Es posible que muchos leoneses supieran de su labor a raíz del Premio Menina 2023 que recibió en noviembre de la mano del Ministerio de Política Territorial y Memoria Democrática, pero lo cierto es que el trabajo que realiza Adelina Rodríguez Pacios al frente de la Unidad de Igualdad de la Universidad de León (ULE) desde el pasado 2019 ha conseguido numerosos avances en dicha materia dentro de la institución, aunque insiste en que "hay que seguir trabajando". Profesora de Sociología y directora del Vicerrectorado de Responsabilidad Social, Cultura y Deportes de la ULE, la profesional de raíces bercianas desgrana en esta entrevista los retos a los que se enfrenta desde su área y analiza la cuestión feminista dentro de la institución académica.
– ¿Existe igualdad en la Universidad de León?
– Es una Universidad en la que hay paridad en cuanto a profesorado y a los cargos, nuestro gobierno es paritario. Pero cuando se analizan los datos detenidamente, vemos que todavía sigue habiendo diferencias en algunas categorías, como en el número de catedráticos y catedráticas. Siendo una institución relativamente joven, la brecha dentro de esta categoría es menor que en el conjunto de universidades en España. Tenemos que reconocer que la universidad es la institución de la sociedad más igualitaria.
– Y esos datos, ¿se trasladan a una sensación palpable en el campus?
– La inmensa mayoría de las personas dentro de la universidad sí consideran que están en un lugar donde existe la igualdad, aunque esto no significa que tengamos que seguir trabajando porque sea más real y efectiva, sobre todo en cuestiones que tienen que ver con la investigación. En la Unidad de Igualdad tenemos un empeño especial por que el profesorado incluya la perspectiva de género en la docencia y también en sus investigaciones, porque las instituciones europeas así lo piden.
"La manera que tenemos de cambiar la sociedad es formar a nuestros futuros profesionales en igualdad"
– ¿Cómo ayuda el Plan de Igualdad de la ULE a cumplir con estos objetivos?
– El Plan de Igualdad se aprobó en noviembre de 2022 y su existencia viene marcada por ley. Entre las medidas que pusimos en marcha está esa igualdad efectiva entre los hombres y las mujeres que trabajamos dentro de la Universidad. Una de ellas no es solo formar al profesorado, sino a toda la plantilla en cuestiones que tienen que ver con la igualdad. Precisamente esta semana hemos comenzado un curso sobre la inclusión de la perspectiva de género en la investigación, una jornada muy agradable de la que la gente salió satisfecha, pero volvimos a encontrarnos con los estereotipos: la participación fue mayoritariamente de profesoras. Nuestros cursos tienen gran afluencia entre el personal de administración y servicios, aunque en este caso también está compuesto en su mayoría por mujeres, que eso también es un estereotipo. Queremos que la igualdad sea real, aunque encontramos una brecha considerable en las direcciones de departamento, tenemos que animar a las mujeres. Ahora estamos negociando un Plan de Conciliación y Corresponsabilidad en la Universidad. Sabemos que no va a ser fácil, pero intentaremos implantarlo.
– ¿Es efectiva con el alumnado?
– Con el alumnado es con quien tenemos más problemas. Por eso queremos que el profesorado tenga la formación para ir sensibilizando. Ahora dependemos directamente de la sensibilidad del docente. Hay materias en cuestión de género, pero lo dejamos en manos de la buena voluntad. Por eso, necesitamos que los profesores tengan la formación para que puedan enseñar las aportaciones a la ciencia y al conocimiento que han hecho o hacen las mujeres.
– Los datos del Ministerio de Universidades reflejan que el 57 % de las matriculaciones en Castilla y León son de mujeres, pero hay que bajar hasta el undécimo puesto para encontrar a alumnas en alguna Ingeniería o carrera ‘Stem’. ¿Qué labor necesita hacer la universidad para atraer a las mujeres a este tipo de titulaciones?
