Sinesio, de Zalamillas, y Socorro, de Castifalé, tuvieron un noviazgo de los de antes, de cortejar, verse en las fiestas, ir andando o en bicicleta a verse... Se conocieron en tiempos de guerra (justo después del final de la misma) y parece que eso alimentó su amor.
Después vino una vida de trabajo de agricultores leoneses, infatigables, codo con codo, tres hijos. Una historia que bien merecía un reconocimiento, tal vez un libro. Como tantos. Al jubilarse se fueron a vivir a León, para estar cerca de sus hijos, que habían abandonado el pueblo para buscarse la vida. Como tantos.
YSinesio y Socorro hacían cada día algo que siempre les había gustado, pasear juntos, pero que en el pueblo no habían tenido tanto tiempo para hacerlo pues las faenas diarias llevaban mucho tiempo;pero siempre sacaban un rato.
En León paseaban cada día, por la zona de la Catedral, hasta el Cid, despacio, a lo suyo... y siempre cogidos de la mano. Algo que en los tiempos duros que vivimos parece que no era muy habitual y en sus paseos iban despertando cariñosos comentarios: «Los abuelos que vienen de la mano». Incluso les paraban y les preguntaban. Ellos siempre se mostraban amables, no entendían que fuera nada especial esa necesidad que sentían se apoyarse uno en el otro.
Hasta que Miguel Loureiro hizo la foto y la subió a Facebook; Sergio Canga pidió permiso para hacer con esta imagen un mural en su pueblo, Ciñera, y lo hizo. La familia de Sinesio y Socorro se reconocieron emocionados. Pero un día se acabaron los paseos, la edad no perdona, «los abuelos de la mano» se fueron a una residencia y después falleció Socorro. Este viernes también falleció Sinesio, a los 105 años. Pero son eternos, inolvidables, en el mural y en el recuerdo.