112, el número que ocultó momentáneamente el nombre de una pionera

Rosa Pérez Lema, leonesa de nacimiento, fue reconocida por distintos seudónimos en función de los diferentes caminos que tomó, tan dispares como el mundo de la interpretación o el mundo del rejoneo, mundo que la convertiría en una adelantada a su tiempo

Mercedes G. Rojo
25/04/2023
 Actualizado a 25/04/2023
Imagen extraída del reportaje de Documentos TV ‘El caso 112’. | RTVE.ES
Imagen extraída del reportaje de Documentos TV ‘El caso 112’. | RTVE.ES
De un nombre propio a un simple número, el 112, que identifica un cadáver desconocido y de nuevo a la recuperación de ese nombre. Los caminos artísticos a menudo no son fáciles en la trayectoria profesional de quienes los eligen como forma de vida; mucho menos si quienes los recorren son mujeres, y aún menos si se trata de caminos relativamente minoritarios e incluso socialmente poco reconocidos. Estos últimos aspectos se dieron a menudo en el pasado siglo XX y arrastraron consigo a algunas de las personas que transitaron por ellos llevándolas al olvido social, aunque pocas veces hasta el extremo del caso que nos ocupa. En otros casos, los menos, después de haber vivido en la miseria durante su vida, alcanzaron post-mortem una fama y un reconocimiento del que les hubiera gustado disfrutar, al menos mínimamente, en vida. Pero así es la vida.

Nuestro nombre de hoy, que nos habla por un lado de arrojo y por otro de olvido, es el de Rosa Pérez Lema (1937-1990). Leonesa de nacimiento fue reconocida por distintos seudónimos en función de los diferentes caminos que tomó, tan dispares como el mundo de la interpretación o el mundo del rejoneo, mundo que la convertiría en una adelantada a su época.

Rosita nació en octubre de 1937, en Santa María del Páramo, hija de Enrique Pérez y Carolina Lema, circunstancia casual la de su nacimiento, pues fue hija del circo. Tanto sus padres como su tía, Angelita Pérez, formaban parte de un grupo circense llamado «los Henry» especializado en números de acrobacias de percha, con el que recorrían España. El circo en el que estaban cuando estalló la guerra se refugió en Santa María del Paramo durante la misma, siendo montado detrás de la iglesia. Allí fue donde se puso de parto Carolina y allí aguantarían hasta apenas un mes después, disolviéndose el circo por precariedad. Y de allí, a Galicia, con breve parada en tierras lucenses, antes de desembocar definitivamente en Corcubión (La Coruña) de donde era la madre. Tras finalizar la guerra sus padres retomarán el mundo del circo aunque la dejarán al cuidado de su abuela y de sus tías, alimentando a través de cartas, fotos y regalos, las ambiciones artísticas con las que juega, crece y sueña Rosita. Será a comienzos de los 50 cuando se reúna con sus padres en Valencia (lugar de descanso de los circos entre temporadas). Mientras sigue estudiando, realiza esporádicas incorporaciones al espectáculo familiar de «los Henrys» que en sus mejores años actuarán en los más importantes circos del momento (Cortés, Americano, Price...), con un número único que les lleva de gira por España, Portugal y Marruecos codeándose con los grandes de la carpa. Con el que comienza Rosita es un número de cuerda y ese inicio le facilitará a su vez su primer encuentro con el mundo del teatro, uno de aquellos teatros portátiles e itinerantes, en los que comienza haciendo papeles de segunda dama joven, apropiados a su edad. Su permanencia en el mismo durante varios meses, la reafirma en su voluntad de alcanzar éxito y fama y, al finalizar la temporada y regresar a Valencia, comienza una actividad febril encaminada a prepararse para triunfar a toda costa. Su figura le permite pasar modelos de alta costura para una casa de Valencia, pero al mismo tiempo comienza a despuntar en ella una vocación taurina, que la llevará a prepararse como rejoneadora en la Plaza Monumental de Valencia, todo ello sin olvidar sus sueños cinematográficos. En 1955, con apenas 19 años, se presenta al concurso organizado por la revista ‘Radiocinem’ para descubrir estrellas de cine. Desde abril hasta octubre, en que se produce el fallo definitivo, su foto aparecerá entre las del resto de los aspirantes, siempre en los primeros lugares, bajo el seudónimo de Rosalind O’Hara. Finalmente quedará clasificada en segundo lugar y, en pleno ascenso artístico, se convierte en portada de la revista. Le llegan las oportunidades. Trabajará durante un año con la compañía teatral ‘Lope de Vega’, del valenciano José Tamayo, llevando por toda España ‘Edipo’, ‘Proceso de Jesús’, ‘Fuenteovejuna’ o ‘La vida es sueño’, en la que trabajará junto a un Francisco Rabal, con el que – en 1957, en la entrevista ‘Ayer: Rosalind O’Hara. Hoy: Rosita Lema’ que realiza de nuevo para dicha revista– reconoce le gustaría hacer su primera película, siguiendo sus sueños cinematográficos de los que destaca la atrapa su «universalidad». Su primera oportunidad no llegará, sin embargo, hasta 1960, con la producción hispano-italiana: ‘Ursus’, en la que consigue unas escenas, alguna con frase incluida.

