El curandero de Boñar: "Aquí don Isidro era Dios"

Isidro Martínez, que en realidad era enfermero, fue sin duda el más conocido, recordado y admirado de la provincia. Se cuentan de él verdaderos ‘milagros’ y su figura sigue muy presente pese a haber fallecido ya 14 años

28/01/2024
 Actualizado a 28/01/2024
Isidro Martínez, ‘El curandero’ de Boñar, que descendía de la localidad de Viego, con los perros en el chozo de los pastores . | HAYDÉE MARTÍNEZ
Isidro Martínez, ‘El curandero’ de Boñar, que descendía de la localidad de Viego, con los perros en el chozo de los pastores . | HAYDÉE MARTÍNEZ

Chela Bayón, de Veneros, una de tantas fieles de ‘don Isidro el curandero’ de Boñar te regala la mejor definición posible de lo que este personaje representaba en la comarca (y, con el tiempo, lejos de ella) cuando le preguntas por Isidro Martínez: "No te digo más, aquí era Dios". Y remata la explicación con otra frase que también es definitiva: "Cuando alguna cosa de huesos o músculos tenía arreglo, lo arreglaba"; y su hijo matiza: "La palabra era arreglo".

 
En la anterior entrega de ‘Los inolvidables’, dedicada a Cabrera, se planteaba la duda cómo y a quién elegir pues había un ramillete de posibilidades. No ocurre en Boñar, pese a ser una villa grande y no faltarle gente importante aquí nadie lo duda ¿El más representativo de Boñar? Isidro ‘El curandero’. Y, acontinuación, casi todo elmundo matiza algo importante: "Que le llamábamos el curandero por simplificar, pero era realmente enfermero, con una profunda formación en Anatomía y unas manos milagrosas, además de una gran fuerza en ellas, que le venía muy bien para el oficio".


- Tenía unas manos como Chuk Norris, bromea el hijo de Chela, Javi, que como tantos otros aporta una experiencia personal. "Haciendo deporte en León tuve un golpe, una mala caída, y en el hospital me asustaron un poco: esguince cervical, que era lo que tenía. A la vista de la fe que le tenía mi madre marché para Boñar, a Isidro, y me dio ‘una paliza’ que no se me olvida, pero al día siguiente fui a trabajar como nuevo".


Es una de las historias. He escuchado muchas estos días, el recuerdo de Isidro Martínez está aún muy presente en la gente. Hice una especie de experimento a lo largo de varios días. En cualquier reunión sacaba la conversación de si recordaban a Isidro ‘el curandero’ de Boñar y en todas, en todas, había alguien que había pasado por sus manos.


En Matallana, por ejemplo, estaba Miguel García. "Me acuerdo que andaba por el monte, con el ganado y se me fue una rodilla, que se me puso como un boto y con mucho dolor. Fui a urgencias y me hablaron de una escayola y varias semanas con ella; no podía, tenía mucho trabajo... Marché para Isidro, casi me mata, pero me ‘arregló’ aquello, me dijo que me pusiera unas cataplasmas con hojas de higuera y que descansara una semana ¿Una semana? Al día siguiente estaba vacunando las vacas y corriendo detrás de ellas".


Fue, sin duda, Isidro Martínez (el pabellón de Deportes de Boñar lleva su nombre) el mejor embajador del nombre de su pueblo, no solo por la comarca pues con el tiempo su fama se fue extendiendo gracias al boca a boca y tenía colas en la consulta con pacientes de cualquier parte. "Hubo un tiempo que venían muchos gallegos, se conoce que hablaron de él, pero también de Asturias, muchos, de Cantabria... y de toda la provincia, por supuesto".


Porque, además, Isidro nunca dejaba sin atender a nadie, ni daba vez, ni reserva... "Llegaban a la consulta, se sentaban allí y cuando les llegaba el turno entraban; y mi abuelo nunca dejaba a nadie sin antender, muchas veces eran las cinco de la tarde y no había subido a comer, hasta que no acabara... nada, y sin prisas"; recuerda su nieta Haydée, que se emociona al recordar al abuelo... y a la abuela, que le ayudaba mucho y, además, fue la comadrona del pueblo. "Ayudó al abuelo Isidro y ayudó a llegar muchos niños al mundo".

