Villaquejida, la resistencia de la despoblación

La Guardería Municipal cuenta desde enero con diez usuarios tanto del propio pueblo como de otros de la zona, un servicio que lleva seis años funcionando y resistiendo

Teresa Giganto
22/01/2017
 Actualizado a 19/09/2019
Los pequeños de la Guardería Municipal de Villaquejida posan para la foto a la espera de poder asaltar la piscina de bolas en la que juegan cada día. | T.G.
Los pequeños de la Guardería Municipal de Villaquejida posan para la foto a la espera de poder asaltar la piscina de bolas en la que juegan cada día. | T.G.
La niebla apenas deja ver las calles de Villaquejida. Las mañanas de enero tienen las nubes tan bajas que pocos son los que se animan a dar un paseo y por la calle apenas se ve un gato que cruza o un coche que pasa. Las chimeneas están a pleno rendimiento y de la panadería salen unos cuantos de buscar el pan. En los bares, la mayoría de ellos junto a la carretera N-630, hay varios coches aparcados a la puerta y hay quienes aprovechan la poca actividad en el campo días para tomar un café a media mañana y así ponerse al día con las noticias. En la plaza apenas se deja ver la iglesia completa por la dichosa niebla, capaz de prohibir ver el sol durante una semana entera en estas fechas. Por delante de ella pasa un hombre que pedalea con parsimonia una bicicleta de paseo con pinzas en los pantalones para no untarse con la grasa de la cadena. Allí cerca hay un local al que no le alcanza la niebla, justo detrás, tirando hacia la conocida como la ‘calle de los charcos’. Allí está la resistencia a la despoblación: la Guardería Municipal.

No hay niebla que pare a la decena de niños que Sandra, la encargada de cuidar de ellos, recibe cada día. Al entrar una extraña, los pequeños abren los ojos ante la llegada de la visita aunque rápido vuelven a sus quehaceres con los juguetes. Los más atrevidos pierden rápido la vergüenza y a los tres minutos de haber puesto allí el primer pie ya tienen al visitante dando palmas y cantando alguna canción. Sandra no da abasto. Que si un pañal, que si el almuerzo, que ahora vamos a cantar, que si uno llora, que si el otro se cae... Pero no hay quien borre su sonrisa de la cara. Está agusto trabajando y eso se nota sobre todo en el buen rollo que tienen los niños con ella.

Mientras la niebla deja las calles desiertas allí dentro hay vida, tanta que es la que mantendrá a salvo el futuro de Villaquejida y el de los pueblos del alrededor. Este año son diez los pequeños que acuden cada mañana, de nueve a dos, a la Guardería Municipal de Villaquejida. El servicio lleva en marcha desde diciembre de 2010 y fue entonces cuando más niños acudieron a él,recuerda Sandra. «Empezamos con quince pero hemos tenido años, como el pasado, en el que solo han venido tres niños», explica. Este año son muchos más y tienen entre 10 meses y dos años y medio. Sus padres trabajan en la mayor parte de los casos, en el medio rural en el que viven y están encantados de poder tener una guardería que además tan solo les supone un gasto mensual de 50 euros gracias al empeño del Ayuntamiento de Villaquejida por ofrecer la posibilidad de conciliar la vida laboral y familiar en los pueblos. El beneficio no llega solo a Villaquejida, donde está ubicada, si no a todos los pueblos de la zona.

Sandra trabajó antes en una guardería de la capital leonesa pero reconoce que prefiere este entorno. «Los niños son mucho más espontáneos, están criados con más libertad y son como todoterrenos», comenta entusiasmada mientras duerme a Kevin, un pequeño de Algadefe que acaba de entrar nuevo. Mientras, los mellizos de Toral de los Guzmanes, Dana y Hugo, juegan en las bolas y las gemelas, Alba y Vera, desvisten a un muñeco. Ellas son de Villaquejida, como Elia, una de las más pequeñas, e Izan que se ha ido al pediatra. Ángela y Mauro vienen de Cimanes y Cristian es de Villarrabines. Éste escucha con atención y asiente cuando Sandra cuenta su mosqueo porque los Reyes no le trajeron un tractor y una cuba. Y es que estos pequeños cantan en la guardería a coro aquello de «tractores, cosechadoras, tres o cuatro empacadoras» y la canción de cuna que entona Sandra para dormirles es «esta noche ha llovido, mañana hay barro». Son el futuro del sur de León, la resistencia de la despoblación.
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