El profesor leonés Manuel Velasco (Toreno, 1982) es un referente para muchos otros maestros y familias gracias a los consejos y recursos pedagógicos que publica en sus blogs y redes sociales. Acumula ya varias distinciones, como el Premio Nacional de Magisterio, que obtuvo en 2018, y lleva 20 años como maestro de Infantil y Primaria en el Colegio Santa Teresa de León. Este jueves presentará en la Fundación Sierra Pambley (19:00 horas) su quinto libro, ‘Educar con las otras TIC: tiempo, interés y cariño’ de la editorial Grijalbo.
– ¿A quién va dirigido su nuevo libro ‘Educar con las otras TIC’ y qué podemos encontrar en él?
– Cierto es que en un principio empecé a escribir pensando principalmente en que los destinatarios de mis palabras fuesen los docentes y las familias, pero creo que todo lo que se puede hallar en él es aplicable a cualquier ámbito de nuestras vidas y a cualquier profesión. No he escrito este libro para intentar convencer de nada a nadie, sino simplemente para contar todo aquello de lo que vivo plenamente convencido, para compartir mi forma de ver la educación, entendiendo siempre que existen otras formas de verla tan válidas o mejores que la mía. También porque, de una u otra manera, necesitaba leerlo. En sus páginas se puede descubrir que el secreto para educar no es otro que propagar un efecto basado en el optimismo, en la búsqueda de soluciones, en el tiempo, en las emociones y en la confianza.
– Este no es su primer libro sobre herramientas educativas, ¿cuál es la novedad que destaca en este?
– He publicado, con este, cinco libros: ‘Soñando personas’, ‘La pandilla ON’ (álbum ilustrado), ‘Diccionario de personas especiales’ y ‘Sé lluvia’.La novedad que introduce este libro es que en él vuelco todos mis años de experiencia como padre y como docente. Es un libro que te hace darte cuenta de que es un buen momento para parar y para volver a pasar por nuestro corazón todas esas cosas evidentes y cotidianas que dan sentido a la educación. Es un buen momento para recordar. Como dice el escritor francés André Gide: «Todo lo que necesita decirse ya se ha dicho. Pero, como nadie estaba escuchando, todo tiene que decirse de nuevo». A lo largo del libro intento decir todo aquello que creo que nunca se nos debe olvidar. Para ello, utilizo mi propio estilo, empleando diferentes metáforas, símiles, aforismos, analogías, juegos de palabras y algunos versos en vertical que en ningún momento aspiran a ser poesía. ¡Eso son palabras mayores que hemos de dejar para los que tienen tal don!
"Los alumnos son mucho más que notas y tareas, son almas que esperan ser vistas y escuchadas"
– ¿Cómo define ese efecto purpurina que menciona en el libro? ¿Y cómo ha comprobado que funciona?
– La innovación, la actitud, la motivación, la creatividad, los valores y la buena educación pueden propagarse de unas personas a otras, de unos centros educativos a otros, de unas familias a otras, como la purpurina. Recuerdo mis clases de plástica en Educación Primaria realizando trabajos con purpurina, intentando pegarla dentro de determinadas figuritas y procurando recogerla en el bote al terminar. ¡No te la podías quitar de encima! Luego tocabas a un compañero y se la llevaba puesta. Pues bien, con la innovación, la actitud, con la motivación, con la creatividad, los valores y con la buena educación de la que hablamos pasa como con la purpurina: en cuanto la sacas del bote, ya no hay manera de volver a meterla toda en él. No hay forma de contenerla, de evitar que se propague, de evitar que brille... ¡Le das un beso o saludas a alguien y se la lleva puesta de regalo! Todo comienza y se extiende gracias al ‘Efecto Purpurina’, en educación y en la vida. Es muy fácil de comprobar en cualquier momento y en cualquier sector. Todo se inicia abriendo esos botes de purpurina presentes en cualquier centro educativo, presentes en cualquier hogar.
– ¿Quién o qué le inspiró la filosofía educativa que defiende? ¿Evoluciona su pensamiento a medida que crecen los niños y niñas?
– La filosofía educativa que defiendo se nutre de muchas fuentes: de mis propios alumnos, de mis compañeros, de mi centro educativo, de grandes referentes para mí como Miguel Ángel Santos Guerra, de mi faceta lectora e investigadora, de mis ganas por aprender y mejorar para dar a mis alumnos todo aquello que se merecen. Lo que evoluciona no es mi pensamiento, son los propios niños, los alumnos y eso hace que cada etapa educativa deba ser considerada y tenida en cuenta atendiendo a sus características y necesidades particulares. En cada aula, detrás de cada pupitre, se esconde un universo por desvelar. Nuestros alumnos son mucho más que notas y tareas; son almas que esperan ser vistas y oídas, que necesitan que alguien esté ahí para ayudarles a descubrir sus alas y para que puedan, en algún momento, alzar el vuelo. Pero... ¿cuántas veces nos detenemos lo suficiente como para realmente verlos? ¿Cuántas veces afinamos nuestros oídos para escuchar las melodías únicas que cada uno de ellos nos quiere tararear o cantar? Cada día que pasa estoy más convencido de que la educación es un arte en manos de tejedores de alas y de exploradores de cielos. En eso se basa mi filosofía educativa.
