Azadón, como tantos otros pueblos de la provincia, lleva años luchando por mantener la vida y la población. En la actualidad anda por las casi 40 personas censadas pero con una realidad invernal que deja en el pueblo alrededor de 10 vecinos. La alcaldesa del municipio al que pertenece el pueblo, Cimanes del Tejar, lamenta que este año se cierre la escuela «aunque he luchado para que no la desafecten con la esperanza de reabrirla», explica Pilar Gancedo, que refuerza sus argumentos con la evidencia de que «una escuela siempre es vida» y, además, ella es una maestra jubilada. «¿Quién va a creer más que yo en las escuelas rurales?».
Por ello, hace 16 meses fue recibida como una verdadera bendición la llegada al vecindario de Azadón de un nuevo habitante, un niño. Y 10 meses más tarde se repitió la situación, bendición doble.
Victorino y Óscar son, además, vecinos de todo el año; como sus padres, Judith y Daniel, por lo que estos dos niños se han convertido en una especie de «hijos de Azadón», los niños del pueblo, pues, como recuerda la alcaldesa «hacía 28 años que no se bautizaba ningún recién nacido en el pueblo, había sido una niña, Yaiza».
La madre, Judith, tenía raíces en Azadón, el pueblo de su padre, pero éste emigró a Barcelona con su familia «cuando solo tenía un año y allí hicimos la vida; aunque, como tantas familias, veníamos en verano».
Judith Palomo, técnica de Farmacia, también tenía su vida en Barcelona pero hace ocho se planteó un cambio en radical y regresar al pueblo, a Azadón. De un lugar cercano, Astorga, es Daniel González, el padre de Victorino y Óscar, que se han convertido en «los niños de Azadón».
También de Judith y Óscar, claro.
- Han pasado ocho años desde la decisión de venir al pueblo; ¿arrepentida de haberlo hecho?
- Ni mucho menos, todo lo contrario. Estoy feliz aquí, es lo que buscaba, un lugar ideal, tranquilo, paseamos con los niños, vamos andando hasta el pueblo de al lado, Llamas de la Ribera... creo que es el ambiente ideal para que los niños crezcan aquí.
- Mucha gente se queja de la vida en los pueblos...
- Podríamos hablar de inconvenientes, a veces con los pediatras y esas cosas, pero en general es lo que buscaba y, además, Azadón está a veinte minutos de León; ahí al lado está.
Carrizo y otros pueblos más o menos grandes en los que encuentras lo que necesitas.
- ¿Y estás con la alcaldesa en que te gustaría que fueran aquí a la escuela, o en Cimanes?
- Por supuesto, me parece lo ideal, una escuela con unos pocos niños sería un verdadero lujo.
Y mientras los alrededor de diez habitantes que quedan en el pueblo en invierno celebran la llegada de los dos nuevos vecinos, también había noticia esta semana en la misma localidad pues se le hacía un homenaje a una mujer que ha llegado al siglo de vida, Consuelo San Miguel Fernández. La broma era inevitable con la alcaldesa, si nacen niños y los que ya viven en Azadón llegan a los cien años... «el pueblo tiene que crecer» pero, reflexiona la alcaldesa, «por desgracia no es tan fácil, ya me gustaría».
Curiosamente, también Consuelo es de ese grupo que podríamos llamar como «los que vuelven al pueblo». También ella fue emigrante en Barcelona, allí conoció a su futuro marido, de Torrente de Cinca (en Huesca) y a ese pueblo se fueron a vivir, más de treinta años estuvo allí la leonesa, que se quedó viuda bastante joven.
Desde el año 2006 Consuelo está atendida por su sobrino, Faustino Fernández, y se trasladaron a vivir en Azadón. «Aunque tardamos un par de años en cambiar la cartilla y empadronada aquí está desde el año 2010».
En la actualidad sigue al cuidado de su sobrino, que ya supera los 80 años, quien explica que «hasta hace un año estuvo relativamente bien, comía y todo perfectamente, pero ahora dice que le hace daño la dentadura y ya es todo a base de purés».
Consuelo entiende y muestra emociones, sonríe a las visitas y a las felicitaciones por su siglo de vida pero también llora con frecuencia ante los recuerdos que le provocan algunos de los que pasan a verla, recuerdos de la vida pasada, de los antiguos vecinos...
Como se emocionó al ver a los vecinos de su pueblo reunidos en torno a ella en la tarde del sábado para celebrar su siglo de vida. Victorino y Óscar aún no entendían nada.