Llegar y besar el manto

La última de La Nueva Crónica

Fulgencio Fernández y Mauricio Peña
22/05/2024
 Actualizado a 22/05/2024
| MAURICIO PEÑA
| MAURICIO PEÑA

La expresión vieja para aquellos que llegaban y triunfaban —y no querían ser pedantes diciendo aquello de veni, vidi, vici; habiéndose quedado en la primera declinación del latín— era la de «llegar y besar el santo»

Una variante era «llegar y besar el manto» para aquellas celebraciones y romerías, a las que tan dados somos por esta tierra, en las que nuestra fe como pueblo nos lleva a creer que es suficiente para obtener los dones del cielo con besar sus ropas o, incluso, frotar sus narices. Lo importante era la inquebrantable fe, no lo besado.

Pero el Covid cambió nuestras vidas, no siempre para mal piensan muchos, y aquello que la razón no había evitado lo logró el miedo al contagio. Adiós a besar uno tras otro en el mismo lugar, adiós a tocar allí donde tocan otros, adiós a aquellos besos fraternales que llevaban implícita una paz que, realmente, no está muy claro que se trasmitiera, no hay más que mirar al mundo.

Incluso a muchos de nuestros políticos, siempre tan cercanos, les obligaron a cambiar la costumbre de pedirte el voto con un beso, que no podías evitar ni haciendo la cobra (de ahí aquello de que no todo lo que trajo el Covid es malo). 

Total, que se acabó lo de llegar y besar el santo, para aquellos que todo lo tenían fácil.

Total, que se acabó lo de llegar y besar el manto, para aquellos que fían al cielo lo que la tierra no produce, olvidando el viejo dicho de que ‘lo que dios no da Salamanca no presta’, que también tiene la versión para los que pasaron de la primera declinación: ‘Quod natura non dat, Salmantica non praestat’.

Otra cosa es que te creas que algo cambió. Yo no. 
 

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