"Nos preocupamos mucho por cómo los jóvenes usan la tecnología y nosotros los adultos no damos ejemplo"
– ¿Son más difíciles de educar los niños y niñas de hoy en día? ¿Y ‘educar’ a los padres es también más difícil?
– Simplemente es diferente como otras tantas cosas lo son si las comparamos con tiempo pretéritos. Lo que está claro es que el impacto de los dispositivos digitales en el cerebro de nuestra infancia está condicionando el proceso educativo. Cada vez están llegando a nuestras aulas y viven en nuestros hogares lo que he venido a llamar alumnos e hijos modo avión. Cada vez, por desgracia, a edades más tempranas. Ni reciben ni emiten, pero están encendidos. Es como si por las mañanas se produjera una proyección astral en la que muchos de nuestros hijos y alumnos envían su cuerpo a las aulas dejando su alma en la cama, ¿verdad? Más o menos, a la hora del recreo el alma viaja al aula para conectarse con el cuerpo, pero ya se han perdido unas horas muy valiosas y eficientes para el aprendizaje. Este es un tema muy recurrente y los adultos debemos hacer autocrítica. Muchos de nuestros hijos y alumnos están en modo avión o directamente apagados, ¿por qué? ¿Toda la culpa es suya? Creo que estamos muy preocupados por cómo nuestros jóvenes utilizan la tecnología y muy poco preocupados por cómo nosotros como sociedad adulta la estamos utilizando. ¿Cómo lo hacemos? Pues la verdad es que no muy bien y no debemos olvidar que la asignatura de la que más aprenden siempre se llamará ejemplo. Solemos señalarlos muchas veces por estas razones, olvidándonos de que cuando señalamos a alguien, siempre, siempre, siempre tres dedos nos señalan a nosotros. Respondiendo a la segunda pregunta, lo tengo claro: Todo lo que las familias tiren sobre el tejado de los centros educativos caerá sobre la cabeza de sus hijos y todo lo que los docentes tiren sobre el tejado de los hogares caerá sobre la cabeza de sus alumnos. ¿Entonces? Estar unidos, ser aliados y estar comprometidos es y será siempre el camino a seguir.
– ¿Cómo se pueden fijar los roles educativos del maestro frente a los que debe asumir la familia?
– En el ámbito educativo, vivimos inmersos en una gran pirotecnia llamada «TPM» (Tecnológica, Pedagógica y Metodológica). Esta pirotecnia deslumbra mucho, pero no alumbra nada. Día a día, curso tras curso, como ya dije, saturamos nuestras aulas y nuestros hogares de demasiados experimentos y cachivaches, haciendo que este abarrotamiento nos lleve por derroteros confusos que nada o poco tienen que ver con la educación. Creo firmemente que más vale poco para aplicar y saborear que mucho para adornar y maquillar. La verdad es que, al final, tanto en educación como en la vida, más importante que elegir es saber deshacerse de lo que sobra. Y sobran muchas expectativas y demasiadas responsabilidades que se cree que la escuela debe asumir en solitario. Educar es un verbo que ha de conjugarse siempre en primera persona del plural porque todos educamos y debemos colaborar en la dicha tarea. Cada uno haciendo lo que le corresponde y ayudándonos allí donde sea necesario.
– ¿Dónde está el equilibrio para que la tecnología aporte aspectos positivos a la educación de los niños y niñas?
– Para mí, la tecnología es un gran tren que nos puede llevar a sitios maravillosos, pero las vías por las que ha de circular dicho tren siempre se llamarán pedagogía. La tecnología está al servicio del aprendizaje, nunca al revés. Es algo que debemos tener siempre muy presente. Lo tengo muy claro, me gusta que mis alumnos utilicen la tecnología, pero no me gusta nada que la tecnología utilice a mis alumnos. Por este motivo, debemos fomentar su espíritu crítico para que sean capaces de ver los peligros escondidos de las TIC y para que aprendan a utilizarlas con sensatez. Recordad que la tecnología sin un propósito claro es un auténtico despropósito; que la tecnología sin metodología es simple y cara cacharrería que poco o nada pinta entonces en nuestras aulas y en nuestros hogares. Ahí está el equilibrio, en el propósito y en el sentido común.