– Es una labor que se tiene que hacer antes, la función que tiene la universidad es educar en igualdad a los futuros profesionales, especialmente a los que se van a dedicar a la docencia. Es cierto que cuando analizamos los datos la mayoría del alumnado son mujeres, pero hay que tomarlos en su justa medida. Tenemos una Facultad de Educación donde mayoritariamente hay mujeres, e ingenierías donde no las hay apenas. Igual en las más tradicionales como Minas, por estereotipo se podría entender, pero ¿Informática? Eso debería hacernos reflexionar, se necesitan cambios estructurales. Además, las titulaciones que eligen los chicos son las que generalmente tienen mejor salida en el mercado laboral, más sistema social, más prestigio, mayores recursos, etc., y en las que eligen las chicas sucede todo lo contrario.
– ¿Se ha producido un cambio en el tiempo?
– Este ha sido un logro en el plano individual, más que como sociedad. En mi caso provengo de una familia donde soy la primera generación que ha ido a la universidad, y fuimos a la universidad principalmente por el empuje de nuestras madres que, sin saberlo, ya eran feministas. Mi madre es producto de la posguerra, una madre de modelo tradicional de ama de casa que tenía muy claro que sus hijas debían recibir la misma educación que sus hijos y debían ser independientes. Pero estructuralmente la sociedad no ha cambiado, y eso lo vemos en la brecha que hay en cuanto a la elección académica que hacen alumnos y alumnas.
– ¿Es así la opinión de los estudiantes?
– Cuando planteo esto en clase me dicen: "bueno, yo hago Primaria porque a mí me gusta, a mi hermano no le gustaba". No lo dudo. Pero, ¿qué modelos tenemos? Más del 90 % del profesorado de Educación Infantil son mujeres, y cuando escolarizamos a los pequeños ya ven que hay profesiones que son de mujeres y otras de hombres. Ya no es el gusto, no voy a entrar en eso. Los estudios nos indican que el alumnado hasta los 10 años tiene los mismos resultados en Matemáticas, pero a partir de los 6 años las niñas comienzan a percibir que ellas no tienen capacidad para esta materia. ¿Qué está pasando? Y claro, no cursar determinados aspectos de las Matemáticas te aleja de ciertas titulaciones.
– ¿La universidad tiene mecanismos para cambiar esta tendencia?
– Para que se materialice tenemos que cambiar las mentalidades. Nuestra organización social es patriarcal y androcéntrica, todo se mide en base al modelo universal, que es masculino, y lo llevamos muy grabado a través de la educación y el proceso de socialización. Es verdad que a las mujeres se nos enseña a ser obedientes y calladas, a no dar la nota, y a ellos a explorar, a la espontaneidad. Este es un problema que tenemos a la hora de optar a esos lugares donde hay poder y se toman decisiones. Hacemos el esfuerzo por llegar y además nos encontramos con otro problema, la conciliación y la corresponsabilidad. Los datos son muy tozudos. El trabajo de cuidados, el doméstico, sigue recayendo mayoritariamente en las mujeres. Y sí que existe el techo de cristal, se diga lo que se diga. Ellos tienen experiencia en estar en determinados ambientes y establecen redes de confianza y lealtad. Si tienen que pedir a alguien que los acompañe en un equipo de dirección, se lo dirán a un compañero. Y nosotras aún no hemos aprendido eso. Nos faltan relaciones de lealtad para que las pocas mujeres que pueden traspasar ese techo de cristal hagan lo posible para que otras mujeres las acompañen. De esto también se encarga el patriarcado, de difundir que las mujeres no pueden trabajar juntas.
"Nuestra generación fue a la universidad por el empeño de nuestras madres, que sin saberlo, ya eran feministas"
– Hace poco conocimos que la ULE nombrará a la primera Doctora Honoris Causa. ¿Cree que se deberían establecer leyes de paridad, como existen en política, para incluir a más mujeres en estos reconocimientos?
