"Un Consejo de Ministros extraordinario para decretar el estado de alarma en todo el país durante los próximos 15 días. El estado de alarma es un instrumento de nuestro estado de derecho, recogido por nuestra Constitución, para enfrentar crisis tan extraordinarias como la que desgraciadamente está sufriendo el mundo y también nuestro país». Con estas palabras comparecía el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, alrededor de las 15:30 horas el 13 de marzo de 2020 para anunciar las medidas a tomar para hacer frente a la situación de emergencia sanitaria provocada por la covid-19, medidas que se harían efectivas un día después. Este martes hace tres años.
Las calles de todo el territorio español quedaron vacías, y por supuesto también las de la provincia leonesa. ¿Era posible que durante días y días seguidos la calle Ancha se quedara sin movimiento? Sí, lo era. Los leoneses asomados en sus ventanas, observaba con incredulidad el vacío de una ciudad que solo unas horas antes se mostraba inmersa en la rutina diaria. Aunque ya contaban con alguna advertencia. El día 1 de marzo de ese mismo mes se diagnosticó el primer caso de coronavirus en la provincia, fue en El Bierzo, y desde ese momento la conversación en las calles ya no era otra. También en los medios de comunicación y en las intervenciones de los políticos de la provincia.
Después llegaron los vídeos virales, los aplausos por la ventana, los retos en internet y las cocinas convertidas en obradores. También lo hizo la subida alarmante de fallecidos en todo el mundo y los contagios que no cesaban, tampoco, en todo el territorio español. Muchas vidas que se fueron y otras tantas que quedaron tocadas para siempre en la soledad de una UCI de hospital o de una habitación de residencia.
Ahora, tres años más tarde, se observa todo aquello con la perspectiva que da el tiempo. Aunque algunas grietas aún no han sido curadas. Fueron muchas personas las que perdieron la vida en los hospitales de la provincia y también en las residencias de mayores. Trabajadores y trabajadoras esenciales tuvieron que sacrificarse durante los primeros meses de una situación tan complicada como desconocida.
Los datos en León
Expresiones como incidencia acumulada, número reproductivo básico o ‘semáforo covid’ comenzaron a llenar las páginas de este periódico, y de otros medios de comunicación, y a entrar en las conversaciones en las calles. Y también empezó la lluvia de datos.
La Consejería de Sanidad de la Junta de Castilla y León publica, –aún en la actualidad cada martes y cada viernes–, las cifras del avance de coronavirus en las nueve provincias de la comunidad autónoma. Según los últimos datos conocidos más de 148.000 personas se han contagiado de coronavirus en León. Por otra parte, la mortalidad supera los 3.800 fallecidos, más de la mitad en los centros hospitalarios leoneses y alrededor de 500 personas han perdido la vida con covid confirmado en los centros residenciales de la provincia.
La ola que actuó con más virulencia en la provincia leonesa fue, sin duda, la primera. La mayoría de víctimas fallecieron durante los primeros meses de la pandemia, aunque no fue en ese momento cuando se registró el mayor número de diagnósticos. Los cribados masivos que se realizaron posteriormente, y el fácil acceso a los test de autodiagnóstico aumentaron considerablemente las cifras en la provincia.
Y llegó la vacuna, y la esperanza. En vísperas de terminar el año 2020 se inoculó a Trinidad, la primera persona de León en recibir una dosis contra el covid-19. Tras ella llegaron todas las personas mayores y las consideradas de riesgo para la enfermedad, para que más tarde se abrieran los ‘vacunódromos’. El Palacio de Exposiciones y Congresos de León vio como una buena parte de la sociedad leonesa confiaba en la medicina y la ciencia para atajar un problema que, definitivamente, les había cambiado la vida ¿para siempre?
Los testimonios
"Los clientes miraban mucho si cumplíamos las medidas", Victoria Barreiro, excamarera
"Los clientes estaban muy pendientes de las medidas de seguridad que tomábamos, nos miraban mucho las manos por si llevábamos guantes". Este es uno de los detalles que da Victoria Barreiro respecto a su experiencia trabajando de cara al público durante los meses más duros de la pandemia del covid-19. Ella era camarera en un local de cafés y crepes del centro de León, "un sitio que supo reinventarse y enseguida abrió para ofrecer comida para llevar", explica la joven. Aunque afirma que sintió incertidumbre ya que "nos íbamos a casa para 15 días y acabé reincorporándome en mayo", no tuvo miedo a perder su trabajo porque la empresa fue "atenta y nos informó bien de la situación de Erte, que era desconocida para todos". Victoria explica que consiguió acostumbrarse a las nuevas rutinas que el coronavirus trajo a su trabajo: "Nos pasábamos el día desinfectando todo el local", explica, además de llevar siempre medidas de protección personal. "Teníamos que estar siempre con la mascarilla puesta, algo que, aunque era bastante incómodo, también agradecía porque suponía una protección a mayores para mí", cuenta la excamarera sobre su experiencia durante la pandemia.
