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Wislawa Szymborska

21/05/2017
 Actualizado a 11/09/2019
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Cuando a la poetisa polaca (lo siento, me gusta la palabra poetisa) Wisława Szymborska le concedieron el premio Nobel en 1997, yo no tenía ni idea de quién era. No fue la primera vez, ni será con seguridad la última, que ese premio recae en un autor para mí absolutamente desconocido: algo semejante me ocurrió en 2011 con el caso de Tomas Tranströmer, un poeta sueco de nombre impronunciable al que después he podido leer de la mano de la editorial Nórdica. Y, por supuesto, con otros muchos escritores. No afirmaré taxativamente que a Szymborska no se la podía leer en español en 1997, por si resulta que ya entonces alguien había traducido a esta autora, pero sí que el conocimiento que de su obra existía en nuestro país no podía pasar de minúsculo. El Premio Nobel, como suele ocurrir, propició el interés editorial por su poesía y gracias a él yo descubrí la belleza, la lucidez, la ironía y también la frescura de sus versos (en traducción Ana M. Moix y Jerzy Wojciech Slawomirski) recogidos en una antología publicada por Lumen que llevaba por título ‘Paisaje con grano de arena’. Desde aquella lectura, y toda vez que mi contacto con su obra no fue más allá, siempre pensé en ella como poetisa (perdón). Pero la reciente publicación de ‘Prosas reunidas’ por parte de la editorial Malpaso me ha descubierto los cientos de artículos de crítica literaria que Szymborska escribió sobre cientos de libros a los que nadie parecía conceder ninguna importancia o por los que nadie mostraba ningún interés. En ellos la autora se revela clara, irónica, dotada de una gran preparación intelectual y de una sorprendente capacidad de observación. Dramática cuando lo exige el guion. Cómica cuando procede. Y, sobre todo, profundamente humana. ¿Por qué leo un libro sobre reptiles?, se pregunta. «Porque, desde pequeña, me produce placer acumular saberes innecesarios». El libro es una compilación de tres volúmenes (‘Lecturas no obligatorias’, ‘Otras lecturas no obligatorias’ y ‘Más lecturas no obligatorias’) en excelente traducción de Manel Bellmunt Serrano, a quien se deben también las anotaciones al texto. Seguro que todavía llega a tiempo de hacerse con él en las casetas de la Feria del Libro.
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