Caléndula hará más eficiente la nueva PAC

El Centro de Supercomputación participa en un proyecto europeo que busca medir las aportaciones de la agricultura al medio rural, dotado con 4,5 millones de presupuesto

C. Centeno
01/12/2019
 Actualizado a 01/12/2019
Álvaro Fanego, responsable de proyectos de Scayle, y Vicente Matellán, director del centro de supercomputación. | SAÚL ARÉN
Álvaro Fanego, responsable de proyectos de Scayle, y Vicente Matellán, director del centro de supercomputación. | SAÚL ARÉN
El Centro de Supercomputación de Castilla y León (Caléndula) participa desde el pasado mes de septiembre en un proyecto europeo que pretende hacer más eficiente la nueva Política Agraria Común (PAC) a partir del año 2020.

El ‘superordenador’ situado en el edificio CRAI-TIC de la Universidad de León trabajará coordinado con otros dos centros de supercomputación de alto rendimiento situados en Italia y en Polonia para apoyar a cuatro agencias pagadoras de la PAC –Tragsa en España, Agea en Italia, Opekepe en Grecia y NPA en Lituania– con el objetivo de que estas ayudas europeas mejoren la respuesta a los retos actuales y futuros, como el cambio climático o el relevo generacional, al tiempo que siguen apoyando a los agricultores europeos en favor de un sector agrícola «sostenible y competitivo", defienden en la presentación del proyecto.

"La idea es que la nueva PAC pretende no solo primar la producción y la superficie, si no también otra serie de contribuciones que se hacen desde el mundo rural a toda la sociedad, como la captura de carbono y ese tipo de cosas", explica Vicente Matellán, director del Centro de Supercomputación de Castilla y León. Así, el proyecto Open IACS busca que "aprovechando las infraestructuras de supercomputación europeas", los registros agrícolas y las imágenes de satélite que ya existen se unifiquen para que "sea más eficaz el control y el análisis de los datos", que también "requieren un cálculo", asegura. Porque en la actualidad, cada país y cada agencia pagadora cuentan con unos recursos diferentes.

El programa, impulsado por la Universidad Carlos III de Madrid, cuenta con un presupuesto global de casi 4,5 millones de euros, de los cuales 537.140 se destinarán al desarrollo del trabajo en el Supercomputador de Castilla y León. Para ponerlo en marcha, habrá tres contrataciones nuevas a las que se sumará la dedicación parcial de parte de la plantilla con la que ya cuenta el centro. El periodo de ejecución se extenderá durante tres años y, por el momento, se está definiendo el papel que va a tener cada supercomputador para tratar de "estandarizar" la información para la PAC.

Primero las agencias pagadoras tienen que saber qué datos van a necesitar, antes de meternos en recursos de cálculo "Primero las agencias pagadoras tienen que saber qué datos van a necesitar, antes de meternos en recursos de cálculo", explica Álvaro Fanego, responsable de proyectos en el Supercomputador leonés. "Dentro de dos años es cuando probablemente obtengamos resultados", confirma.

El principal objetivo del Open IACS es la creación de una infraestructura común que contribuya a la gobernanza agroambiental de la PAC y recoja datos relacionados con la contribución de la agricultura al medio ambiente y a la sociedad en general. «El fondo del asunto es poder medir esa serie de aportaciones que se hacen desde el campo y que van más allá de la propia producción», aclara Matellán. Porque los principales factores que se pretenden medir con este proyecto son medioambientales, aunque la infraestructura común facilitará que en un futuro se puedan contabilizar otro tipo de factores a la hora de pagar. «Cuántas patatas se han producido, pero también cuánto se ha limpiado el campo, cuánto CO2 se ha producido o cuánto hemos ahorrado al no traer esas patatas de Brasil», ejemplifica Matellán.

Además de la creación de esta infraestructura común que aglutine y enlace datos de todos los territorios que se benefician de esta Política Agraria Común, el proyecto tiene una serie de objetivos específicos para llegar a la puesta en marcha de este fin. Entre ellos, se encuentra diseñar una red de punto final interoperable de datos abiertos vinculados teniendo en cuenta la información para la gestión agroambiental de las políticas agrarias, incluidos los modelos de sostenibilidad con los indicadores asociados para el seguimiento de los resultados de la política agrícola y medioambiental referidos, por ejemplo, al agua, la biodiversidad, el suelo, el clima y el paisaje para la agricultura.

Uno de los primeros pasos será la unificación de las fuentes de datos ya existentes (como los registros de explotaciones, las declaraciones geográficas de la PAC o las imágenes del satélite Copernicus Sentinel) mediante la cartografía, la relación y la alineación de estos datos con un método común.

Entre los indicadores que se medirán destacan la contribución a la mitigación del cambio climático y a la adaptación a sus efectos, así como a la energía sostenible. Además, se pretenden contabilizar el desarrollo sostenible y la gestión eficiente de recursos naturales como el agua, el suelo y el aire. Por último, también se incluye la protección de la biodiversidad, mejorar los servicios de los ecosistemas o conservar los hábitats y los paisajes.

Todos estos factores llegarán a través de diferentes fuentes de datos, sobre los que se realizarán los diferentes cálculos, con el fin último de que puedan aplicarse en la realidad.

El proyecto «tiene un cierto componente de investigación», destaca Matellán, porque esto «no se está haciendo». «Estos últimos años ha habido investigaciones de cómo medir cuánto CO2 captura el terreno, etcétera, pero ahora hay que hacerlo de verdad, teniendo en cuenta lo que hay en cada parcela», sostiene. Por ello, junto a las agencias pagadoras y a los tres centros de supercomputación europeos trabajarán la Universidad Carlos III de Madrid, impulsora del proyecto, y dos entidades italianas, Ispra y Crea.

«El campo es muy diverso», explica Matellán, por lo que «hay mucha casuística». «No es lo mismo hacer un trabajo de investigación sobre un trozo de la selva que parcela por parcela, producción por producción, a 900 metros de altitud o a nivel del mar», ejemplifica, por lo que «hay que ver si lo que calculan los ordenadores luego los expertos lo validan sobre el terreno», asegura. Es decir, los supercomputadores hacen una serie de cálculos a raíz de la información obtenida de las diferentes fuentes de datos «pero tiene que haber una persona que sobre el terreno ratifique lo que han dicho los modelos del ordenador, para demostrar que eso es verdad», aclara. Porque es que esta red «se pueda utilizar normalmente» para que, después, «la UE y las agencias paguen de forma adecuada y sabiendo por lo que están pagando».

Porque «trasladar las investigaciones a la puesta en marcha también es parte de nuestra misión», defienden los responsables de Caléndula.
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