas se vieron entonces, salvo las que desbrozaron las inmediaciones de la estación de Padre Isla. Es allí donde se centran estos días los escasos trabajos que se están ejecutando y que han servido principalmente para la construcción de una canalización de aguas pluviales y de la cimentación de los nuevos andenes. Desde los despachos de Adif mantienen los plazos anunciados cuando se retomaron las obras de integración, que fijaban en diez meses el tiempo necesario para poder terminarlas. A este respecto, si se cumpliese este compromiso temporal, los trenes-tranvía tendrían que entrar hasta Padre Isla en abril del próximo año. La inversión pendiente aún de ejecutar es de siete millones de euros.

Otra de las medidas anunciadas para paliar de alguna manera la delicada situación de la línea fue la próxima incorporación de siete nuevos maquinistas. Sin embargo, aunque el compromiso se mantiene, lo cierto es que los nuevos trabajadores no llegarán al menos hasta mediados de enero, puesto que tienen que pasar la correspondiente formación antes de ponerse a los mandos de los trenes de vía estrecha.

La compañía ha trasladado a los trabajadores que los siete nuevos maquinistas no se incorporarán hasta mediados del mes de eneroPero mientras los convoyes vuelven a llegar al centro, los viajeros deben hacer transbordo en la Asunción. Y mientras llegan los nuevos maquinistas, hay peligro de que el tren no salga o de que el viaje se tenga que hacer por carretera. Y eso es lo que lamentan los más perjudicados de la situación de Feve, que se ven obligados a llamar a un teléfono de Santander para obtener información en caso de que pasen diez minutos del horario previsto y no haya noticia alguna del tren. Poca credibilidad dan a plazos y promesas de inversiones materiales y humanas después de cinco años en los que el servicio ferroviario «no ha hecho más que ir a peor».

No entienden que no suela haber revisores los sábados, no entienden que nadie sepa si el servicio se presta en tren o en autobús hasta pocos minutos antes de que salga, no entienden que los días en los que más usuarios hay se utilicen los vagones pequeños mientras otras veces los grandes van medio vacíos...

Porque la importancia del tren de vía estrecha para sus usuarios, los de la montaña y los de la ribera, va más allá de una inversión o de la cuenta de resultados de una empresa pública. Un vecino de asiento recibe una llamada. Lleva ya diez meses esperando una resonancia magnética y después de respirar aliviado lo primero que dice es: «Confío en que ese día no me deje tirado el tren».
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