Muchas de las películas que fueron traducidas del inglés al español en el franquismo y que se emiten en televisión o ciclos de cine, y la mayor parte de la producción literaria que se encuentra en bibliotecas y librerías de nuestro país, continúan todavía hoy en día tal y como quedaron tras ser examinadas por los censores del régimen de Franco, y convenientemente adaptadas a la moral política y religiosa que en aquellos años se deseaba imponer.
La explicación se encuentra en que, tal y como comenta la profesora de la Universidad de León, Camino Gutiérrez Lanza, investigadora principal del proyecto Trace (Traducción y Censura), «salvo los casos más conocidos, o de los autores más prestigiosos, no se han devuelto las obras a su estado original por una cuestión económica, ya que reeditar sale más barato que encargar una nueva traducción».
Dado el carácter multidisciplinar de la investigación, el grupo cuenta con especialistas en filología, traducción, informática, humanidades digitales e historia contemporánea, y en estos momentos está integrado, además de Camino Gutiérrez Lanza, por Mª Luisa Alvite Díez, Leticia Barrionuevo Almuzara, Elena Bandín Fuertes, Javier Rodríguez González, Teresa Burón Álvarez y Cristina Gómez Castro.
El objetivo del trabajo es comprobar la incidencia de la censura, cuantitativa y cualitativa, en la traducción de diferentes textos narrativos, poéticos, teatrales y audiovisuales, y para ello se están analizando miles de expedientes, de un periodo comprendido entre 1939 y 1985, año en el que todavía seguía funcionando el aparato de censura.
El origen de Trace hay que buscarlo en 1997, momento en el que se decidió abordar este estudio que acude a una de las fuentes más fiables del acontecer cultural de la época, como son los archivos que se encargaron de registrar la actuación de la censura franquista, en concreto el archivo general de la administración que está en Alcalá de Henares, que es donde se custodian los expedientes.Cristina Gómez ha analizado libros de ese periodo y explica que, en caso de los muy vendidos o ‘best sellers’, ha ocurrido que «se reeditan y lo hacen con la misma traducción de la época de la censura», con lo que hay párrafos que pueden estar cortados. «No se trata de partes importantes de la novela, sino de aspectos muy sutiles», -explica-, y comenta que la actuación de los censores «respondía a cuatro grandes apartados: la moral sexual, la política, la religión y el uso de expresiones o palabras indecorosas».Una de las conclusiones generales en la que parecen estar de acuerdo todos los miembros del grupo es que habitualmente, “los traductores se autocensuraban mucho más que los propios censores”, es decir que para cuando llegaba la obra traducida a manos del censor, ya tenía los cambios precisos para que fuera autorizada. «En el caso del cine, -explica Mª Luisa Alvite- era muy grande la cantidad de diálogos que se modificaban en la traducción, para asegurar el visto bueno de los censores”.El miedo y la represión propios de la dictadura franquista sirvió para alimentar rumores y falsas historias, como la que contaba que en la película ‘Gilda’, del director Charles Vidor, la actriz Rita Hayworth se quitaba algo más que un guante en aquella famosa escena en la que acababa siendo abofeteada por Glenn Ford.Hubo casos tan rocambolescos como el de la película ‘Mogambo’ de John Ford (1953), en la para evitar el adulterio que intentaba cometer Clark Gable con Grace Kelly, el censor cambió el argumento y convirtió en hermanos a dos personajes que eran marido y mujer. La chapuza fue considerable, porque en la película esa pareja tenía un hijo que hubo que eliminar del texto y de todas las escenas, porque de otra manera en lugar de adulterio habría sido un caso de incesto.«La Junta Superior de Censura Cinematográfica, se creó en noviembre de 1937, en plena Guerra Civil»- explica Javier Rodríguez González- , que recuerda la importancia que el régimen daba al control de la información, «lo que también justifica la puesta en marcha del Nodo», y concluye destacando el importante papel de la iglesia católica, «pendiente de aspectos como la moralidad y las costumbres».
La incorporación al equipo de Leticia Barrionuevo Almuzara y Teresa Burón Álvarez responde al deseo de perfeccionar la web del grupo, desarrollar nuevas herramientas tecnológicas y facilitar la investigación de fenómenos relacionados con la traducción, mediante una base de datos que, además de los trabajos ya publicados, ponga al alcance del conjunto de investigadores los textos digitalizados, los expedientes, etcétera.
Hay estudios que se han ocupado de temas tan interesantes como los realizados por Elena Bandín sobre la censura franquista en traducciones de obras de Shakespeare, o el titulado: ‘El exorcista: La versión que nunca has leído o cómo la censura exorcizó la traducción al español de un best seller del terror’, obra de Cristina Gómez, o el de Camino Gutiérrez sobre ‘La calificación moral del cine original en inglés estrenado en España en los años cincuenta y sesenta del siglo XX’.
Todos ellos formarán parte de la base de datos que ya está prácticamente terminada, y servirán sin duda para avanzar en la investigación de estos interesantes aspectos sobre la traducción y la censura.
Traducción y censura
La mayor parte de las obras traducidas del inglés en el franquismo continúan hoy censuradas, según lo ha podido constatar el grupo del Proyecto Trace de la Universidad de León en libros, películas y todo tipo de obras investigadas
13/04/2017
Actualizado a
18/09/2019
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