El olvido come la pintura

La última página de LNC con la firma de Fulgencio Fernández, que pone la letra, y Mauricio Peña, que se encarga de la foto

Fulgencio Fernández y Mauricio Peña
14/05/2020
 Actualizado a 14/05/2020
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De un lado verás como en las casas deshabitadas el olvido va comiendo la pintura mientras los dueños no pueden acudir a ellas, confinados en ese mundo urbanita que ahora les ahoga y les hace decir lo que nunca habían imaginado cuando cambiaron la fardela con todos los ahorros de una vida de penurias por un piso en un barrio de la capital, que les vendieron como un seguro de vida para el futuro y se quedó en setenta metros cuadrados con vistas a la pared.

Allí, en los alrededores de la vieja casa del pueblo que ahora llaman segunda residencia, va creciendo la hierba hasta la misma altura que en tiempos llegaban las nevadas, hasta casi tapar la ventana y la puerta, lo que no le viene mal pues el confinamiento también impide coger la lija y la pintura. Allí las ortigas van comiendo el corral sin que nadie les ponga coto a no ser que a algún jabalí se le ocurra una excursión por el lugar.

De otro lado, este esconderse de la enfermedad como aquellos topos que se emparedaban en sus casas para no ser encontrados, está dando tiempo a los habitantes de los pueblos abandonados a lijar y barnizar, a levantar viejas paredes caídas, a mirar cada día cómo crecen las lechugas y tomates, a huir de los telediarios que son el viejo parte...

El olvido come la pintura. La soledad pinta la nada.
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