Vincenzo Penteriani trabaja desde comienzos de este siglo como investigador en el Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). En la actualidad, su actividad se enmarca en el Museo Nacional de Ciencias Naturales de Madrid, pero continúa trabajando con osos y nutrias en la Cordillera Cantábrica. A caballo entre Madrid, Asturias y León, realiza junto a su grupo de investigación del oso cantábrico una labor prevalente de estudio y seguimiento de estos plantígrados en el Alto Sil, localizada al norte de la provincia leonesa, en plena Cordillera Cantábrica. Sobre ella, cuenta el investigador que es un enclave donde «osos y humanos son perfectamente compatibles», dado que «ofrece muchísimos rincones en los que personas y osos nunca tienen contactos, o los contactos son muy esporádicos». Aun así, no pasa por alto las «las situaciones de conflicto» derivadas de esta convivencia.
En enero de este año, un apicultor se ponía en contacto con el Fondo para la Protección de los Animales Salvajes (Fapas) para comunicar las asiduas visitas de un oso a sus colmenares. Es uno de los conflictos más habituales, a lo que se suma, como indica Penteriani, el daño que producen en los árboles frutales o su acercamiento a núcleos humanos debido a «la presencia de fruta (sobre todo, en verano) o de basura depositada sin control alguno». El investigador hace hincapié en que «no hay que olvidarse de que nosotros somos una parte importante de estos problemas; si dejamos sin control esas potenciales fuentes de alimentación, luego no podemos quejarnos de que los osos las utilicen».
"No hay que olvidarse de que nosotros somos una parte importante de los problemas con osos"
Estos puntos de conflicto han servido de acicate para que la Fundación Oso Pardo, el Principado de Asturias y la Junta de Castilla y León –en colaboración con nueve de sus ayuntamientos, de los que tres son leoneses–, hayan puesto en marcha el Proyecto LIFE que tiene como objetivo favorecer la «coexistencia efectiva» de ambas especies en espacios donde hay un mayor número de ejemplares, como son las zonas de Villablino, Palacios del Sil y Páramo del Sil. Desde la fundación, advierten que «aunque el oso pardo cantábrico sigue en peligro, la especie se está alejando de la extinción, con alrededor de 370 ejemplares, según los datos del último censo en 2020». Su presidente, Guillermo Palomero, resume en una oración la premisa de la iniciativa: «Los habitantes del territorio se unen para mantener al oso alejado de los pueblos, un reto clave para asegurar el futuro de la especie».
Penteriani es contundente en las que considera las claves para asegurar ese futuro, que pasan primero por «evitar siempre que haya contactos cercanos entre osos y humanos». Un estudio publicado este año por el CSIC revelaba que las osas prefieren establecer su osera en lugares cercanos a las zonas de apareamientos para evitar los comunes infanticidios. El investigador explica que «acercarse a un núcleo familiar provoca la huida de la hembra y de sus crías de esas zonas más ‘seguras’ que otros sitios, donde el riesgo de tropezarse con machos distintos a los que han copulado con ellas es muy alto», aumentando así el riesgo de muerte de las crías. Para Penteriani, a pesar de que censos y estudios sobre la especie indican una tendencia demográfica al alza, «hay que recordar que todavía se trata de una población muy pequeña, totalmente aislada y, por lo tanto, amenazada».
Son distintas formas de afrontar el asunto. Mientras la Fundación Oso Pardo y los ayuntamientos colaboradores en el Proyecto LIFE plantean herramientas e iniciativas para alejar al oso de los núcleos humanos, Penteriani alude con sus palabras a la importancia de evitar el acercamiento de los humanos a esta especie «amenazada» en zonas como la Cordillera Cantábrica, que define como «una pequeña isla en medio de un entorno muy humanizado donde la aparición de cualquier evento estocástico puede parar y hasta invertir esa tendencia positiva en cualquier momento». Una extensión que, además, dificulta el «reemplazo de individuos desde otras zonas colindantes porque no hay. Los Pirineos están muy lejos y allí hay menos osos», añade.
Las principales acciones de la propuesta de la fundación, en colaboración con los ayuntamientos leoneses y asturianos, para asegurar la buena convivencia entre humanos y osos se enmarcan en tres líneas de trabajo, que pasan por la prevención, la gestión de interacciones y la puesta en marcha de campañas de sensibilización, información y educación ambiental en zonas donde la presencia de estos plantígrados es destacable y en centros escolares de veintisiete escuelas rurales, entre las que se encuentran algunas de la provincia. Mientras tanto, Penteriani habla de fomentar el respeto a la especie en zonas altamente modificadas por la presencia humana, como el Alto Sil de la Cordillera Cantábrica, donde su grupo de investigación ha ido realizando labores de captura y radiomarcaje para el estudio de su comportamiento.
"Si las observaciones son a distancia, el turismo osero puede ser un nueva forma de economía local"
El investigador ve en el turismo osero una oportunidad para que la población media comprenda mejor el comportamiento de la especie. Aunque con matices. «En estos últimos años, debido al aumento de la población de osos cantábricos, hay siempre más personas que visitan la Cordillera para ver osos», dilucida: «A ese fenómeno ha seguido la creación de varias empresas que llevan a estos turistas a ver osos; en particular, a observar a las hembras con crías, que son las más buscadas». Explica que «la Cordillera es un buen sitio para observar osos desde la distancia, pero no es en absoluto un sitio donde se pueden tomar fotos de cerca de los mismos» y sostiene: «Si las observaciones ocurren a distancia, el turismo osero puede representar una nueva forma de economía local, siempre y sólo cuando no haya interacción ninguna con los animales». Cuenta que su grupo tiene constancia de casos en los que una hembra se ha alejado de su osera debido a las molestias humanas, provocando la pérdida de su cría: «En este caso, el o los responsables de estos actos tendrían que ser castigados por ley de la misma forma que un furtivo, ya que el efecto es el mismo: la muerte de un oso».
Sobre las pautas o recomendaciones que deberían seguirse para ejercer un turismo osero que no afecte negativamente a los plantígrados, Penteriani es, de nuevo, contundente: «Lo más importante es no tener ninguna interacción con el oso que se está observando; es decir, no influir de ninguna forma en su comportamiento». Refiere la «distancia» y el «silencio» como elementos clave para un buen turismo osero. «A veces, estos puntos de observación osera son una fuente de intenso ruido sonoro que puede llegar hasta los osos», termina con su aclarción: «A menudo, muchas personas se olvidan de que están en un entorno natural observando un animal selvático y no en la Puerta del Sol de Madrid o en el Barrio Húmedo de León».