El Círculo Empresarial Leonés hizo entrega a Cristina Santamarta la distinción de Mujer Empresaria del 2025. La directora-gerente de Autocristamóvil recibió emocionada y contenta este reconomiento el pasado viernes 7 de marzo acordándose de su hija María, «el motor» de su vida.
Ahora, casi tres semanas después de haber recibido el galardón por parte del empresariado leonés, Cristina Santamarta se sienta ante los micrófonos de Cope León, en el espacio ‘Entre Nosotras’ en colaboración con 987tv y La Nueva Crónica, para asimilar lo que ha supuesto este premio. «Que valoren tu trabajo es siempre algo bonito, sobre todo en este sector que está muy masculinizado», dijo este miércoles la directora. «Hay clientes que vienen y preguntan por el jefe, todavía les cuesta que creer que la que pide las lunas o distingue las cabinas de los camiones soy yo», añadía.
Cristina Santamarta empezó en la automoción hace más de dos décadas. Lo hizo en un taller que se dedicaba a lo mismo que Autocristamóvil: sustitución y reparación de lunas para todo tipo de vehículos, tanto turismo como vehículo industrial. Después de que su anterior jefe anunciase el cierre y vendiese el negocio a una multinacional, Cristina Santamarta decidió abrir su propio taller porque era «lo que sabía hacer».
Así nació Autocristamóvil, una empresa de León que está ubicada en el número 45 del paseo de Salamanca de la capital leonesa. Cuatro personas trabajan allí a diario para ofrecer el mejor servicio a sus clientes, que pasa por sustituir o cambiar las lunas –«usamos recambio original», insiste Cristina Santamarta–. Trabajan con todas las compañías de seguros y tienen un servicio de unidad móvil con el que se desplazan a cualquier lugar para reparar un pequeño impacto, un servicio que «hacemos mientras el cliente se toma un café», o una sustitución que podrán realizar «en una mañana o una tarde».
Con el premio bajo el brazo y la mirada puesta en el futuro, la directora de Autocristamóvil busca «crecer un poquito más» con más empleados, aunque confiesta que le cuesta encontrar mano de obra cualificada porque «nadie quiere trabajar».