Ni siquiera el coloreado de la imagen (¿lo hizo el gran Honorato Puente, su autor?) nos permite acercar en el tiempo los recuerdos, las vidas y las estampas de una ciudad que vivía, más que nunca, a la sombra de la Catedral y que, por contra, permitía disfrutar de su vista sin obstáculos.
Nada nos impide ver la vida tal y cómo era hace un siglo. Nada nos impide ver la ciudad tal y como era hace un siglo, aproximadamente.
Una ciudad atravesada por su río, eso sí que es un privilegio. Una ciudad de charcos y barrizales, de chopos y niños jugando en las eras. Ahí en la esquina se asoma Casa Nalgas, que hoy presume en su moderno cartel o en los platos de sus sabrosas tapas y menús de algo que muy pocos pueden decir: «Casa Fundada en 1901» ¡Casi nada!
En otras imágenes del mismo rincón hay mujeres lavando en el mismo río, hay carros camino del mercado, hay cerdos engordando en la calle para el sanmartino... hay otra vida, otro tiempo.
Y el Barrio del Ejido, su vecino, era otro descampado de sueños.