Empieza así la aventura diaria en la base leonesa de la Unidad Militar de Emergencias (UME), la élite de las Fuerzas Armadas españolas, especializada en gestionar catástrofes. Durante tres días, la Agencia Ical se ha instalado en el corazón de esta unidad y ha compartido con ellos vidas, inquietudes y, sobre todo, muchas horas de trabajo e instrucción para estar listos en caso de ser requeridos. Este es el relato de lo más desconocido de una unidad que se prepara para salvar vidas y de cómo un soldado se convierte en centinela ante la adversidad.
Pese a que el arranque formal de la jornada es a las ocho menos cuarto, la UME no duerme. Un equipo de guardia se turna para vigilar 24 horas, siete días a la semana, y poder afrontar cualquier incidencia para la que se les active en Castilla y León, Galicia, Asturias y Cantabria, comunidades que conforman el área de actuación preferente del V Batallón. En el núcleo de la base, una sala de grandes pantallas alberga un ‘gran hermano’ de película que vigila en tiempo real las variables meteorológicas, la situación de los ríos, las nevadas y los incendios si los hubiera; se escrutan y analizan los datos para estar preparados ante la primera voz de alarma.
Desde que un aviso se activa sólo transcurren quince minutos hasta que sale el elemento de reconocimiento: Serán dos vehículos de guardia que se dirigen al foco de la emergencia con la misión de reconocer el terreno, establecer una conexión segura con la base y entablar el primer contacto con el operativo que ya trabaja in situ. Ellos marcarán la pauta para el siguiente paso: en una hora sale de la base el resto del primer elemento de intervención compuesto por 13 vehículos con sus respectivas dotaciones. Entretanto, por si fuera necesario, se prepara otro contingente, que ya podría incluir maquinaria pesada, y que debe estar listo para arrancar dos horas y media después del primer aviso.
“La UME es un elemento de cohesión nacional - argumenta Constantino - sólo su presencia proporciona tranquilidad y seguridad”. “Aunque las capacidades de otros compañeros son igual o mejores que las nuestras en muchos ámbitos, cuando ven llegar a la UME a un incendio, una nevada o inundación, la gente ve seguridad, un alivio y confianza brutales”, remarca.
Sus intervenciones han popularizado las tres letras blancas sobre fondo rojo y las boinas amarillas, pero detrás de ellas hay una extraordinaria logística de la emergencia que se desarrolla en el día a día, en las entrañas de la UME, a las que por primera vez ha accedido un medio de comunicación. Cada mañana, tras pasar lista de ordenanza y hacer educación física, el teniente coronel se reúne con su plana mayor en la Sala Legio VII para analizar los pormenores de la jornada, mientras los cerca de 500 miembros del V Batallón se distribuyen a lo largo del espacio que comparten en la base leonesa.
El fuego, el enemigo a batir
A partir de ahí se produce la gran “aventura diaria” de un contingente que empieza el día en la base y que no sabe dónde le llevarán las circunstancias: “No sabes si pasarás la mañana haciendo educación física o terminarás el día en Chile ayudando en los incendios forestales”, resume el teniente coronel para quien la única respuesta a esta incertidumbre está en la “calidad humana” de la gente que compone la UME.
El fuego es el gran enemigo a batir. De las 261 intervenciones que ha realizado este batallón desde que se creó hace 17 años, 230 han sido incendios forestales. Las “características especiales en la zona Noroeste hacen que estos siniestros se repitan todos los veranos con facilidad”, como ocurrió en 2022, con 26 intervenciones entre las cuatro autonomías, pero con especial severidad en los fuegos de la Sierra de la Culebra.
