Lúa memoria, ese don majestuoso que trilla como nadie los recuerdos, y separa aquellos menos malos de los buenos, y que campa a sus anchas por dentro de ese cerebro tan sensitivo y fugaz, tan observador a través de los sentidos, y tan nostálgico a veces; que es capaz a través de ella, la memoria, de hacernos revivir tiempos lejanos de infancia, que parece ser que me rodean más que otros, quizás por esa necesidad de sentirnos limpios e inocentes como en aquellos tiempos donde casi todo nos asombraba, y donde el aprendizaje era más natural y menos sofisticado que en estos turbios tiempos que nos acechan. Y de esa memoria hoy quiero trasladarles a aquellos parques de la infancia, donde, rodeados de vegetación, agua y de algunos animales, nos iban quedando en la memoriaaquellos barquilleros, los quioscos con manzanas con palo y caramelo, aquellas nubes de azúcar… y también, aquellos fotógrafos de parque y calle que con aquellas cámaras grandísimas a nuestros ojos, nos retrataban para dejar en el papel, constancia de que un día, a pesar de todo, fuimos niños con una amplia sonrisa en nuestros finos labios, y que la felicidad no era cuestión económica solamente, eran otras cosas simples y humildes, las que nos reforzaban la pequeña vida de aquellos años. Y de aquellos fugaces años de infancia y pantalón corto, tan corto, que a veces se veían los compases del alma y del hambre, de aquellas necesidades tan acuciantes por culpa de unos mal llamados seres humanos que enturbiaron la vida tranquila de la inmensa mayoría de ciudadanos que solo se dedicaban a trabajar y a sacar adelante a las familias, bien fuera en el mundo rural, bien en aquellas ciudades tan tristes y apagadas, tan grises; y ahí cuentan, y mucho los fotógrafos, esa manera de retratar para dejar su impronta para la memoria colectiva… y qué mejor que hacerlo ya más tranquilos en aquellos lugares donde se socializaba algo la vida, en los parques donde casi todo era gratis, incluso el respirar en blanco y negro.
Fotógrafos de parque y calle con unas cámaras grandísimas a nuestros ojos Muchos recordarán y tendrán en las cajas de galletas y de dulce de membrillo, aquellas de lata, un montón de fotografías de aquellos años, donde las ahora abuelas y bisabuelas, ya casi fallecidas, sonreían a aquellos cajones sobre un trípode y miraban con la mirada inocente delsabedor que la impronta quedaba para siempre; las imágenes, bien cuidadas, dan para siglos y siglos, y con las nuevas tecnologías, son eternas. Qué miedo da eso de “eternas”, con lo frágil que es la vida. Yo quiero imaginarme a aquellos hombres y alguna mujer que esperabana que llegaran los clientes en plazas, parques, y ya algunos con estudio a pie de calle, y les sonrieran a su orden… lade sonrisas que podían regalar estas buenas gentes, durante los años que tiraron miles de fotos al aire para que las recogiera la belleza del instante, y quedaran para la memoria de los cajones de las mesas y de los muebles-bar.Rodeados de nostalgia, de algún músico perdido por entre las sombras de los árboles, siempre buscando un fondo de flores y verdes, aunque las fotos salieran en blanco y negro, -uno ponía el resto con la imaginación- algunos con guardapolvos y gorra, otros trajeados y con corbata, los fotógrafos de la historia de un país, guarecían su sitio, su esquina, su sol o sombra dependiendo de la estación del tiempo; ese tiempo que guardaba detrás la foto con la fecha y el lugar de su nacimiento; sí, era eso, el nacimiento de una nueva cara hasta aquella fecha solo recordada por los más allegados.
