Lo habitual, tal vez lo natural al poner los ojos sobre la imagen, es mirar hacia el espectacular parador que Riaño tuvo, con estancia de Balduino y Faviola incluidos, y cayó bajo la piqueta del desvarío incluso antes de que las máquinas destructoras del pantano desembarcaran en el valle.
Desde entonces es una deuda más con esta tierra, el nuevo parador, con el agravante de que muchas veces les han puesto los dientes largos a los comarcanos con la noticia de que se retoma la idea del nuevo gran hotel, en un viejo palacio, en un bello paraje... las mentiras no tienen fronteras a la hora de exagerar.
Pero muchos de los comarcanos se fijarán, incluso antes, en la pequeña casa de la esquina inferior, la casilla de los camineros, aquellos vecinos que cuidaban las carreteras, aquellos que formaban parte de una forma de vida que, por cierto, también se ahogó bajo las aguas del pantano.