Son los viejos aluches una contienda noble en la que no se validará el resultado final mientras el ganador no levante al cielo al perdedor para que también él reciba los aplausos que merece quien luchó por una causa pero, sobre todo, no se validará el resultado mientras el perdedor no levante al cielo al ganador para que, sujetado por él, reciba la ovación de quienes le han visto vencer.
Si no lo hacen no ha finalizado el combate. No existe documentación ni recuerdo de que no haya ocurrido. Y eso que broncas no han faltado, lo que en el argot llaman calentarse la tartera. Pero se enfría cuando la lucha acaba para dar paso a la deportividad, que solo es reconocimiento.
Los viejos aluches solo es un reflejo de la vida. Ése es su mérito, el secreto de su pervivencia. Pero sus valores parece que corren peligro.
¿Se han difuminado?
¿Te imaginas que no valga el resultado de las elecciones, de cualquier proceso, mientras el perdedor no alabe al vencedor, mientras el vencedor no reconozca el mérito del perdedor? ¿Tanto trabajo cuesta enfriar la tartera de los reconocimientos.
¿Tanto trabajo cuesta escuchar la voz de la tierra?
¿Olvida alguien que este deporte nació porque había una gente dispuesta a luchar por defender el honor de su pueblo? Pero también con la obligación de reconocer que puede haber otro que lo haga mejor.
¿Se difumina? ¿Se difuminó? ¿Los han difuminado?
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