Para hacerlos frente, la UME se prepara en técnicas de extinción manual -batefuegos, hachas, rastrillos, azadas o palas son herramientas que nunca faltan- pero marca la diferencia su catálogo de maquinaria especializada, con vehículos de referencia en la lucha contra los incendios forestales en todo el mundo. En la Base Conde de Gazola esperan en formación 37 autobombas, ocho nodrizas y otros aparatos de gran envergadura para desmontes y gestión del fuego, pero el arma definitiva son las las potentes empujadoras, gigantes sobre orugas, perfectos para moverse por terrenos inhóspitos y poder fabricar cortafuegos y defender poblaciones.
Un dato que aporta el brigada Francisco Javier Colmenar, jefe de la Sección de Máquinas, da cuenta de la magnitud del reciente incendio que afectó a la Sierra d ella Culebra. Fue un servicio “histórico” para la logística del Batallón: “Las tres máquinas empujadoras de la UME prestaron su apoyo en un mismo fuego dada la virulencia y gravedad. Nunca se había dado”, relata. Colmenar elogia el trabajo de sus compañeros, que arriesgan con esas bestias en terrenos difíciles. “Pertenecer a esta sección de la UME implica también esto”, entroniza.
La nieve y los perros
Por la zona en la que trabaja el V Batallón, otro adversario temible es la nieve. Hacerla frente requiere también técnicas especializadas y un entrenamiento al límite que trata de aproximarse lo máximo a la posible realidad. Tanto, que la UME no duda en enterrar en la nieve a uno de los suyos en una ladera en el puerto de Pajares, en concreto en Viadangos de Arbás (León) para ensayar el rescate en aludes. En esta tarea, los protagonistas son los palistas, el servicio médico y camillas y, especialmente, los siete perros Pastor Belga Malinois, entre otras razas, del equipo cinológico que lidera el brigada Jesús González Monjardín. “Es la herramienta más rápida que tenemos para búsquedas. Son de venteo, por lo que hay que tener en cuenta la dirección del viento para que localicen lo antes posible el rastro. Cuando ladra en un lugar está marcando a los palistas dónde trabajar”, explica.
Para el rescate en aludes se requiere rapidez, destreza una extraordinaria coordinación entre los perros, que son los primeros en operar sobre el terreno y lo soldados que salen en dos oleadas. En la primera, trabajarán las unidades con el localizador electrónico de víctimas de aludes (Leva), un aparato que emite señales de onda, y cierra un equipo de sondas, con una capacidad de movimiento más lenta, elementos que se penetran en la nieve y que, de forma ordenada baten la zona muy despacio hasta detectar cuerpos humanos.
Todos los miembros de la unidad -humanos y perros- han trabajado bien y encuentran a su objetivo. El compañero ha sido rescatado con éxito y los servicios médicos de la propia UME pueden realizar las primeras curas, inmovilizarlo y trasladarlo a un hospital. El entrenamiento ha permitido poner a prueba al equipo y trabajar sobre algunos matices de la intervención.
Únicos en espeleosocorro
Más desconocido es el trabajo del Batallón en espeleosocorro, sección única en la UME y referencia en su seno. Está compuesta por personal altamente cualificado y es considerada una de las joyas de la Corona del BIEM V. El responsable de la sección, el brigada Jaime Albela, destaca el intenso entrenamiento al que se someten los miembros de la sección y las duras condiciones. Para hacerlo, en la base del Ferral han adaptado una nave en la que permanecen horas colgados a varios metros de altura para simular hechos reales y ensayar el rescate de posibles víctimas con la cautela que requiere la escena. Pero su instrucción va más allá. Más de 140 días al año los pasan fuera de casa para, entre otras misiones, entrenar en simas naturales. De hecho, cuentan con un pelotón disponible 24 horas al día que debe estar en la emergencia en un máximo de seis horas.
