El profesor que sacaba información hasta a las esquelas

Bernardino M. Hernando es un sabio bondadoso imposible de olvidar, por sus alumnos y sus vecinos de Mansilla, a los que regaló su gran biblioteca

03/11/2024
 Actualizado a 03/11/2024
Bernardino Martínez Hernando ante una parte de su extraordinaria biblioteca, la mayoría de sus libros se los donó a su pueblo, Mansilla de las Mulas. | L.N.C.
Bernardino Martínez Hernando ante una parte de su extraordinaria biblioteca, la mayoría de sus libros se los donó a su pueblo, Mansilla de las Mulas. | L.N.C.

Parece imposible creer que haya un profesor del que no hable mal nadie. Ni alumnos, ni compañeros, ni aprobados ni suspensos. Pues existió, era leonés de Mansilla de las Mulas, falleció en 2019 y se llamaba Bernardino Martínez Hernando, histórico profesor de la Facultad de Periodismo de Madrid (donde nadie habla mal de él). Y muchas cosas más (como colecconista de esquelas). 

Bernardino M. Hernando (la firma M. Hernando no esconde ningún ánimo ‘comercial’ sino un homenaje a quien siempre consideró su maestro y que firmaba Antonio G. de Lama) dejó profunda huella en León antes de irse a Madrid. Como su maestro G. de Lama fue "avalista" ante las recelosas autoridades de un grupo de poesía, siempre sospechosos de contubernios. G. de Lama lo fue de 'Espadaña' y M. Hernando de 'Claraboya', pues eran tiempos en los que el aval de un cura —aunque fuera algo revolucionario— tenía su peso, hasta donde era posible pues cuando Fraga ordenó su cierre no hubo aval que valiera. También dejó su huella en la formación y programación cultural de otro singular club leonés: El Forecu, curioso nombre que anunciaba sus intereses: Formativo, Recreativo y Cultural. 

El profesor leonés dio el salto a Madrid, pero jamás olvidó su tierra. Regresaba a León y Mansilla con frecuencia, regaló a su pueblo una espectacular biblioteca, ya que fue crítico literario de varias revistas especializadas y gran lector, que ahora lleva su nombre (por cierto, también se llama así la biblioteca de la Asociación de la Prensa de Madrid). Y tampoco olvidaba sus raíces de hijo de un recordado músico popular de la comarca, por lo que regaló al Museo de los Pueblos Leoneses el acordeón que tocaba su padre.

Pero al margen de lo ‘legendario’ de sus clases en la Facultad de Periodismo —llevaba a sus alumnos a su casa con frecuencia para debatir— hay una afición de Bernardino M. Hernando que hacía que cada año por estas fechas hacía obligada la conversación y el reportaje con él: Era coleccionista de esquelas, desde hace varias décadas. Aunque él lo explicaba: "Lo hago como curiosidad, pero sobre todo, como material para mis clases; las esquelas contienen una importante información que los periodistas no pueden despreciar. Así se lo demuestro en las clases, especialmente por estas fechas".

Y no solo lo demostraba en las clases. También lo dejó escrito en un impagable trabajo titulado ‘La muerte mensajera :Las esquelas de defunción como elemento informativo’. En las primeras lineas ya ofrece un ejemplo de lo que anuncia: "El día 30 de marzo de 2001 moría en Barcelona, a los 71 años de edad, Pedro Cuatrecasas Sabata, prestigioso abogado, fundador y director de un conocido bufete internacional. Otras presidencias, consejerías y cargos hacían del difunto un personaje muy importante. Prueba de ello, las cinco esquelas de buen tamaño que aparecieron en el diario madrileño ABC al día siguiente, 31 de marzo. Sin contar las muchas más de otros periódicos. Limitémonos a ABC, uno de los principales soportes nacionales de este interesante género híbrido que son las esquelas de defunción. Tres de las cinco esquelas de ABC eran convencionales, con los datos habituales: fechas, cargos, familia, deudos... Pero dos escapaban a esa convencionalidad: tras el nombre completo decían:

Presidente, amigo y compañero. Pedro, supiste ser generoso; tu vida ha sido una entrega de afecto, enseñanzas y, sobre todo, humanidad. Nos has ayudado a conseguir el presente y a preparar el futuro. Has sido un ejemplo de cómo amar la vida. Pedro, has hecho ‘tus deberes’ y ya puedes descansar tranquilo. Tus amigos y colaboradores de despacho siempre estaremos en deuda de afecto contigo. Gracias, Pedro". 

