La empresa está como está. Tiene la plantilla que tiene. La parte positiva es que no tiene paro, ni mucho menos, fichas por la casa y al día siguiente te asignan más plazas que consejos de administración a un ex ministro. Tal vez por ello les llaman ministros de la Iglesia a aquellos que autorizan para que hagan como que son sin serlo.
Lo que no se les puede echar en cara es que no sean capaces de adaptarse a los nuevos tiempos, todo lo contrario.
Que la fiesta es de las que llaman «mayor» pues tienen catedrales, templos de todos los estilos, oro, incienso y mirra que cada año reponen los Magos de Oriente, palios y autoridades... lo que haga falta y con música de órgano y coro.
Que se trata de atender a esos pueblos con menos habitantes que luces puede tener un vicepresidente, pues se va de vez en cuando, se le consagran unas hostias a una feligresa (incluso feligrés) que puede ejercer por obra y gracia de Francisco y su motu propio.
Y una mesa puede ser ese altar con tantas resonancias legendarias. A fin de cuentas de lo que se trata es de que tú te creas ese misterio de la transubstanciación, es decir, que lo que entró como pan sea cuerpo y lo que vertieron como vino acabes creyendo que es vino.