Una ciudad más acogedora gracias a Accem

Desde abril de 2022 hasta la fecha, la organización ha prestado ayuda en Coyanza a 277 personas refugiadas, de las cuales más de 60 encontraron empleo y se han quedado a vivir

03/02/2025
 Actualizado a 03/02/2025
Diakaria, joven maliense de 22 años que lleva apenas un mes en Valencia de Don Juan en el centro de Accem de Coyanza. | MAURICIO PEÑA
Diakaria, joven maliense de 22 años que lleva apenas un mes en Valencia de Don Juan en el centro de Accem de Coyanza. | MAURICIO PEÑA

Un lugar tranquilo, cómodo y agradable por su ambiente, pero sobre todo que acoge. Eso es lo que se encuentran en Valencia de Don Juan las personas que, por un motivo u otro, huyen de sus países y buscan protección internacional en España y que acaban encontrando en Coyanza su refugio. Una protección donde tiene mucho que ver la labor de la organización sin ánimo de lucro Accem que comenzó a trabajar en la localidad coyantina el 18 de abril de 2022 con la acogida en el Colegio de los Padres Agustinos de ucranianos que huyeron de su país tras el estallido del conflicto bélico con Rusia. 


Al respecto, el responsable de Accem en Castilla y León, Daniel Duque, señala que «desde que habilitamos los Agustinos como centro de acogida tuvimos diferentes etapas, con 100 plazas en cada una de ellas». No obstante, resalta que «desde ese tiempo hasta ahora, han pasado por Valencia de Don Juan un total de 277 personas, de las cuales, más de 60 se han quedado a vivir y han encontrado un trabajo en el municipio o en la zona». 

Eugenia, ucraniana que ha logrado asentarse en Valencia de Don Juan. | MAURICIO PEÑA
Eugenia, ucraniana que ha logrado asentarse en Valencia de Don Juan. | MAURICIO PEÑA


Por ello, Duque destaca que «Valencia Don Juan es uno de los mejores ejemplos de buena práctica para Accem de cómo en un entorno rural, de algo más de 5.000 habitantes, es fácil y sencillo insertase a nivel social y laboral en una tierra que necesita que venga gente y que aporta en su sociedad». Además, afirma que «en ningún momento ha supuesto un trauma ni alteración en el entorno, en todo momento se han encontrado con el apoyo de los coyantinos para su integración».


Un Colegio de los Padres Agustinos al que recientemente han dicho adiós por necesidades de los propietarios y como desde la organización estaban contentos con el funcionamiento de su atención en Valencia de Don Juan, han habilitado un nuevo centro de acogida en un antiguo céntrico hostal de la localidad donde prestan su servicio desde noviembre de 2024.


«Es un espacio más pequeño, con capacidad para 35 personas que se alojan aquí y que forma parte del sistema de protección internacional, financiado por el Estado», dice Duque, que explica que «es un centro de acogida, de 12 o 18 meses en función de la vulnerabilidad de cada persona, donde nosotros les hacemos un acompañamiento integral tanto en lo jurídico, psicológico y social, así como en enseñarles el idioma, darles formación y toda la ayuda que requieran; mientras esperan el permiso de trabajo que duran en concedérselo como mínimo seis meses».


Una nueva sede de Accem en Valencia de Don Juan por la que ya han pasado 65 personas desde su apertura en noviembre y donde con María José Alonso al frente, responsable de la entidad en Coyanza, dan ayuda, apoyo y asesoramiento a recién llegados como a los que llevan más tiempo.


Diakaria, desde Malí


Intentando huir de la guerra de Malí y tras una dura travesía en patera de cinco días hasta llegar a Canarias de la que le cuesta hablar, Diakaria llegó a España el pasado 18 de abril de 2024 en busca de oportunidades junto a otros muchos malienses. Tras ser acogido en un primer momento en Canarias a su llegada, este joven de 22 años encontró el asilo de Accem en Sigüenza (Guadalajara), pasando también por Vigo y por Astorga, hasta asentarse desde el inicio de enero en el centro de la organización en Valencia de Don Juan. 


Un centro en la localidad coyantina donde reconoce que está «muy contento» porque «nos enseñan a hablar español, nos dan comida y todas las personas siempre son muy buenas conmigo». Muestra de ello es que pese a su timidez y al poco tiempo que lleva en España, domina ya con soltura el español; idioma en el que explica que «hui de Malí porque había mucha guerra, por lo que no pude ni conocer a mi padre. Allí solo estaba con mi madre y antes de venir compaginaba los estudios con el trabajo en el campo». 

Cecilia y Pablo, que junto a sus dos hijos, ha llegado de Venezuela a España recientemente. | MAURICIO PEÑA
Cecilia y Pablo, que junto a sus dos hijos, ha llegado de Venezuela a España recientemente. | MAURICIO PEÑA


Desde que está en Coyanza, continúa con las clases de español y también ha comenzado un curso de formación para poder desarrollar pronto un trabajo, admitiendo que «me gustaría trabajar de fontanero». Diakaria, que reconoce que le encanta jugar al fútbol en los ratos libres y se confiesa madridista, continúa su proceso de adaptación e integración a la espera de la oportunidad laboral que desea y por la que se jugó su vida en una travesía en patera.


Pablo y Cecilia, desde Venezuela


Huyendo de las políticas actuales de Venezuela «que es una dictadura que ha causado mucho daño a los que no pensamos igual que ellos», han llegado al nuevo centro de Accem de Valencia de Don Juan la pareja de venezolanos Pablo y Cecilia «en busca de un futuro para nosotros mismos, pero especialmente para nuestros dos hijos», explican.