La fotografía minutera surge entre finales del siglo XIX y principios del siglo XX. Nació como una alternativa a la fotografía de estudioya que ésta era cara, centrada en las urbes y accesible a gente adinerada. La fotografía minutera encontró su sitio en plazas, parques, paseos y también en pueblos apartados. También cuando había ferias y mercados. Eran fotógrafosambulantes como los afiladores, los cacharreros, o los componedores… Sirvió para retratar a personas que de otra manera no hubiesen tenido registro. El fotógrafo minutero era el fotógrafo de los pobres. Con poca acogida por parte de los fotógrafos de alta sociedad por su competencia, supuso para gran parte de la población poder tener un recuerdo de sus seres queridos, sobre todo en la época de la Guerra Civil. Los minuteros trabajaban con una caja de madera que servía de cámara y laboratorio. Normalmente la fabricaban ellos mismos o la mandaban fabricar a un carpintero. Este artilugio permitía realizar in situ una fotografía negativa y su positiva en blanco y negro yentregarla en unos 10 minutos al cliente. ¿Quién no tiene fotografías de un minutero,aquellos retratos pequeños en blanco y negro que quedaron guardados en un cajón? Nuestros, de nuestros padres o de nuestros abuelos, todos hemos vivido directamente o como legado de nuestros antepasados una experiencia con la fotografía minutera. En España se le llamaba Fotografía Minutera por el tiempo de entrega. En Brasil y Portugal se denominaba Lambe porque se lamía el papel para comprobar cuál era el lado de la emulsión. Y en el resto de Sudamérica, Foto Agüita porque las copias se lavaban en un cubo con agua. Aunque los fotógrafos minuteros eran en su mayoría hombres también había algunas mujeres. Nos queda constancia gráfica de que en Oviedo trabajaba Josefa Carril, más conocida como “La Torera” que incluso tiene una estatua de bronce con su cámara minutera allí mismo. El último fotógrafo minutero de la época en activo es Ángel Román Allas, “El minutero de Segovia”, con su placa en la Plaza de San Martín por sus más de setenta años de trabajo en ésta. En España actualmente hay algunos fotógrafos y asociaciones de fotografía que trabajan por la recuperación del oficio del fotógrafo minutero y por la divulgación y transmisión de la fotografía artesanal.
Muchos tendrán las cajas de galletas y de dulce de membrillo llenas de fotografías Con los fotógrafos minuteros, todo un estudio fotográfico en plena vía pública. Al igual que los paragüeros o los sombrereros, estos fotógrafos forman parte de ese grupo de profesiones desaparecidas de nuestra ciudad y pueblos. Sus cámaras de madera, nada que ver con las actuales, eran el propio establecimiento del fotógrafo. En el exterior, un muestrario de fotografías de todo tipo, mientras que el interior de la cámara era un complejo formado por una caja para el papel virgen de distintos tamaños, los chasis donde se colocaban los distintos formatos de papel y dos bandejas, una para el revelador y otra para el fijador. También disponían de un orificio en la parte superior de la cámara, con un filtro de color rojo, para controlar el proceso de revelado y un cubo con agua colgado del trípode para enjuagar la copia. En primer lugar, realizaban la toma en negativo de papel y una vez revelada la colocaban en el exterior de la cámara, sobre una especie de regleta, dando como resultado un positivo. En la era digital, profesiones como esta resultan poco rentables para sobrevivir de ellas. La desaparición de los fotógrafos minuteros es un hecho constatado pero lo que parece cada vez más palpable es la extinción de los estudios de fotografía de nuestra ciudad que realizaban una gran variedad de servicios.Una mirada a los años sesenta muestra en parques a dos o tres fotógrafos minuteros, atendiendo a todo aquel que demandaba sus servicios. Una vez realizado el retrato, la gente esperaba unos minutos, charlando unos con otros o sentados en unas modestas sillas de madera, para recoger su fotografía. Nada que ver con la desazón actual por ver la imagen que hemos tomado y que lo más probable es que no pasemos jamás a papel, quedando convertidos los álbumes de fotografías en un archivo informático ubicado en algún sector de un disco duro, vulnerable a los ataques de algún desaprensivo virus informático que acabe con nuestras imágenes.Y claro quehubo precedentes de sistemas de revelado rápido para ferias, fiestas y mercados desde finales del siglo XIX como la máquina L´Electrao, más tarde, la máquina berlinesa Cannon que realizaba retratos en forma de medallón sobre ferrotipo. Será en 1913 cuando aparecen unos anuncios en las revistas ilustradas y en la prensaque bajo el titular de «gane mucho dinero» presentan la máquina Mandel.
Y para terminar, quién no recuerda aquella España tamizada por el azul falangista y el negro sotana, el único espacio que los ciudadanos disponían para ver la luz del sol eran aquellasplazas y parques, y en ellos, como salidos de un cuento, estaban los fotógrafos minuteros parainmortalizar aquel momento, para congelarla vida con una amplia sonrisa… y en boca de uno de aquellos minuteros… «La gente toma fotos de otra gente, sólo para demostrar que realmente existieron.» Los minuteros. Artesanos de la inmediatez, los fotógrafos de la nostalgia y la melancolía.
Una sonrisa al fotógrafo, que disparo
A los fotógrafos minuteros de parques, playas, rincones turísticos y cualquier otro lugar debemos buena parte de las imágenes que nos permiten recordar y reconstruir tantos momentos para el recuerdo de nuestras vidas
17/10/2016
Actualizado a
19/09/2019
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