Recuerda el leonés en su trabajo que "las esquelas son una de las secciones con más fieles entre los lectores", por lo que no se pueden despreciar. Y no siempre son los familiares o empleados los que las publican, hay quien deja escrita y pagada su propia esquela, para asegurarse el mensaje final: "Don Alejandro Martínez Gil, Sacerdote de Jesucristo, falleció en Madrid el 11 de mayo de 1984. D.E.P..

Con esta esquela, redactada por él mismo para ser publicada después de su entierro, suplica con cariñoso ahínco a cuantos de veras le quisieron que rueguen a Dios por el eterno descanso de su alma; y les promete que si ha tenido la dicha de ser acogido en el seno del Padre, pedirá para ellos copiosas bendiciones". (Ya, 13-V-1984)

Habla también de esquelas "exarcebadas" y así hay quien insiste en hacerse presente no solo en el primer aniversario, habitual, va mucho más allá: "500 Aniversario de Don Enrique IV, Rey de Castilla, Señor, amigo y bienhechor de nuestra Segovia" (publicado en un periódico segoviano el 12 –XII -1974) o con el "IV Centenario del Nacimiento de Don Pedro Calderón de la Barca a quien recuerda la Congregación San Pedro Apóstol de Presbíteros Seculares naturales de Madrid" desde una esquela publicada en ABC el día 1 de octubre de 2000.

Otro caso curioso es el de los nombres, que también tienen en el ABC el mayor número de esquelas llamativas:

  • Doña Socorro María de Malpica González de Romo de Rojas y Asconegui de Capriles (ABC, 20-XI-1962)
  • D. Vicente Bertrán de Lis y Pidal Gurowski y Chico de Guzmán (ABC, 21-III –1988)
  • Doña Margarita Coello de Portugal y Bermúdez de Castro Pérez del Pulgar y O’Lawlor (Ya, 16-XII-1975)
  • Don Fernando Fernández-Monzón de Altolaguirre Carrión y Gavarret-von Böhrreichenau (ABC, 31-I-1997); pero con estos largos nombres ocurre con frecuencia una singular ironia, cuando entre paréntesis aparece el nombre con el que conocían al fallecido sus amigos. Y después del eterno nombre (por largo) se leía entre paréntesis: Cuqui o Lita. 


Otras veces no se remataba con un apodo, sino con una indicación de la condición del fallecido. Ofrece Martínez Hernando una curiosa selección:

  • Don Carlos González-Serrano, trabajador -escritor y soñador (ABC, 18-III-1989)
  • Don Modesto Vidal Bernaldo (Tito), hombre de bien (ABC, 24-XII-2000)
  • Manu Gascón, teilhardiano octogenario, estudiante de psicología traspersonal (ABC, 31-VII-1998)
  • Doña Paula Calero Monterrubio, madre abnegada (ABC, 31-V-1998).


Algunos han querido llevar sus códigos hasta la propia tumba; son habituales las frases grandilocuentes en caballeros legionarios. "Si leemos en una esquela (ABC, 23-I-1984): Fui el novio de la muerte, la estreché con brazo fuerte y mi amor fue mi bandera", tenemos una referencia nítida del difunto aunque nada más se nos diga.

Pero no falta alguna de estas frases que resulta realmente desconcertante. Para una de ellas no vamos, por una vez,  al ABC sino a El País del 31 de mayo de 1999, en la esquela de un ‘señor ingeniero’ en la que se podía leer: "Fue peor el remedio que la enfermedad". En ella Bernardino también ironizaba: "En ésta, más que información habría que poner en marcha un equipo de investigación".

Y la esquela de Bernardino Martínez Hernando, el 15 de septiembre de 2019, no añadía nada más que un dato que decía poco, que tenía 84 años, él que obligaba a los alumnos a que le tutearan pues "si me tratan de usted me hacen muy mayor. Y yo ya sé que lo soy, pero no hace falta que me lo recuerden". 

¿Qué trabajo les había costado poner junto a su nombre "bueno y sabio"?

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