Carta abierta a Cristina C.

Por Valentín Carrera

09/04/2018
 Actualizado a 07/09/2019
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Estimada doña Cristina Cifuentes: Es usted, y lo sabe perfectamente, el último cadáver en el cementerio político del gran enterrador del PP, don Mariano Rajoy, el registrador de corcho que llevará a su partido a la antesala de la disolución. Son muchos, cada día más, los que se bajan de ese barco a la deriva, y entre los que se quedan —por convicción, por lealtad o por el sueldo— no he escuchado a ninguno salir en su defensa, y le voy a explicar por qué.
No le voy a contar cómo hice mi tesis doctoral o mis másteres —más o menos como cualquier alumno, con mucho esfuerzo y sacrificio—; solo voy a evocar en esta tribuna un recuerdo dulce, de cuando mi hija Sandra tenía un año y ya apuntaba maneras. Sentado ante mi ordenador, cogía a la niña en brazos, le colocaba delante un teclado igual al mío, y los dos pasábamos muchos ratos reconstruyendo la memoria audiovisual.

Esto era en 1999, pero en mi humilde casa ya tenía correo electrónico —existe desde 1971, aunque quizás usted no lo sepa—; resumiendo: leí la tesis como un acontecimiento, vinieron mis padres a Salamanca, las niñas crecieron, pasaron casi veinte años y hace un par de meses se me ocurrió poner la tesis en Internet, fíjese usted qué tontería. El servicio de Doctorado de la Universidad de Salamanca (gracias por vuestra eficacia) tardó apenas 48 h. en subir la tesis a las webs GRECO y Dialnet, donde la encontrará. Esto es lo normal. Usted y todo lo que nos ha contado son lo anormal: la mentira compulsiva de un cadáver político mal enterrado.

Pero verá, no quiero irme tan atrás: cuando cumplió diecinueve años, aquella niña que tecleaba conmigo tan alegre, tuvo una leucemia (de la que se está recuperando felizmente), lo que interrumpió sus estudios. Esta sí es una causa muy justificada.

Cuando la enfermedad nos dio tregua, nos propusimos solicitar una matrícula extraordinaria que finalmente obtuvo, pero fíjese usted —usted que se ríe de todo y de todos, que avergüenza a su partido y a toda persona de buena fe— cuál ha sido el trámite: primera solicitud al Servicio de Dependencia de la Xunta de Galicia en junio 2017. Intervienen no menos de ocho o diez funcionarios, una médica que valora, otra doctora que emite dos informes, alguien que tramita, otro que informa, otra que redacta la propuesta, un jefe de servicio que resuelve, unos plazos legales (seis meses) que se cumplen y alguien que finalmente nos lo comunica. Todo ello documentado paso a paso con una huella digital limpia, inequívoca.

El segundo trámite fue ante la Universidad de Santiago y, a pesar de su máxima diligencia, también nos llevó casi cuatro meses: instancia al Rector, reunión en la Secretaría General, informe favorable de la asesoría jurídica, solicitud al Valedor del Estudiante, informe favorable del Valedor, aprobación previa de la matrícula extraordinaria, aceptación escrita por parte de la facultad, con informe de la decana, aprobación definitiva de la matrícula, comunicación al Servicio de Xestión y, por fin, matrícula y pago de las tasas. Cada paso con su perfecta huella digital y escrita.

Debo añadir —y agradecer de corazón—, que en todo el proceso ante la Xunta y ante la Universidad de Santiago solo tuve ayudas, amabilidad y comprensión, en momentos familiares duros, con Sandra ingresada. Pero aún así, se cumplió la ley, se respetó el trámite administrativo, el protocolo legal; y es bueno que haya sido así, con mucho cariño de medicas, funcionarios, profesores y decanos, pero con absoluto rigor y transparencia.

Todo lo contrario de lo que usted ha hecho, señora Cifuentes, con su conducta bastarda, basada en el trato de favor, la mentira y la ocultación. Toda España sabe que usted no hizo ningún máster: primero compró algunas plazas de alumnado con dinero de la Comunidad de Madrid (para que el máster fuera viable), luego se matriculó con tres meses de retraso, sin causa alguna justificada (por cierto, la UNED tiene másteres estupendos para alumnos a distancia). Cuando se matriculó ya tenía tres asignaturas aprobadas con sobresaliente, qué maravilla.

Nunca fue a clase, no hizo ningún trabajo, ni le importó, ni se inmutó a la hora de pedir a una amiga que amañara las notas y a otra que recogiera su título, su falso título que le acredita como la política más mentirosa de nuestra reciente historia.

Usted nos insulta a todos: a toda la universidad y a sus funcionarios y profesores, a los miles de alumnos y alumnas que trabajan duro, al principio de igualdad, capacidad y mérito; se burla usted de la ley, de la norma, del procedimiento, se lo pasa todo por el arco de triunfo de la Puerta del Sol.

Espero que dimita en los próximos días, o que sea apartada por una moción de censura; espero que se siente en el banquillo ante un juez para responder de sus acreditadas falsedades en documentos públicos y de su presunta prevaricación y desviación de poder. Espero que la Universidad anule su falso título y lo borre de su penoso currículo, y espero finalmente que personas tóxicas como usted sean echadas para siempre de la vida pública. ¡Arriba las ramas!
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