En el chozo con sus dos hijos, Javier y Carlos. | HAYDÉE MARTÍNEZ
En el chozo con sus dos hijos, Javier y Carlos. | HAYDÉE MARTÍNEZ


De la realidad de no tener horario y atender a todo el mundo saben mucho los practicantes de lucha leonesa. Han sido muchos los que marcharon directos de un corro para Boñar, buscaron a Isidro donde estuviera y se pusieron en sus manos. Hay testimonios de todos ‘los colores’, gente que cuenta cómo salió de luchar con "la muñeca como un botijo" y al día siguiente estaban nuevamente agarrados al cinto. "Eso sí, sin hacer caso de sus recomendaciones, que siempre te decía que reposaras unos días... pero tú habías ido para luchar al día siguiente, que te jugabas mucho".

 
Por recordar a uno de ellos; Ernesto, el Viejo Profesor de Argovejo, repetía con cierta frecuencia una frase: "¡Cuántos corros me ganó Isidro! Tuve días de torcer el tobillo que no podía ni ponerlo en el suelo, de tener que llevarme alguien a Boñar porque no podía ni conducir...y al día siguiente luchando".


Pero son muchos, también, los que inciden en la honestidad de Isidro Martínez ante los problemas que se le presentaban, pacientes que se ponían en las manos de ‘el curandero’ a sabiendas de que también era ‘el enfermero’, de sus profundos conocimientos de Anatomía y "aquellas manos", además de una "especie de vaso" que utilizaba para hacer el vacío y soltar los musculos o tendones. Así lo cuenta Rubén Silva, a quien también querían escayolar durante semanas: "Me quitó el vendaje de ‘tensoplást’ del tobillo, y apretó hasta encontrar el dolor. Después cogió una herramienta de cristal transparente, que definiré como si recortásemos la boca de una botella de Coca-Cola de 2 litros y a esto le añadiésemos un globo, semejante a un ‘capalobos’ de los de toda la vida. Con este artilugio realizó ventosa en la zona, e hizo que el tendón volviese a su sitio. La verdad que dolió durante uno o dos segundos, después vino la sensación de calma y el dolor desapareció. Aunque cueste creerlo…salí de allí andando sin ayuda de muletas. Al día siguiente el pie ya casi no estaba hinchado, y podía caminar".

  
Hay que recordar que en aquellos años era muy habitual lo de escayolar, algo que a Isidro Martínez no le gustaba nada. También era amigo de algunos ‘remedios caseros’, como recordaba otro luchador, el malogrado Gato de Taranilla, Tasio. "Me dijo, que te cosa tu madre un trozo de sábana para hacer una venda de doble capa. En el interior echas sal y te vendas, después la rocías con vinagre y no te la quites".


Casi se podría escribir un libro de testimonios, especialmente de mineros, que también se ‘mancaban’ en la mina y acudían a ‘don Isidro’, a ver si les podía arreglar pues, como recuerdan muchos, la honestidad presidía su trabajo: "Ibas, te examinaba y si, por ejemplo, llevabas una fractura te lo decía: Esto está roto, yo no te puedo hacer nada, hay que operar".

Isidro nunca dejaba a nadie sin atender, "muchas veces eran las cinco y no había subido a comer", recuerda su nieta Haydée


Así se entienden las largas colas que se hacían a la puerta de la consulta de este personaje, un hombre, por otra parte, de costumbres muy de su pueblo, como las de sus paisanos: "Ir a tomar el vino con los amigos donde Blas; jugar la partida al mus con Costilla de compañero— y se cuenta que eran muy buenos pues se conocían sin mirarse— y también le gustaba mucho ir a setas, en la época. Sobre todo las de San Jorge".

 
Tenía ‘don Isidro’ una casa en Viego, él descendía de allí, y su mujer Mª Ángeles Boñar, (de otro pueblo del valle, Reyero) en la que invitaba a los amigos, jugaban al mus, charlaban... era su mundo. Y la familia. Ver la cara que pone su nieta Haydée cuando le preguntas por el abuelo es tan contundente como la definición de Chela, lo dice todo.
- Uff, el abuelo Isidro ¿Vas a escribir de él? Bien se lo merecía; dice Haydée.

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