– Sabemos que las leyes son necesarias, aunque no suficientes. Es momento de tener en cuenta que hay muchas mujeres que son más acreedoras de este tipo de distinciones que muchos hombres que las tienen. Esto sigue pasando, y de nuevo tiene que ver con el androcentrismo. Se proponen personas con muy buenas trayectorias para ser Honoris Causa, pero en el caso de las mujeres la exigencia es mucho mayor. Deben tener una trayectoria impecable. No sé si arriesgarme a decir que estaría bien que hubiera una ley, pero sí soy partidaria de las acciones afirmativas, de lo que conocemos como discriminación positiva. Hay que favorecer, en igualdad de condiciones, al sexo menos representado. En los Honoris Causa, a las mujeres. Espero que, a partir de ahora, todos los años entren muchas más mujeres o, ¿por qué no nombrar solo a mujeres? Ya toca.
– El pasado noviembre recibió el Premio Menina 2023 por su "compromiso inquebrantable en la promoción de la igualdad". ¿Qué supuso profesional y personalmente recibir este reconocimiento?
– Fue una sorpresa. Los compañeros presentaron mi candidatura a la Subdelegación del Gobierno sin que yo supiera nada y la primera noticia que tuve fue cuando me llamó el subdelegado. En ningún momento creí que pudiera optar a un premio de este tipo y, aunque suene a tópico, hubiera preferido que recayera sobre la Unidad entera, como reconocimiento incluso a los que están en el Área Social. El premio ha dado lugar a que haya adquirido protagonismo, no solo dentro de la ULE sino también fuera. Es uno de los grandes empeños, que lo que se hace en la universidad tiene que salir a la sociedad. En el plano personal todavía no me lo creo. El acto fue maravilloso y he recibido mucho cariño, tanto dentro como fuera de la universidad, y también de los medios de comunicación.
– Hablando de premios. Una de las iniciativas de la Unidad de Igualdad fue la puesta en marcha del Premio Diversa e Igual. ¿Por qué es importante para la institución?
– Este premio se hace desde la Unidad de Igualdad, pero el protagonismo también lo tiene la Defensoría de la Comunidad Universitaria. Aunque es un órgano independiente, hemos trabajado juntos en algunas actuaciones, como el Ciclo de Jornadas Abiertas de Género, Diversidad Sexual y Derechos. El premio fue una idea de Paulino Pardo, el anterior Defensor, que seguimos trabajando con Marta Zubiaur. Se trata de conceder una distinción a aquellas mujeres que han hecho algo para cambiar la vida de otras mujeres y hacerla más agradable, una forma de visibilizar el trabajo que hacen las anónimas. Entregamos un grabado de una artista leonesa y una dotación económica que no es muy grande. Ellas deciden destinarla a una organización no gubernamental.
"En la elección del Doctor Honoris Causa siempre debería haber una mujer entre las candidaturas"
– Cuando mire hacia atrás y haga balance de estos años al frente de la Unidad de Igualdad, ¿qué le gustaría ver?
– La mayor satisfacción es saber que toda la comunidad universitaria conoce la Unidad de Igualdad, y no creo que fuera tan extensivo antes de que yo llegara. También que las actividades se agradecen mucho y la gente anima a seguir promocionando cosas de este tipo.
Y también la Ruigeu.
– Sí, me gustaría que se supiera que la Unidad de Igualdad de la ULE está presente a nivel nacional. Está en la Red de Unidades de Igualdad de Género para la Excelencia Universitaria y también en la Red de Unidades de Igualdad de Castilla y León. En este sentido, ha sido maravilloso encontrarme con mujeres que trabajan en las distintas Unidades de Igualdad de diferentes universidades. Compartimos experiencias, actividades y contamos con la colaboración unas de otras. Así podemos conocer qué iniciativas se han llevado a cabo en otros lugares, es una labor de equipo. También es una manera de hacer terapia, porque todas nos encontramos con las mismas dificultades.
– Hace un año se conoció un presunto caso de abusos sexuales en una residencia universitaria de León. ¿Qué medidas se tomaron en el momento?
