David miró al cielo y ya no encontró el olvido y la ruina

Valcabado inauguró de manera oficial y arropado por todas las instituciones su artesonado mudéjar tras cinco años de trabajos

Fulgencio Fernández y Laura Pastoriza
01/06/2024
 Actualizado a 01/06/2024
https://www.youtube.com/embed/f1N2hkKFew4

Esta bella historia, con final feliz, comenzó un domingo de finales de 2018, los vecinos de Valcabado estaban en misa, como tantos domingos, y el joven David, de 15 años, un chaval con una sensibilidad especial, se atrevió a hacer lo que otros vecinos no hacían, tal vez porque no les gustaba lo que veían. David Fernández miró al cielo de la iglesia y descubrió horrorizado que el artesonado mudéjar, esa joya de su patrimonio que dibuja la belleza con cartabón, era un amasijo de podedumbre, de maderas rotas, de figuras destrozadas, de olor a humedad, de sabor a olvido… de goteras.

«Decidió no quedarse quieto ni callado. Escribió una carta al director del periódico contando la historia y se dirigió a la Junta Vecinal y a la Asociación Ave Fénix para exponer su malestar, que debía ser la desazón de todos al perder algo que lo más rico de nuestro patrimonio», recuerda Roberto Carro, miembro de la Junta Vecinal, que tuvo muy claro que aquel vecino tenía toda la razón del mundo y había que arropar su causa. 

Imagen Mauricio 1635674
Los trabajos de carpintería son una verdadera obra de arte. | MAURICIO PEÑA

El vecino más veterano, Abelardo de 92 años, artesano de la madera y maestro de la construcción, recordaba cómo «se vinieron abajo todas las maderas de la parte posterior, ‘hasta la tercera viga’, justo las que estaban encima de un coro que hoy ya no existe pues se hundió en la celebración de una boda, milagrosamente sin desgracias personales. 

La siguiente ‘estampa’ la podemos contemplar en la actualidad, varios años después, en la pared de los remozados soportales de la iglesia hay una larga lista de mecenas, de gentes que respondieron a la llamada de esa forma de hacendera económica que llaman micromecenazgo. La suma de muchos pocos volvió a ser mucho. También las instituciones se sumaron a la causa, es complicado desbrozar las intenciones y saber si se sumaron o no les quedó otro remedio, si les arrastró el río del entusiasmo de las gentes de Valcabado del Páramo

La estampa final —aunque con muchos importantes pasos intermedios— se producía en la tarde de este viernes, con lo que podríamos llamar la inauguración oficial o, más bien, el encuentro de todas las partes implicadas en alguna parte del proceso que se reunían allí para ver el espectacular resultado final, el artesonado mudéjar ya restaurado después de muchas horas de trabajo y más de 200.000 euros de inversión.

Cuando Roberto Carro abrió la puerta de la iglesia con la vieja e histórica llave ‘de seguridad’ fueron entrando representantes de diversas instituciones invitadas: Eduardo Diego, delegado de la Junta en León acompañado de Amelia Biaín; Emilio Gancedo, representando al Instituto Leonés de Cultura y, con ello, a la Diputación; los maestros carpinteros del Centro de los Oficios, Agustín y Ricardo; representantes de Hispania Nostra, Bárbara Cordero y Marina Sánchez; de Pro Monumenta, Nino Fernández; la historiadora casi local, Margarita Torres; el vicario de la diócesis de Astorga, José Manuel Carrasco y las autoridades de la comarca: el concejal de La Bañeza, José Luis del Riego; la alcaldesa de Roperuelos y el presidente de la Junta Vecinal de Valcabado, Cristina de la Fuente y Antonio del Canto, además de Roberto Castro, del pueblo burgalés de Quintanilla en el que se llevó a cabo una iniciativa similar y al que acudió Roberto Carro para «pedir consejo».   

Imagen Mauricio 1635658
Roberto Carro, el gran impulsor de esta obra de mecenazgo privado, en la inauguración. | MAURICIO PEÑA 

Carro fue presentando a los que tomaron la palabra, turno que abrió David Fernández para mostrar la emoción de un momento como el que estaban viviendo. Y en los turnos de palabra dos ideas centrales: «la unión de un pueblo en torno a un proyecto, la colaboración de los vecinos, la idea comunal» y el reconocimiento claro y contundente a los que son los grandes maestros de la carpintería de lo blanco, no en León, en España: Ricardo Cambas y Agustín Castellanos, fundamentales en este trabajo cuyas características explicaron a los asistentes, entre los que estaban algunos alumnos, como el polaco ‘Fran’. 

Al fin, en esta tarde de mayo de 2024, más de cinco años después del inicio, las miradas se podían elevar al cielo sin disimulo, con orgullo, el histórico artesonado muestra nuevamente aquella exhuberancia de los diseños geométricos andalusíes, la convivencia de las ruedas de lazo con la carpintería de armar. 

Y al bajar la mirada de ese cielo de madera completan la remodelación del templo otras obras, como los altares laterales a los que ese veterano artesano solidario que es Abelardo hizo hueco en la pared. O esa joya moderna, actual; la armadura instalada en el techo del pórtico de entrada a la iglesia, fruto de un curso de Carpintería de armar y de lazo de la Escuela de los Oficios de León, cuyos reconocidos profesores también acudieron al acto inaugural. 

Imagen Mauricio 1635682
Resultado final de la larga y cuidada restauración en la iglesia de Santiago Apóstol. | MAURICIO PEÑA

Y después de la obra… el futuro. «Ya llegamos hasta aquí; pero, como decía Peridis, hay que plantearse el ¿ahora qué? ¿la obra para qué?», reflexiona Roberto Carro, quien tiene muy clara una primera respuesta a bote pronto: «Para revitalizar el Páramo también a través de la Cultura, del Patrimonio. Ya está empezando a dar sus frutos, ya vemos con alegría cómo los vecinos se extrañan de ver llegar autobuses de gente que quiere ver la iglesia, el artesonado, que está siguiendo esas trece joyas de la Ruta de los Artesonados de la Vía de la Plata en la que el nuestro es uno de los protagonistas...», reflexiona Roberto Carro, quien tiene muy claro que hay que seguir dando pasos, que quiere volver a colaborar con esos excelentes maestros de la Escuela de los Oficios de León. 

Y después de la inauguración... más futuro. A lo largo de la tarde se escuchó varias veces hablar de aquella boda en la que se hundió el coro y una especie de nueva historia que busca un final feliz: «¿Por qué no levantar un nuevo coro?».
Abelardo, a sus 92 años, sigue a lo suyo: «Yo si me pongo todavía lo hago, lo que necesito es la azuela».

Roberto sonríe porque sabe que las montañas se pueden mover. David mira al cielo y ve un artesonado, nada que ver con aquella mirada terrible de hace más de cinco año que se convirtió en el inicio de un sueño con final feliz. 
 

Archivado en
Lo más leído