«Ahí lo tienes, conoce Tanganica pero nunca estuvo en Taranilla» dice siempre un viejo amigo cuando se acercan las vacaciones y nunca falta quien anuncia viajes a paisajes exóticos mientras mira al biés a quien explica que se quedará aquí, al lado de casa, en los mismos lugares en los que este año nos recluyó la pandemia y hasta a los miembros del selecto club de amigos de las bonanzas de Tanganica le dio por valorar y alabar las bellezas que tenía delante de sus ojos. Y hasta descubrieron ríos y peñas que llevan miles de años estando en el mismo sitio en el que ahora sí se han fijado en ellos.
Bien está viajar, que cura muchos males, como explicaron Baroja o Unamuno o quien sea, que cada cual se lo atribuyea quien le da la gana. Pero no está de más mirar lo que tienes a tu lado, conocerlo, disfrutarlo; aunque una cosa lleva a la otra.
Mirar y conocer te acerca a lo que ves. Si en Páramo del Sil escuchas hablar de los versos que allí creó Ángel González entiendes que algo especial debe haber en aquel precioso valle, donde Eva González lo contaba con otras palabras más suyas, sembrando belleza... Y que en estos lugares hay paisanos como Ovidio García —una obra suya en la foto—, Domingo González, Rixo... que cogen la gubia y transforman un viejo árbol seco en un homenaje al semador, la mina, los animales, los oficios o las gentes para que te detengas y lo disfrutes.
Y pienses que hay más mundo que Tanganica.
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