Corría el año 1949, cuando Ordoño II era el paseo de las negrillas y León finalizaba en Guzmán, cuando el padre de Chelo fundó, "poco antes de contraer matrimonio", una pequeña tienda en lo que hoy es una de las principales vías del comercio de la ciudad.
Desde entonces, resiste la Mercería Ortega, uno de esos negocios con solera que forman parte de la historia de León y que llama la atención a todos los que pasean por el centro, por lo antiguo, por lo diminuto y por lo mágico de muchos de sus artículos.
Con los años, Chelo Ortega, hija del fundador, tomó las riendas de este clásico establecimiento que se ha dedicado durante toda su historia a la mercería más diminuta, como el local en el que se instala y que se mantiene gracias "al trabajo y al esfuerzo de mi padre", en la primera etapa, y ahora del suyo.
Un negocio familiar especializado en "estas cositas pequeñas que se usan para coser", explica Chelo, un comercio cercano con clientas "que saben lo que quieren" o "niñas jóvenes que no saben cómo hacer y están encantadas de que les expliques cómo funcionan las cosas". Para tener contenta a toda la clientela, fundamentalmente femenina, prima la calidad. "Tienes que centrarte en vender cosas que sabes que van a dar buen resultado, que si no la gente se enfada", dice entre risas.
Precisamente, lo más llamativo de este establecimiento además de sus productos es su tamaño, una tienda diminuta frente a las grandes multinacionales que hoy dominan Ordoño II. Algo que hace sentirse a Chelo "rara" pero también "especial", "como un piojo en una costura", bromea.
Vende hilos de todos los colores, botones que a veces se convierten en amuletos para sus clientes, gomas para el pelo, diademas para las más pequeñas y multitud de productos entre los que se encuentran una infinidad de esas míticas pegatinas que toda abuela ha utilizado alguna vez para tapar los agujeros de los pantalones de su nieto o que decoran las prendas de generaciones de leoneses.
En medio de las tiendas de grandes multinacionales del textil, Chelo Ortega dice sentirse "como un piojo en una costura"
Un establecimiento clásico que ha dejado de ser viejo para ser especial. "Cuando tenía diez años me parecía una tienda vieja", recuerda Chelo, "ahora ya no me parece vieja, me parece antigua, que no es lo mismo". Porque quizás, lo que hace a este establecimiento tan especial es no haber cambiado nada. Solo pequeños cambios en lo que se refiere a los productos, "antes eran hilaturas de algodón y ahora de fibra",pero el resto se mantiene igual.
Es un establecimiento cercano y cotidiano, por eso sus anécdotas son el "divertido" día a día, todas y cada una de las personas que compran un botón o que buscan el color más perdido del círculo cromático entre sus hilos. "Que venga una clienta, olvide el paraguas y vuelva a buscarlo al día siguiente", esas son las anécdotas de Mercería Ortega, cotidianas, pero "divertidas en sí mismas".
No cabe duda que forma parte de la historia de León, de la imagen que recuerdan todos los que pasan por Ordoño II y, es que, sus paredes han visto pasar a generaciones de leoneses perdiéndolas durante horas entre sus hilos y botones.
Cuando lo diminuto es especial
Mercería Ortega, con más de 65 años en pleno Ordoño II, ha visto pasar por sus pequeñas paredes a generaciones de leoneses que se pierden entre la inmensa variedad de colores de hilos y botones
19/04/2015
Actualizado a
14/09/2019
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