Estamos en la Semana de la Mujer Rural. Mujer y rural, inolvidable, se me ocurren muchas pero hay una que merece todos los recuerdos, homenajes y reconocimientos que le lleguen y que, por cierto, nunca tuvo en vida. Es Asunción la de Corcos, fallecida no hace mucho pero nadie en su comarca la olvidará jamás, porque se hablará mucho de “esta mujerina”, como la llaman muchas veces, y además ha dejado la provincia sembrada de hijos y nietos que la recordarán con enorme cariño, como han hecho siempre porque es lo que ella se ha ganado. Una mujer buena y trabajadora como se recuerdan pocas.
En una entrevista reciente el fundador de Embutidos El Tarabico decía como explicación a su condición de enorme trabajador, desde niño: «Éramos veinte hermanos y eso ¿sabes lo que significa? Que nos ponemos a trabajar antes de cumplir los diez años en la mayoría de los casos, en el mío lo fue».
- ¿Y las madres de esas familias supernumerosas?
- ¿Esas? No hay altares suficientes en todo el mundo para ponerles; y más a las de los pueblos, que suelen ser familias pobres y hacían un milagro cada día.
Me quedo con la frase: «No hay altares suficientes para ellas» al recordar que Asunción le de Corcos, nuestra inolvidable para el día de la Mujer Rural tuvo 17 y los crió.
Atender a 17 hijos ya es un trabajo casi heroíco, pero en el caso de Asunción iba mucho más allá pues, como ocurre con cierta frecuencia en este tipo de familias supernumerosas, también están al cargo de la ganadería y muchas faenas.
Así lo recordaba ella: «Daniel, el marido, iba a las obras de albañil, que hacía falta esa ayuda, y marchaba muy pronto y venía tarde; claro que me tocaba ordeñar y llevarlas al monte y esas cosas que nadie te venía a hacer, pero había que hacerlas».
Y como para restarse méritos cuando a Asunción le decía que es mucho criar 17 hijos decía: «Bueno realmente fueron 14 pues alguno murió muy pronto, antes pasaba mucho», como si seguir trabajando embarazada y dar a luz...
- Cuéntale a quién criaste más; le pedía su hijo Daniel.
- Buenos, a dos nietos también me tocó bastante. Y a un vecino.
- ¿Le parecían poco los hijos que crió a un vecino?
- Se había quedado con el abuelo y el pobre hombre ya era bastante mayor, estaba más que para que le atendieran que para atender a nadie; y el niño aquí se crió con nosotros, hasta que fue para la mili.
- Era como un hermano más, nadie le miraba diferente; apostilla su hijo Daniel, que tuvo muchos problemas de salud, le amputaron las dos piernas y regresó a casa, al lado de su madre para que le cuidara.
La anécdota del vecino es mucho más que una anécdota, es una definición muy precisa de que lo era Asunción, una madre con la puerta siempre abierta para los hijos y quien con ellos llegaran, para el marido y los amigos que llevaba a Corcos. Siempre había cazuelas sobre la chapa de la cocina, dulces en el armario, hasta su último día.
Asunción siempre agradecía que entraras a verla; y entrar a verla era sinónimo de salir con la sensación de haber estado con una de las mujeres más extraordinarias que se pueden cruzar en tu camino.
Uno de sus nietos, Rubén, tenía una definición muy certera para ella, en la jerga de los jóvenes: «La abuela es mucho».