Canessa: "La carne humana sabe a vaca"

Roberto es uno de los supervivientes de la tragedia de los Andes de 1972. Este jueves llega a León de la mano de EspañaDuero para insuflar optimismo a los emprendedores

T. Giganto
11/07/2017
 Actualizado a 19/09/2019
Roberto Canessa, uno de los supervivientes del avión que se estrelló en los Andes en 1972.
Roberto Canessa, uno de los supervivientes del avión que se estrelló en los Andes en 1972.
"Sentir que es un soplo la vida, que veinte años no es nada...". La canción de Volver de Gardel sonó en la Cordillera de los Andes el 23 de octubre de 1972. Habían pasado diez días desde que un avión en el que viajaba un equipo de rugby de Uruguay se hubiera estrellado allí, con 45 tripulantes a bordo y a 4.000 metros de altitud. El panorama era desolador pero 16 personas se mantenían con vida y con ganas de vivir, por lo que se empeñaron en hacer funcionar un transistor. Lo primero que sonó en él fue eso, que "las nieves del tiempo platearon mi sien", que dice la canción de Volver, aunque de eso había pocas posibilidades. Roberto Canessa, que por entonces tenía 19 años y fue uno de los supervivientes, volvió para contarlo y ahora es cardiólogo de niños. Él fue uno de los que se echó la esperanza a la mochila y se puso a andar por los Andes buscando ayuda para conseguir salir de allí. Lo lograron y su experiencia, llena de optimismo, le hace ahora recorrer el mundo insuflando fuerza. El día 13 estará en el Auditorio Ciudad de León a las 19:30 horas de la mano de Caja EspañaDuero para contar que tenía que sobrevivir.

Roberto Canessa es uno de los 16 supervivientes de la tragedia y milagro de los Andes. Por aquel entonces jugaba al rugby y estudiaba segundo de medicina. «Puedes estar un día de camino a un partido de rugby y en el momento siguiente puedes estar en un accidente de avión rodeado de amigos muertos», cuenta. Las condiciones en las que pasaron aquellos dos meses fueron extremas: "Fue necesario desarrollar una sociedad adaptada a la nieve donde no había agua y había que hacerla, y donde no había comida, y teníamos que comer a los muertos", relata Roberto a través de una llamada, a pocos días de pasar por León, donde contará con detenimiento su vivencia. Para salir de aquella, tuvieron que comer la carne de sus amigos muertos. "No quedaba otra si queríamos estar con vida", dice. Recuerda que «la carne humana sabe como a vaca» y reconoce que después de aquello no ha vuelto a vivir nada tan duro como el accidente y las semanas posteriores ni nada tan bonito como volver a casa.

No había agua, y tuvimos que hacerla. No había comida y tuvimos que comernos a los muertos
Entiende que muchos recuerden la tragedia por el hecho de que los supervivientes se alimentaron a base de la carne de los fallecidos pero él se lleva la supervivencia al terreno de la perseverancia personal. "A mí lo que me sorprendió es que cuando peor no podía estar porque habían suspendido la búsqueda, se nos vino un alud de nieve encima y me enterró vivo", recuerda.

Canessa es consciente de que perdió la esperanza más de una vez pero siempre acababa encontrando de donde sacar la fuerza. "En esos momento tan terribles el hombre acude a Dios, por lo menos en mi caso. Aprendes a valorar que no hay que esperar a que se te caiga el avión para darte cuenta de lo que bien que estabas. No valoramos lo que tenemos. La vida nos da más de lo que necesitamos y hacemos menos de lo que podemos. Tienes agua para tomar, una cama para dormir...depende de ti. Nopuedes quedarte quieto a esperar al helicóptero porque nosotros tuvimos que salir a buscarlo", recuerda. Y es que él y otro superviviente pasaron más de diez días buscando ayuda porque en ese mismo transistor en el que escucharon a Gardel, también escucharon que suspendían las labores de búsqueda. Nadie iba a ir ya a rescatarlos y les daban por muertos. Pero seguían vivos y querían volver a casa. Encontraron entonces a un arriero que dio la voz de alarma. A quienes habían dado por muertos en todo el mundo, seguían vivos. Hoy es Roberto Canessa quien se siente un poco como aquel arriero en su trabajo como cardiólogo de niños. "No nos damos cuenta de lo lindo que es lo que tenemos. Ahora puedo yo ser arriero y ayudar a vivir a esos niños que dan su vida por desahuciada cuando aún están en el veinte de su madre", cuenta.

"Muchas veces pensé que no iba a poder salir y aprendí que cuando no tenés esperanza igual tenés que seguir dando los pasos. Aprendí que no importa estar perdido si vas en la dirección correcta", explica Canessa, que no entiende la vida si no es en positivo.

- ¿La moraleja de todo lo vivido?
- Que la vida es maravillosa.

Bien sabía Canessa que cuando aquel avión se estrelló le quedaba aún mucho por vivir. Veinte años no eran nada.
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