Mismo objeto de debate e igual resultado: tablas. El síndico municipal y el representante del Cabildo Isidoriano se han citado en el claustro de la Basílica de San Isidoro para participar en la tradicional ceremonia de las Cabezadas, en la que expusieron con gracia sus argumentos para defender sus posturas contrapuestas sobre qué les lleva cada último domingo de abril a este templo leonés. “Acudimos a esta santa sede para dar las gracias. El pueblo de León viene libre y voluntariamente”, remarcó el síndico municipal, Vicente Canuria, a lo que el representante del Cabildo Isidoriano, Manuel García, replicó que asisten “por imperativo”, para cumplir con una obligación adquirida.
Durante el acto, Canuria hizo referencia a los ya “famosos” calcetines de colores del alcalde, José Antonio Diez, que les entregó como presente con el “visto bueno” del regidor para “modernizar la estética” del Cabildo, con el que se comprometió a que seguirán acudiendo a esta cita y “manteniendo la colaboración en el futuro” para dar las gracias al santo, aunque “ni por foro, costumbre, tradición o voto. He dicho”.
“Somos enanos en hombros de gigantes, que son nuestros antepasados”, recordó Manuel García, para el que como “eslabones de una larga cadena”, quienes acuden a participar en este evento actúan como “mantenedores” de una tradición a la que deben unirse “los eslabones siguientes” para que siga viva. Aseguró también haber estado “inquieto” pensando en si a alguien se le ocurría proponer que se tratara de una fiesta “sostenible, transversal o vegana”. Por eso respiró aliviado incidiendo para terminar en ese “imperativo”, en la obligación que aseguró que pesa sobre el Ayuntamiento de entregar en esta ceremonia al Cabildo un cirio de una arroba y dos hachones de cera.
Canuria recordó la historia tras este evento, cuando en 1158, tras una “pertinaz sequía”, se decidió sacar en procesión los restos del santo. Se desató la tormenta y estos “se tornaron tan pesados” que no pudieron ser devueltos al templo. Esto llegó a oídos de doña Sancha, “que oró y ayunó durante tres días” hasta que estos volvieron a ser tan ligeros que entre “cuatro niños levantaron las reliquias”. Entonces se acordó la entrega anual de esa ofrenda por parte de los representantes del pueblo, el Ayuntamiento, pero el síndico incidió en que esta se cumple “libre y voluntariamente”. En su discurso recordó las palabras de un “maestro”, que cuando daba sus primeros pasos en Derecho decía a los letrados que “para decir berza, no hace falta recorrer toda la huerta” y les reprochó el seguir manteniendo su “testarudez” porque no existe “ninguna imposición” en este ofrecimiento.
Manuel García agradeció al síndico el haber citado el “trasfondo religioso” de este acto porque recordó que “rara es la localidad que no honra a una virgen, cristo o santo en forma de fiesta”. Afirmó que San Isidoro “dejó una gran semilla cultural” en esta tierra y que el Reino de León fue uno de los “más destacados en la época medieval”, y que hace poco el rey Felipe VI hacía referencia a la importancia de “los decretos de León” que han hecho de esta la Cuna del Parlamentarismo. “Nuestros antepasados, que conocían bien el valor de la ley, establecieron que por imperativo se debía entregar esta ofrenda de un cirio y dos hachones”, subrayó.
"Fiesta de los cabezotas"
Canuria advirtió que cuando supo que ejercería como síndico en esta celebración sintió un “enorme orgullo”, pero también una “gran preocupación”. “Si voy a hacer el ridículo espero no hacerlo mucho tiempo”, apuntó, para advertir que “los datos no les dejan muy bien parados en cuanto a esa obligación” y que mientras se documentaba para el acto encontró un artículo en el que se afirmaba que Lucas de Tuy, a quien se debe el relato del origen de esta ceremonia era un “falsificador”. “Vi el dato y me puse nervioso”, dijo. Lo consultó con el alcalde, que afirmó que con sorna le contestó: “¿Era santo? Si no lo era puedes decir de él lo que creas oportuno”. Así, insistió en que esa “obligación” es algo que “no se puede probar”. Por eso, indicó que más que cabezadas esta parece “la fiesta de los cabezotas”.
El representante del Cabildo Isidoriano contestó a Canuria que sabe que es “aficionado al ciclismo” y que en esta ocasión “me temo que ha tomado una ruta equivocada”. No obstante, tiró de refranero para señalar que, aunque “predicar en el desierto es sermón perdido”, debe insistir en que “la cortesía no paga deudas” y que él, como licenciado en Derecho, debería saber que la ley se basa en códigos y que la costumbre también forma parte de la ley”, por lo que esta ofrenda, que ya es costumbre, se ha convertido en una “obligación”. Manuel García buscó convencer al edil recordándole otra “afición” suya, la pesca, en la que advirtió que “tan importante es la caña como el anzuelo y el cebo”.
La IA, entre los argumentos
La inteligencia artificial IA también se coló entre los argumentos. Fue el síndico municipal el que dijo que la había consultado para conocer el motivo del “gesto final del abad al despedirse”, cuando recordó que levanta un pie y que esta le contestó que simboliza la “buena colaboración y la humildad del abad, así como el respeto hacia las autoridades civiles”. “No sé si le convencerá, pero como buen abogado intentaré llegar a un acuerdo porque más vale un mal acuerdo que un buen pleito”, zanjó. No fue posible, el próximo año se repetirá el debate.