"Diecisiete meses pasé haciendo cola a las puertas de la cárcel, en Leningrado, en los terribles años del terror de Yezhov. Un día alguien me reconoció. Detrás de mí, una mujer –los labios morados de frío- que nunca había oído mi nombre, salió del acorchamiento en que todos estábamos y me preguntó al oído (allí se hablaba sólo en susurro)
– ¿Y usted puede dar cuenta de esto?
Yo le dije:
– Puedo.
Y entonces algo como una sonrisa asomó a lo que había sido su rostro".
Con estas palabras "En vez de prólogo", fechadas en "Leningrado, 1 de abril de 1957", comienza Anna Ajmátova una de las obras más características de su segunda época creativa, ‘Réquiem’, una gran obra de madurez que escribe ya con 51 años y que es, además, lo que autoras como Olvido García Valdés definen como poesía civil. Una obra con la que Anna Ajmátova recupera con toda la fuerza de su desdicha, de su rabia y de su desesperación, que es la misma que la de tantas y tantas mujeres rusas que pasaron por situaciones similares. En ella Ajmátova se hace eco del dolor que la situación vivida en aquellos momentos en una Rusia que ya no es la suya aunque siga pisando sus suelos y contemplando sus cielos le provoca (No me amparaba ningún cielo extranjero, /no, alas extranjeras no me protegían./Estaba entonces entre mi pueblo/ y con él compartía su desgracia – escribiría en 1961 para introducir ‘Réquiem’), un dolor propio que es a la vez "personal y colectivo" y que se transforma en el dolor de cada uno de los que leen el poema, que ahonda en cada una de sus partes en el sufrimiento físico, en el espiritual, en el moral,… en la incomprensión del mismo ante aquello que lo provoca, una opresión política que humilla, que arroja a la exclusión y la miseria a quienes no entienden la vida y el arte como ellos . Algo de lo que Anna Ajmátova supo mucho, pues todos sus amigos o fueron apresados y muertos o fueron exiliados.
Ajmátova escribe ‘Réquiem’ entre 1935 y 1940, en un tiempo en el que destruye todos sus archivos pues conservarlos en papel podía acarrear la muerte y la cárcel. Pero los mantiene vivos a través de la tradición oral rusa, pues para evitar comprometer y comprometerse, ella y los seguidores de su poesía se la aprenden de memoria para que no se pierda y pueda seguir transmitiéndose.
Todo país, toda época y cultura, tiene momentos de oscurantismo, muchos ligados a fases de poder absolutista del orden que éste sea, que no permite – porque incomoda sus intereses – que se alcen voces disonantes que pongan en entredicho su estatus y su hacer diario, que se levanten en una dirección que no es la suya. A lo largo de la Historia, todos los regímenes políticos de un signo y otro han demostrado tener miedo a las palabras que vuelan libres, que no se callan ni se dejan dominar por el poder, por el ejercicio de la fuerza y el miedo. Y así siempre encontraremos escritores perseguidos, obras censuradas.
Anna Ajmátova (Rusia, 1889 -1966), una de las voces poéticas más consideradas y reconocidas que dio Rusia durante el pasado siglo XX, fue una de ellas. Ya desde sus primeros libros, vinculados al movimiento acmeísta (que en respuesta al simbolismo ruso imperante pretendía reemplazar su hermetismo, polisemia y ambigüedad complicada y misticismo con la claridad en el lenguaje de lo retratado) impulsado por otros destacados autores del momento, esta poeta rusa tuvo un gran peso en las primeras décadas del siglo XX, y fue admirada por muchos de sus coetáneos en el mundo entero. Nominada en 1962 al Nobel de Literatura, entre sus mayores distinciones están el Premio Internacional de Poesía Etna-Taormina y el doctorado Honoris Causa de la Universidad de Oxford. A pesar de todo el reconocimiento internacional y de la traducción de su obra a múltiples lenguas, ésta no será íntegramente publicada en Rusia hasta 1990.
Poemas de Anna Ajmátova fueron leídos el pasado abril en Astorga, junto a los de Marina Tsvetaiéva, en 2012, por Marifé Santiago, Monika Zgustova y Olvido García Valdés, en el recital ‘El canto y la ceniza’.
Una voz para reflejar el dolor de todos los oprimidos
Anna Ajmátova fue una de las voces poéticas más consideradas y reconocidas que dio Rusia el pasado siglo XX. A pesar del reconocimiento internacional, su obra no fue íntegramente publicada hasta 1990
14/01/2017
Actualizado a
17/09/2019
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