Si dar de comer a las palomas tiene multa, e importante, imagino que servirles la comida con tenedor incluido tendrá cárcel, ¡qué menos!, menosprecio a la ley poniendo mantel y cubiertos al delito.
Es la histórica cultura del palo y tente tieso. Si siempre habían convivido, ¿qué ocurre?, ¿no hay más soluciones?, ¿no anda Irma ‘la utópica’ loca tratando de salvar palomares?, ¿y los que salva serán para palomas?
Ensucian, claro. Pero ayer salía en los medios de comunicación que la contaminación que sufre León es parecida a la que puso a Madrid en la apertura de los telediarios. Y dicen que el Procurador del Común le ha preguntado al Ayuntamiento qué está haciendo para combatir la contaminación atmosférica. Imagino que la respuesta será algo más que multar a las palomas que comen en las plazas.
Han vuelto los topillos, como pasó toda la vida, son ciclos, y la Junta ha decidido matarlos a cañonazos, repartiendo veneno a diestro y siniestro (León esta vez libró), que se llevará por delante también a las águilas, a los zorros... No recuerdan que en 2007 prepararon la de dios y finalmente los tuvo que matar el invierno, como toda la vida. Seguimos con la peligrosa costumbre de envenenar aquello que después vamos a comer, que nadie castiga.
Pero la mirada inquisidora cayó sobre las palomas. Aunque siempre habrá abuelos que les pongan mesa y mantel. Y tenedores.
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