La persecución política, la falta de atención sanitaria o la inflación de la economía fue el detonante por el que esta pareja que residía en el estado venezolano de Mérida decidió dejar atrás su país y emigrar a España el pasado 24 de septiembre. «Llegamos al aeropuerto de Madrid donde acudimos directamente al departamento de inmigración y, tras esperar unos veinte días, nos trasladaron a Alfageme 55 en Trobajo del Camino con el apoyo de Cruz Roja hasta que nos derivaron a este centro de Accem en Valencia de Don Juan donde vamos a cumplir dos meses de estancia ahora en febrero», explica Cecilia.


Dejaron toda su vida atrás, en la que Pablo previamente se licenció en teología y ejerció su ministerio sacerdotal en la Arquidiócesis de Caracas, pero sus dos últimos años los realizó en el estado de San Cristóbal; lugar en el que decidió dejar el ministerio y formar una familia junto a Cecilia. En dicha ciudad, ambos comenzaron a trabajar juntos como autónomos tal y como explica Pablo: «teníamos una pequeña finca en la que producíamos cítricos y también algo de ganadería y de esos vivimos unos cuatro años, pero por la situación de la finca que estaba muy cerca de la frontera con el norte de Santander (Colombia), había muchos grupos de paramilitarismo que nos acosaban y si no les das una paga podías ser atacado». 


«En esa finca trabajamos muy fuerte, pero los grupos irregulares entre sí ocasionan mucho daño por la posesión de zona que ellos buscan y la población queda en la línea de fuego, porque si haces caso a uno, estás en contra del otro, o viceversa», argumenta Cecilia. Por eso, después de ser víctimas de robos y amenazas por dichos grupos, vendieron la finca a un precio muy económico y lo invirtieron para comprar una vivienda cerca de la ciudad de Mérida donde trabajando como comerciantes vendiendo bolsas plásticas a los comercios.


Sin embargo, más allá de los problemas socioculturales, sanitarios y de seguridad, encontraron en la inflación su peor enemigo como sostiene Pablo: «el peligro de la inflación es que te lleva a la miseria porque en Venezuela estás obligado a comprar materia prima en dólares, pero luego te pagan en bolívares y pierdes todo tu dinero».


Ante la caótica situación de su país, decidieron buscar asilo en España por el idioma, el cual han encontrado en Accem en la ciudad coyantina. «Estamos muy agradecidos con Dios, como creyentes, por la oportunidad que nos da a través de esta organización porque tenemos un techo, que sabemos que es temporal, pero en él contamos con nuestra alimentación, nuestros niños están escolarizados, tenemos atención sanitaria y creo que a través de Accem podemos realizar todo nuestro proceso de regularización en España sin sobresaltos porque conocemos otros venezolanos que entraron por su cuenta como turistas y se les está haciendo difícil recibir atención por no hacer la llegada por las vías reglamentarias españolas», apunta Pablo. 


Al respecto, Cecilia confiesa que «nos gustaría hacer vida en Valencia de Don Juan, es un pueblo agradable y nuestros niños se están adaptando bien. Esperamos poder asentarnos en cuanto podamos tener nuestro permiso de trabajo y buscar un alquiler y un empleo, pero de momento debemos esperar unos meses». Una espera que reconoce que «se hace larga» y surgen «muchas preocupaciones», puesto desde que llegó a España ha tenido que lamentar la muerte en Venezuela de una hermana en octubre y de otro hermano hace tres semanas, a lo que se suma la avanzada edad de su madre con 91 años «y no puedes hacer nada por ayudar». «En estas situaciones que agobian, el personal de Accem ofrece mucho calor humano y hace que uno pueda sentir agrado de estar aquí pese a las diferentes dificultades de cada persona», concluye. 


Eugenia, desde Ucrania


El caso de Eugenia es uno de los ejemplos de buena práctica desempeñado por Accem y que ha logrado integrase en la sociedad coyantina. Esta ucraniana de 39 años llegó a Madrid el 5 de mayo de 2020 tras el estallido de la guerra en su país y encontró asilo el 9 de mayo de 2022 en Valencia de Don Juan para asentarse en el antiguo colegio de los Padres Agustinos junto a sus dos hijas y su madre gracias a la ayuda de Accem. «Desde el principio la acogida en la localidad ha sido muy buena», afirma, además de reconocer que «agradecemos mucho la ayuda de la organización porque cuando llegamos no sabíamos ni una palabra de español y nos lo enseñaron todo: desde el idioma, cómo funciona el mercado o nuestros derechos, así como ayuda con todos los papeles burocráticos». «Desde que entramos en el centro siempre tuvimos comida, higiene, atención con los problemas de salud y apoyo para ir al colegio con los niños y todo lo que requeríamos».


Ingeniera agrónoma en su país, Eugenia afirma que ahora vive «muy tranquila y feliz con su familia» en Valencia de Don Juan donde trabaja en el sector de la hostelería después de huir en primer lugar del conflicto bélico de Donbás en 2014, desde donde se trasladó a la ciudad de Járkov, donde residió con su primogénita y dio a luz a su segunda hija hasta que se produjo la segunda gran guerra. «En ese momento la situación ya era insostenible y solo pensaba que tenía que marchar muy lejos por el bien de mis hijas y nos dijeron de buscar refugio en España y no dudé en venir».


«Llegamos sin saber ni una palabra de español y llevamos casi 3 años viviendo aquí y estamos todas muy contentas», asevera, a la par que detalla: «cuando salimos de programa de Accem, nos hemos asentado a vivir en Valencia de Don Juan y nunca hemos recibido ni una mala palabra ni nada», encontrando apoyo en otros miembros de la comunidad ucrania que llegaron a la localidad a causa del conflicto, como en los propios coyantinos.
 

Lo más leído