Durante 1957 presentará en Segovia, durante el verano, el número de «los Henry» y cumplirá con el contrato en Valencia con una casa de modas, a cuya finalización pretende regresar a Madrid para hacer tanto cine como teatro. Mientras espera su momento en el primero, y ante la dificultad de acceder a él, vuelve la mirada a otra de sus pasiones, en el ruedo: el rejoneo. Participa en festejos populares de escasa importancia, hasta inscribirse en el Sindicato taurino para convertirse en rejoneadora profesional. Hará su presentación taurina ante los medios de comunicación en Segovia, cuna de grandes rejoneadores, y entre 1960-61 se dedica intensamente a su práctica, primero como Rosita Lema, como Rosita Lerma en la temporada de 1961, en la que se perfecciona junto a un importante caballista del momento: Francisco Mancebo. Y llegan la cumbre y la fama, permitiéndole sus éxitos codearse con los más importantes personajes del mundo taurino. Registra su última corrida como rejoneadora en octubre del 61, en Almería. A partir de ahí reivindicará, junto a otras mujeres, su derecho a torear de pie.

Mientras vive la farándula del momento, tendrá dos hijas que, finalmente, como le había pasado a ella, dejará al cuidado de su madre en tierras valencianas. Hasta que se casa en 1970, buscando en el matrimonio la paz y el sosiego pero sin olvidar sus aspiraciones de triunfo. En esta etapa, su dominio del caballo le dará la oportunidad de trabajar en la película ‘Las petroleras’ (1971), protagonizada por Brigitte Bardott y Claudia Cardinale, en la que dobla las difíciles acrobacias a caballo que las actrices no pueden realizar. Después llega para Rosa su tercera hija, y dedicada a ella y a su matrimonio, se instalan en un barrio modesto de Madrid. Lejos quedan sus días de viajes, relaciones, fama y dinero. Con el nacimiento de su cuarto hijo, el marido comenzará a ausentarse cada vez más y el matrimonio empieza a hacer aguas también económicamente. Ella comienza a beber, y su personalidad cambia radicalmente. Se refugia en el Corcubión de su infancia, pero ya no hay solución para un hogar que ha perdido, que finaliza también con la pérdida de su casa en 1985, tras desahucio judicial.

Quien aún es recordada como una mujer ingenua, de gran nobleza y buena persona, deja a sus hijos al cuidado de sus abuelos y se separa de ellos comenzando un camino individual de mendicidad, hasta perder la vida cinco años después tras una caída con efectos mortales en el metro de Callao, invadida ya por la tuberculosis que la autopsia certifica, y en el desconocimiento absoluto de su identidad. Hasta que el trabajo de los reporteros del programa informativo Documentos TV, de RTVE, consigue devolverle su nombre y su dignidad con el trabajo de investigación titulado 'El caso 112'.
Lo más leído