La sequía del pasado año condicionó la gestión de los recursos hídricos en toda la provincia. En algunos lugares el conflicto se produjo entre regantes ‘modernizados’ y ‘no modernizados’, entre agricultores que reclamaron la mejora de los sistemas y propietarios que se oponen a cualquier inversión, entre vecinos que pedían agua para sus pequeñas huertas y agricultores que no podían desviar ni un litro de la producción, entre las comunidades excluidas de las ayudas y la Junta de Castilla y León, etcétera. El conflicto llegó a todos los territorios y a todos los niveles. En la Valduerna, la Confederación Hidrográfica del Duero (CHD), ante la escasez de agua, decidió establecer turnos de riego de forma que cada semana regara una margen del río. Ello supuso dejar temporalmente sin agua zayas y otros cauces, lo que provocó la muerte de la fauna piscícola. «Ellos mataron las truchas», recuerdan ahora los regantes cuando desde el órgano de cuenca ondean la bandera del caudal ecológico. Recuerdan también que gracias a los regueros y zayas con los que riegan cerca de 400 hectáreas mantienen el caudal del Peces, al que se derivan los sobrantes del riego en Destriana y Robledo.
Los regantes denuncian las "presiones" y "trabas" que reducen las posibilidades de llegar a acuerdosPrecisamente, más que el Duerna, el río Peces es el centro del conflicto entre la comarca y la CHD, que alcanzó su punto álgido con la manifestación que el pasado miércoles llevó a 500 vecinos de la zona hasta las puertas del organismo en Valladolid. El cierre de los ‘trasvases’ al Peces puso en pie de guerra a los regantes, puesto que es la circulación del agua del Duerna al Peces, que vuelve al Duerna más abajo, es la única forma de que se recarguen los acuíferos y los pozos, que posibilitan regar en verano. Los agricultores no comprendían por qué se bajaba la compuerta, cuando el Duerna no presenta en este año problemas de sequía. En la tensa reunión que después de la manifestación mantuvieron el comisario de Aguas, Ángel González, y el comisario adjunto, Urbano Sanz, con una delegación de regantes, alcaldes y sindicalistas se pactó la reapertura del Peces, por el que el pasado jueves ya corría el agua. No obstante, esta medida no supone el cese del conflicto, que está tanto sobre el terreno como en los despachos, y que este martes volverá a estar sobre la mesa en una nueva reunión que mantendrán las partes.
En el fondo de la cuestión se encuentra la situación administrativa de los pozos y el marco regulatorio general, que no tiene en cuenta las particularidades de una comarca, en la que «no se ha invertido un duro», como explican los regantes. Mientras en otros puntos de las comunidad se pueden regar decenas de hectáreas con aguas subterráneas y pivots o el agua llega a la finca por tuberías, en esta zona se siguen haciendo hacenderas para mantener limpios los regueros de los que toman el agua y apenas existen canaletas, tubos o sifones, mucho menos balsas o azudes. Ello hace que sea necesario utilizar los cientos de pozos, lo tradicional y económicamente asumible, para regar por aspersión, lo moderno y ecológico.
De imposible cumplimiento
Desde CHD conocen la situación y no se oponen al uso de los pozos, pero con unas condiciones legales y normativas que por el momento «son imposibles de cumplir». Los agricultores tampoco se oponen frontalmente a la regularización de los pozos, pero rechazan las sanciones de hasta 6.000 euros que el organismo ha interpuesto contra varios agricultores por, a su juicio y en base a los reglamentos, utilizar irregularmente el agua de los pozos. Unos saben que «no ha habido inversiones en 40 años» y otros que —por ello— tampoco hacen frente a los cánones y tasas millonarios que pagan otras comunidades de regantes. CHD ha emitido sanciones de 3.600 euros por utilizar un pozo de una finca para llevar agua a otras fincas Sin embargo, el entendimiento no llega, pese a las reuniones informativas celebradas en la zona y las reclamaciones de los alcalde de infraestructuras hídricas que permitan regular los ríos —no solo el Duerna— y facilitar la gestión del regadío. Al final, las posiciones se remarcan y se simplifican en que los pozos son de unos y el agua de los otros.
Ha habido acercamientos entre la partes, pero tampoco han aclarado la situación. Después de la sequía, CHD ha exigido a las comunidades de regantes la colocación de caudalímetros que permitan controlar el uso de los agua y fijar, entre otros, el volumen que se puede desviar al Peces. Los comuneros han acometidos las obras, pero critican las complicaciones en la contratación y las cartas de la CHD amenazando con nuevas sanciones en el caso de no instalar los medidores, cuando la contratación ya estaba en marcha. Los agricultores denuncian que las «presiones» y «trabas» del organismo reduce las posibilidades de llegar a acuerdos.
En este contexto, algunos usuarios de los pozos aseguran que han intentado legalizar los pozos, pero se han topado con un «muro administrativo». Niegan también que CHD haya realizado ninguna campaña para facilitar la regularización y alegan que muchos propietarios, que viven a cientos de kilómetros y tienen rentas muy bajas, finiquitan los arrendamientos ante cualquier trámite legal, reduciendo aun más la superficie cultivable disponible. En la misma línea, los regantes defienden que las comunidades que tienen funcionan y, aunque no rechazan su renovación y puesta al día, recuerdan que el sistema minifundista y de la propiedad complica las gestiones, dado que parte de las decisiones recaen en esos «propietarios que no están». Afirman que entre todos tratan de aprovechar los escasos recursos hídricos de la zona, «cuidando cada gota», y que en la Valduerna «no se desperdicia ni un solo litro de agua» porque no pueden permitírselo. «Nos prestamos agua de los pozos unos a otros», aseguran.
Por todo ello, consideran injustas y desproporcionadas las sanciones. CHD no puede retirar los expedientes, según explicaron sus representantes el pasado miércoles, y emplazan a los afectados a presentar alegaciones para tratar de reducir las multas. Mientras tanto, los regantes temen que hay nuevas sanciones y que se rompa la armonía en la zona. Hay tensión y temen que se rompa el buen entendimiento entre los regantes, como ha ocurrido en el pasado en otras zonas agrícolas con escasez de agua. Así, esperan que la próxima reunión sirva para encauzar las relaciones y que las aguas sigan su curso, en todos los sentidos.