"Nosotros éramos los ojos de la ciudadanía en las calles", Carlos Campillo, fotógrafo
El 14 de marzo de 2020, Carlos Campillo cogió su cámara de fotos y salió a trabajar a la calle. Como cada día. Pero esta vez era diferente. "Fue duro porque salí con miedo, no sabía lo que me iba a encontrar, desconocía lo que estaba pasando exactamente", explica este fotógrafo, y esa sensación le acompañaba también de vuelta a casa. Cuenta que el despliegue de los militares por las calles de León o de Villaobispo, además de los trabajadores de la UME y otros cuerpos de seguridad, fueron las imágenes que más le impresionaron: "Era como si estuviésemos en la guerra", apostilla. El trabajo durante esos días fue complicado –aunque acabó acostumbrándose–, sobre todo por tener que retratar el vacío, y por el trato con la gente. "Todo el mundo estaba muy nervioso, incluso sabiendo que no se les iba a reconocer porque llevaban mascarilla, pero giraban la cara", detalla Campillo. Siente el fotógrafo además, que el trabajo de los medios de comunicación sí que estuvo valorado por la mayoría de la sociedad durante el estado de alarma porque "la gente veía, leía y escuchaba lo que pasaba gracias a nosotros» ya que en ese momento "no había otra manera de informarse".
"Llegas a aceptar la situación porque al final te acostumbras", Bárbara Santamarta, enfermera
Gafas, pantalla, doble mascarilla, bata y dos pares de guantes. Esto formaba, a mayores, parte del uniforme de enfermera que Bárbara Santamarta utilizó durante los meses de pandemia del pasado 2020 en dos hospitales de León. Ella trabajó en momentos donde aumentaba el número de casos de coronavirus cada día, y también el de fallecidos. "Al final te acostumbras y llegas a aceptar la situación", cuenta la enfermera. Bárbara explica que en el primer verano de la pandemia "los pacientes tenían miedo, pero lo que peor llevaban era no poder ver a sus familiares". Y es que, las restricciones en los centros hospitalarios fueron muy rigurosas y solo cuando pasó la primera ola "dejaban entrar a ver a algunos pacientes de manera excepcional y con autorización", detalla. Ahora, tres años después de aquello, sigue protegiéndose como antes en el hospital «porque seguimos teniendo covid y también gripe A". Asimismo continúa manteniendo un ritmo elevado de trabajo en un sistema sanitario "sobrecargado". "Mucha gente está muy cansada por todos los turnos que hay que hacer de más, llevamos un exceso de 20 o 30 horas cada mes», lamenta la enfermera leonesa.
"Alguna gente iba al súper como una vía para salir a la calle", Pamela Barrientos, excajera
"Mi vida era normal, para mí el único cambio fue el empezar a llevar mascarilla". Así comienza su testimonio Pamela Barrientos, trabajadora en un supermercado en La Bañeza durante el inicio de la pandemia en 2020. Destaca la joven que en los comienzos del estado de alarma, los empleados no llevaba las medidas de seguridad personal, porque en aquel momento no eran obligatorias, pero sí algunos clientes. Clientes que, en muchos casos, acudían a estas grandes superficies casi como una manera más de ocio, "lo utilizaban como una vía para salir a la calle", recuerda Pamela. "No te podías juntar con mucha gente, pero al final sí que había pequeñas aglomeraciones allí dentro", cuenta la bañezana, aunque desde el momento que se iniciaron los protocolos de seguridad "se respetaban para que el espacio fuera seguro». Haciendo memoria, Pamela dice también que ella nunca pasó miedo durante el estallido de la primera ola y que después de mucho tiempo se acabó "acostumbrando" a todas las medidas de protección e higiene que tenían que tomar en el supermercado. "Se miraba mucho por el cliente y el sitio tenía ofrecer todas las garantías de seguridad para ellos".