– En ese caso concreto la ULE no pudo intervenir porque ya estaba judicializado, directamente se puso una denuncia en la comisaría. Ahora está sobreseído. Esto dio lugar a que se diera formación dentro del colegio para que chicos y chicas supieran hasta dónde son adecuados determinados comportamientos y actitudes. La ley también obliga a que las universidades tengan uno protocolo de prevención y actuación contra el acoso sexual o por razón de sexo, y lo tenemos. No lo hemos utilizado, ni siquiera el de acoso en general, pero esto no significa que no exista. Me gusta insistir: que el protocolo no se ponga en marcha no significa que no haya algún caso de acoso.
– ¿Cómo actúa la Universidad?
– La universidad no es juez, no puede tomar decisiones o expulsar o mandar a la cárcel. Asimismo, lo que no podemos perder de vista es que en este país la presunción de inocencia está por encima de cualquier cosa. Entre los mecanismos, ante todo preservamos esta presunción, acompañamos a la víctima y vemos cómo se va desarrollando la situación. Hay que indagar qué es lo que pasa, no solo con las dos partes, sino con toda la información posible. Después, si llega el momento, se traslada a otras instituciones. El protocolo está ahí y hemos dado difusión porque no queremos que alguien que se encuentre en esta situación no sepa dónde acudir. Animamos a que vengan, pero no podemos obligar. No hemos tenido ninguna queja al respecto, pero no significa que no exista, precisamente por esas microviolencias, esos comportamientos de baja intensidad a los que incluso nosotras mismas no damos importancia. También por el miedo que tienen las víctimas a la exposición pública. La ULE es un ‘microcosmos’ y nos conocemos todos. Aunque es verdad que se preserva el anonimato y la confidencialidad, al final con estos casos tan mediáticos todo el mundo acaba casi conociendo la cara de la víctima. También habría que trabajar con los medios de comunicación para evitar este tipo de cosas.
¿Habéis notado un aumento en el número de casos?
– No especialmente porque lo basamos en datos de personas que presentan quejas. Lo que sí me llama la atención es el comportamiento del alumnado, cómo se dirigen unos a otros, lo que dicen. Pero muchas veces son formas que tienen más que ver con la buena educación. La universidad no es ajena a lo que pasa en el resto de la sociedad: lo mismo que fuera se denuncian pocos casos, aquí también sucede.
"No hemos activado el protocolo de abuso sexual, pero eso no significa que no se haya dado ningún caso"
– Y de la universidad a la calle, ¿qué opinión le merecen las posturas enfrentadas dentro del movimiento feminista actual?
– Creo que hay un gran desconocimiento sobre lo que es el feminismo, y considero que es intencionado. Cuando se habla sobre el tema resaltan este tipo de noticias, la división. Tenemos que señalar que, dentro del feminismo, al igual que en cualquier otro movimiento social, existen diferentes sensibilidades y no siempre se aúnan en una misma línea. No sé por qué se da tanta importancia a que haya dos manifestaciones y no a que hay manifestaciones. Es posible entender que las políticas en cuanto a los derechos de las mujeres se pueden llevar de una manera u otra, pero ha habido falta de entendimiento o mala pedagogía. Hay un feminismo que es el que hace posible que hombres y mujeres sean iguales, y ahora es más necesario que nunca. Ve al a manifestación que quieras, pero vete y manifiéstate.
– ¿Encuentra reflejo de estas posturas dentro de la comunidad universitaria?
– Creo que hay mucho desconocimiento entre el alumnado. Si yo les preguntara por qué hay dos manifestaciones, no lo sabrían. Tampoco sabrían a cuál ir. Es por ese desconocimiento generalizado por lo que no llega. Me molesta que determinados medios de comunicación lo vendan como una fractura, y carguen las tintas sobre determinadas mujeres que han tenido o tienen un papel importante desde el punto de vista político. Se aprovecha a demonizar algo que es fundamental. El feminismo es más necesario que nunca en este momento y ojalá hubiera toda una labor de pedagogía sobre su importancia y necesidad.