Inundaciones
Los ensayos casi en situaciones reales tienen varios escenarios en la amplitud de la base del Ferral. Por eso llama la atención el trabajo de un grupo de soldados afanándose en construir un dique de contención, una construcción de diques y barreras a modo de fortificación para contener una inundación y evitar filtraciones de material contaminante con ayuda de tierra, plástico y “hesco bastion”. Es un trabajo que traslada el aprendizaje de las estrategias militares de defensa a la protección civil, precisamente la mejor definición de la UME. Estos trabajos quedan al mando del teniente Víctor Martín Fernández, quien confiesa que formar parte de esta unidad era algo muy deseado: “Yo soy madrileño pero estuve en el Ejército en Asturias. Pero mi sueño, desde el principio, era formar parte de esta Unidad por los valores que representa”, elogia.
Material y logística
Si el entrenamiento y las pruebas de gimnasio es lo más visible, en esta base igual de importante es el tiempo que se dedica a la logística y la preparación del material, que se dispone en un gran almacén modulado para cada una de las actividades. El núcleo de cualquier estrategia de salvamento y rescate está en la preparación física, pero en la misma proporción en la capacidad de actualización y operatividad del material, especialmente, de los vehículos y, en pleno siglo XXI, de los servicios informáticos y la conectividad para que nada falle si, de repente, se desatara una emergencia. En la base, el taller es un trasiego de 30 soldados dedicados a reparaciones y mantenimiento y el servicio de comunicaciones conforma un cerebro virtual que hay que ejercitar y mantener al día: “No nos podemos permitir llegar a una operación y que un equipo de alguno de los 16 vehículos con conexión se ponga a actualizar. Cada usuario del puesto de mando tiene su propio puesto y cuando entran tienen que poder coordinar la operación en curso”, explica Susana Pimentel, de la Sección de Transmisiones y jefa del Componente Desplegable. Este cerebro, además, tiene una gran capacidad de movimiento de modo que una operación puede coordinarse desde un puesto de mando avanzado o desde la misma base, dependiendo de las necesidades de la emergencia.
Y tan importante como la mente, es el estómago del operativo y su nutrición. Para ello, el V Batallón dispone de una cocina móvil, preparada para alimentar a 250 personas a diario. El jefe del Pelotón de Abastecimiento, Marcos Dizy, explica que cuentan con un equipo para salir de “pronta respuesta”, con seis hombres, más una cocina de campaña, una furgoneta isotermo para transporte de alimentos, un camión de carga y otro para logística. Entre las funciones de esta sección está también buscar lugares de abastecimiento -preferiblemente tiendas locales a las que se intenta no dejar desabastecidas o, en su defecto, grandes supermercados que les abren sus puertas a cualquier hora del día o de la noche para hacer acopio – y garantizar una alimentación específica para los hombres y mujeres que están trabajando y que, en términos generales, siguen una dieta diseñada para las necesidades nutricionales de un cuerpo de élite.
La UME convierte a León en la capital del cuadrante noroeste en cuanto a la lucha contra las catástrofes, una tarea en la que encuentran acomodo las aspiraciones de muchos soldados de la zona. De los casi 500 militares del batallón, la mitad proceden de la propia provincia de León; otros 74, del resto de la Comunidad; 45, de Asturias y 44, de Galicia. El resto se reparte entre otras autonomías. Todos han querido estar en esta Unidad por vocación pero antes de entrar en él han sido necesarios al menos dos años de servicio en otras unidades de las Fuerzas Armadas. La capitán y enfermera María Novo, una de los 15 integrantes del servicio médico, tiene clara su motivación: “Cuando entré en las Fuerzas Armadas, la UME todavía no existía. Pero cuando se creó, era una de mis predilecciones. Es una de las unidades más atractivas para desempeñar labores de enfermería” para las que cuentan con tres ambulancias, una de ellas todoterreno, listas para salir con el grueso del primer elemento.
“Recibimos el cariño de la sociedad cuando realizamos labores de servicio a la población”, expone con emoción Novo. Una respuesta, la de la sociedad, que no es sino el reflejo de una idea de servicio que, como recoge su ideario, tiene en el frontispicio la abnegación: “Para afrontar con alegría los mayores sacrificios e incomodidades, sabiendo que el esfuerzo diario ayudará a salvar vidas en la emergencia”.