Sasi, El Arquímedes de Mondreganes, es uno de los inventores más singulares que tuvo esta provincia. Era manco y explicaba que él iba "inventando aquello que necesitaba"; por ejemplo, un sistema propio para que todas las funciones de un coche estuvieran en los pedales y conducir con la mano que tenía; un sistema para picar leña con una sola consistente en una cadena en la que solo colocaba el tronco y todo lo demás lo hacía la máquina; un carretillo para mancos y hasta un ascensor porque vivía en el primer piso y un día le dolían mucho las rodillas y pensó: "como no pueda bajar escaleras aquí quedo atrapado… y me hice el ascensor".
- ¿Fuiste a ver el funcionamiento de alguno en León o Palencia?
- Qué iba a ir a ver, los que salen en las películas, pero un ascensor se hace con la gorra.
Y después de decirlo saca un panel lleno de puntas, cuerdas y esas para mostrar cómo calculó las medidas, los pesos… que debía utilizar en su ascensor. Un profesor de la ULE que fue a ver el invento le preguntó si había ido a la escuela y Sasi le dijo que "lo justo… bueno, algo menos".
-¿Y sabe usted quién es Arquímedes?
- De por esta zona no me suena.
- Pues está usted aplicando exactamente el Principio de Arquímedes, sin conocerlo; es increíble.
Y así fue cómo Sasi se convirtió en ‘el Arquímedes manco de Mondreganes’, un hombre que inventaba aquello que necesitaba. O lo que le gustaba hacer, como relojes de madera para disfrutar a las 12 en punto escuchando cómo sonaban las campanadas exactamente igual que las del Parte de Radio Nacional.
El inventar ‘lo que necesitas’ parece que es algo muy habitual. "Hay patentes que cubren ideas revolucionarias y miles de inventores anónimos que ofrecen pequeñas soluciones a pequeños problemas", explicaba el profesor de la Autónoma de Madrid cuando, con otros dos colegas, presentó el primer archivo histórico de patentes y marcas.
Los casos de Angela Ruiz Robles, Martín Santos o Mariano Díez Tobar pueden ir ‘directos’ al apartado de ideas revolucionarias, pero también hay el León una variada gama de curiosas patentes que tienen detrás no menos curiosas historias de inventores, como el caso ya apuntado del citado Sasi.
Así la variedad de inventos, y citamos sólo algunos, puede ir desde el dedal; a una caja especial para mantecadas; un barco que no necesita timón ni combustible; un coche sin motor (el del Tigre de Villahibiera); una máquina de picar leña (de Ramón Cuesta); la barra antirrobo de periódicos que habrás visto en tantos bares y que su creador llamó 'perico-palo' y que también es del creador del corcho (tapón) de las botellas de sidra para poder escanciar sin salpicar ni una gota; un cantinero de Valdeteja, Gabi, profundizó en el invento; el chiflatón fue un invento de Lorenzo Otero y Eloy Carbajo, de Villar de Mazarife, anterior a la vuvuzela con pretensiones parecidas, hacerse oír en mitad de un ruido ensordecedor en espectáculos deportivos; un aparato para evitar que las aves se posen en los postes de alta tensión y quedar calcinadas allí (de Jacinto García); un sistema para ahorrar agua en las cisternas y hasta un mini-condón (preservativo masculino) de solo dos centímetros que, vaya por delante, no tuvo mucho recorrido. Y es que no todos los inventos fueron felices, ahí está el que Fernando Fernández presentó en sociedad en una Semana Cultural con gran expectación pues prometía "acabar con el lloro de nuestras mondongueras cuando pican la cebolla". La solución estaba en que hiciera el trabajo una motosierra pero no contaba el bueno de Fernando que al meter la espada en una masera llena de cebollas no quedó en el interior ni media pieza, salieron los gajos volando y ocurrió que no solo lloraron todos los asistentes sino que se perdió toda la cuantiosa compra realizada para el invento, varios orcos. A cambio, los asistentes podrán presumir de haber presenciado una de las primeras performances de la historia pues el inventor salió pertrechado con un indescriptible traje de plástico y casco de motorista.
Hasta el inventor de los chinos (del juego de los chinos) fue el pastor leonés Felipe Valdeón Triguero, de Bercianos del Real Camino. Su tataranieto, José Antonio Hidalgo, que se ha convertido en el guardián de la memoria del pastor y organiza campeonatos de chinos, explica cómo nació: "Contaba mi abuela que, a ese antepasado mío, un buen día, jugando con unas piedras, se le encendió la bombilla. Pensando que podría hacer un juego, invitó a otros pastores que estaban por allí a que cogiesen unas piedras con un tamaño adecuado para que éstas pudieran permanecer ocultas en una mano, sin que se notase al ojo, e ir adivinando cuántas había entre las de todos los puños".
Uno de los casos más curiosos de inventor (que patentó su obra y hasta fue premiado en la Exposición Nacional de Inventores de 1952) fue el de Belarmino Canseco, el padre del barco sin timón ni combustible. El corresponsal de La Vanguardia que cubría el evento escribió: "Cansado de andar por las salas encuentro al fin lo que buscaba. Aquí está don Belarmino Canseco. Al segundo hay que tomarlo más en serio. A lo peor, don Belarmino no ha inventado nada pero él se nos presenta como un verdadero inventor, con su invento decisivo —entre otros muchos— que mostrará a quien lo financie. No busca dinero, porque es un rico minero de León, busca protección.
- ¿Cuál es su principal invento?
- El del buque sin timón y sin hélice. Esto revolucionará el pilotaje actual.
- ¿Desde cuándo se dedica a este estudio?
- Desde la Primera Guerra Europea, aunque luego lo he perfeccionado.
- ¿Qué necesitaría pata aplicar su invento?
- Que me concediesen, por ejemplo, un barco viejo de nuestra Escuadra y lo convertiría en nuevo y algo original.
- ¿En qué se funda su invento?
- Llevo más de treinta años trabajando en él y más de veinte mil duros gastados. Quien quiera saber algo lo puede saber. Y nos ponemos a trabajar".
Tampoco llegó a buen puerto el invento, incluso llegó a escribir a Franco pero, lamentaba Belarmino, "igual no hice bien en hablarle del del metacentro de los cuerpos flotantes".
No le contestó.
¿Quién no ha visto en algún bar esas barras antirrobo para lectores de periódicos acostumbrados a llevarse unas hojas o el diario completo? Pues su inventor, Raúl González, que las bautizó como perico-palo, pronto comprobó el éxito de su invento pero un socio/comercial le arruinó y debió recluirse en la casa familiar de Millaró de la Tercia a buscar otro invento que le sacara del trance. Y lo encontró, el Gusidrín, un tapón para las botellas de sidra natural que evitaba las salpicaduras al escanciar; al margen de que todo el mundo podía ‘tirar’ sus culines de la rica sidra asturiana con mucha presencia en tierras leonesas.
En la misma linea un cantinero leonés, Gabi, del bar de Valdeteja, realizó otro invento para mejorar el escanciado de la sidra. En su caso fue una bomba aplicada a la botella que permite tirar con altura, comodidad y, lo que es mejor, bien golpeada".
Cierto que no todo fueron éxitos. Algunos de los inventos, como el mini-preservativo (de dos centímetros y medio) con ventosa y depósito, de Pedro Fernández, no parece haber cuajado. Tal vez requiere demasiadas maniobras en un momento muy delicado.