Hay una ermita enfrente de la gasolinera de Boñar, la de San Roque para más señas, que dice mi amigo Paco, de los Alonso de Viego, «¡qué gente esta de Boñar! que bajan al patrón por San Roque y lo dejan allí todo el invierno, con el frío que hará».
Pero no era por eso por lo que me acordé de ella. Esta ermita tiene, en la pared que da a la carretera, un pequeño arco de piedra que protege a un agujero a modo de buzón para las limosnas, el limosnero dice el vecino al que le pregunto. No se si se llama así pero la definición es ciertamente tan atinada como real.
No hace mucho, el 16 de agosto pues iba al corro de lucha, vi a un hombre mayor, de esos que también llevan boina en verano, que no hacía más que mirar desde todos los ángulos, como si buscara algo que no encontraba.
Me salió la vena solidaria y educada, esa de las viejas enciclopedias de dejar el asiento en el autobús o bajarte de la acera, y me detuve a ver si le podía echar una mano al paisano. También convencido de que iba a ser él quien me ilustrara a mí.
- ¿Qué busca jefe?
- A ver si me puedes ayudar hombre, tu que verás mejor. Es que veo bien el agujero de meter las perras, pero no encuentro el de sacarlas.
No sé el motivo, o sí, pero me acordé de esa historia al ver la fotografía.
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