Dicen que los pastores huelen a lana... y a sebo

Pero también huelen a retama y a romero, que son los olores de los recuerdos del oficio de pastor al que homenajean en Valencia de Don Juan estos días con una exposición que repasa las figuras de aquellos que hace cincuenta años se dedicaban a la cría de ovejas en el sur de León

T. Giganto
20/02/2022
 Actualizado a 20/02/2022
Fernando Barrientos, comisario de la exposición ‘Entre pastores y ovejas’ pero, ante todo, "hijo y nieto de pastores". | MAURICIO PEÑA
Fernando Barrientos, comisario de la exposición ‘Entre pastores y ovejas’ pero, ante todo, "hijo y nieto de pastores". | MAURICIO PEÑA
"Dicen que los pastores huelen a lana". Lo dice el cancionero tradicional que también recoge que «huelen a sebo» y que «matan ovejas, pero los labradores rompen las rejas». En esas mismas letras los pastores también huelen a retama y a romero que son los olores de los recuerdos de un viejo oficio al que estos días rinden homenaje en Valencia de Don Juan con una exposición temporal que recupera la memoria de aquellos que tuvieron su aprisco en la localidad coyantina hace 50 años y a quienes, como ellos, se dedicaron en toda la comarca a la cría de ganado ovino. Eran más de 20 en aquel Valencia de Don Juan de los años 70 del pasado siglo. Hoy quedan cuatro contados. «Aquellos pastores eran de otra pasta, como los toreros. Son gente que vivió en muchos casos la guerra y la posguerra, curtida, muy trabajadora, constante y, sobre todo, sacrificada», dice Fernando Barrientos, el comisario de la muestra ‘Entre pastores y ovejas’ que se inauguró este jueves con motivo del .

Fernando Barrientos es trabajador del Ayuntamiento de Valencia de Don Juan, encargado de tareas en el área de Cultura y Turismo, pero ante todo es «hijo y nieto de pastores». Son esas raíces que siempre lleva por bandera las que le han hecho preparar, con no poco esmero y mucha ilusión, esta exposición que cuenta con 50 piezas que en su día fueron herramientas de trabajo y hoy son «objetos museísticos de gran valor etnográfico».

Hasta la sala municipal de ExpoCoyanza (en la calle Cuchillo, donde está la exposición) han llegado esas viejas herramientas de pastores de Valencia de Don Juan pero también de otras localidades cercanas como San Millán de los Caballeros, Villabraz y Castrofuerte. «La exposición se concentra en contar cómo era la ganadería de ovino de hace 50 años en Valencia de Don Juan y es extrapolable a la comarca», explica Barrientos. «La respuesta de los pastores ha sido muy positiva», reconoce, aunque también ha contado con la «maravillosa» ayuda de Pedro Manuel Pérez. La muestra cuenta también con una amplia selección de fotografías que son testigo del trabajo de los pastores de Valencia de Don Juan, de las muchas horas que pasaron a la intemperie cuidando del ganado con la inestimable ayuda de sus perros carea al cobijo de una manta y con la compañía de un transistor. En casa quedaban las mujeres, que son otras de las protagonistas de la exposición. «Eran fundamentales en el pastoreo porque ellas quedaban al cuidado de las parideras y participaban de manera activa en tareas como el esquile», explica Barrientos. Jeringuillas, esquilas, cencerros, el cable de cortar los cuernos, zurrones, cachas, lecheras, tijeras de esquilar, la prensa de los quesos... ‘Entre pastores y ovejas’ cuenta con todos esos utensilios que formaban parte del día a día en la vida de un pastor sin el que no se entendía la sociedad hace 50 años. De ello da fe un mapa en el que se ubican exactamente los lugares en los que había un aprisco en Valencia de Don Juan en la década de los 70 del siglo pasado. «Estamos hablando de un oficio que no solo estaba destinado a tener una estampa bonita en el horizonte agrario sino que interactuaba con la sociedad coyantina, era intrínseco a la vida cotidiana que es algo que hoy ha desaparecido por razones sanitarias, como es lógico». Los avances en la técnica y la propia evolución económica ha marcado la necesidad de que las explotaciones de ovino actuales sean mayores para poder subsistir. «Mi abuelo Abelino empezó con 90 ovejas y vivía toda una familia. Ahora eso sería insostenible ni siquiera para el mantenimiento de una sola persona», explica Fernando Barrientos. Todo ello conllevó a que las explotaciones fueran saliendo del casco urbano y otras cerrando por la falta de relevo generacional. «Se jubilaba el pastor y los hijos se buscaban otro oficio que no fuera tan duro», reconoce Fernando que pertenece a una estirpe de pastores que ya comenzó, al menos, con su tatarabuelo. De hecho, la inicial de su primer apellido se repite en las melas expuestas, que son los hierros con los que se marcaba el ganado para diferenciarlo. Y es que en aquel Valencia de Don Juan de hace 50 años estaban en activo pastores como su abuelo Avelino y sus tíos Donato, Josemari, Marciano y Fernando. Los hermanos Blanco González, los hermanos Alonso, Mariano Cepedal, Victoriano Campesino, los hermanos Trigueros, Felipe de la Fuente, Ulpiano Martínez y Sebastián Barrientos son otros de los pastores cuya memoria honra esta exposición. Destacan en ella la capa del pastor y los zajones de pellejo, las botas con la suela de madera y esas estampas de santos que se encargaban de ‘guardar’ el aprisco. «La religiosidad y la superstición estaban muy presentes en la vida del pastor. No había aprisco sin ramo bendecido el Domingo de Ramos o estampas de vírgenes y santos. Tampoco había mujer de ganadero que no prendiera una vela a Santa Bárbara cuando llegaba la tormenta», explica Fernando. Las tormentas eran una parte del oficio como lo eran los vellones de lana o la leche cuajándose para ser queso. También lo era la soledad. «No era fácil ser pastor», se barrunta Fernando como buen «hijo y nieto de pastores». Lo dice mientras contempla una imagen en la que sus abuelos y su padre esquilan una oveja cada uno. Y sentencia: «Nunca se deja de ser pastor». Él no lo ha sido, pero lo sabe porque «lo de ser pastor se lleva en la sangre». «Veo un atajo de ovejas y me quedo mirando para ellas. No lo puedo evitar», dice antes de poner recta una mela que alguien ha movido. «Era de mi abuelo», dice y sonríe. Y huele a retama y a romero y a una tormenta de memoria y orgullo.

La colección de recuerdos ‘Entre pastores y ovejas’ se podrá visitar hasta el 27 de febrero en ExpoCoyanza. Hoy abre de 11 a 14 y de 17 a 20 horas, el mismo horario que tendrá desde el miércoles y hasta el próximo domingo.
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