Se ha convertido con el paso de los años, y suma más de cien, en todo un oasis en el corazón del Barrio Húmedo de León, un bar de los que ya no quedan, de los de antes, de los que siempre hubo en la zona más popular de la capital leonesa, un bar de paisanos, de vinos y de vermús, de la mejor gastronomía leonesa, un fijo en la ronda de muchos leoneses, un bar en el que a los clientes se les conoce por el nombre que regentan hosteleros que aman su profesión entre otras cosas porque la heredaron de sus padres.
El Bar Besugo es una puerta al pasado. El 24 de abril de 2025 cumplirá ya 101 años, después de que el pasado 2024 el Ayuntamiento de León le rindiera un merecido homenaje como establecimiento centenario. El Besugo, se puede decir que como su propio nombre indica, empezó siendo una pescadería. Lo fundó un segoviano, Fernando Martín, con su esposa Irene, después de haber llegado desde su provincia hasta Vegas del Condado para buscarse la vida. Fue tratante de ganados, oficio que dejó a su hermano, y abrió una pescadería en un local que le gustó, situado en la calle Azabachería, y que pertenecía a un militar.
Pero en aquella época el pescado se ponía malo enseguida y, un poco de tapadillo, abrieron una casa de comidas en la parte de atrás. Al principio tenían miedo de que el dueño se lo prohibiera por los posibles ruidos pero, como el personal se portaba razonablemente bien, se lo permitió. Y hasta hoy.
Otra cosa, claro, es el nombre, curioso como pocos y que, mejor que nadie, explicó el mismísimo Francisco Umbral en su famoso libro ‘Crónica de las tabernas leonesas’: «Desescamando un besugo estaba Fernando Martin Voces cuando aquellos buenos parroquianos de la trastienda le tomaron el nombre al cacho de pez para ponérselo a la cantina. Son historias de hace treinta y seis años. Qué taberna aquélla, al costado de la pescadería, donde el vino se tomaba salobre, con regusto de mar y escamas, como en el bar de los puertos».
Sus actuales propietarios, Norberto Arribas y Fernando Martín, ambos nietos de los fundadores del establecimiento, añaden que uno de aquellos parroquianos a los que hacía referencia Umbral era conocido por sus dientes como ‘El Tiburón’ y que, al contemplar la escena dijo: «Si a mí me llaman ‘El Tiburón’ a ti tendrían que llamarte ‘El Besugo’. Y así quedó».
Va más allá Umbral y en su recorrido gusta de reflejar siempre una costumbre que es parte de la esencia del leonés, o al menos del leonés a esa difusa hora del vino que tan pronto puede empezar y tan tarde puede terminar, especialmente en lugares como el Besugo, que es un bar de rondas de vinos, sí, pero también un maravilloso restaurante: «Aquí saluda uno a Gavilanes, ese campeón del ajedrez leonés, y a otras muchas otras personas de respeto. Aquí saluda uno, casi casi, y con un poco de suerte, a todo León».