No le sentías llegar, jamás daba un ruido, pero notabas que se te posaba suavemente una mano sobre los hombros (quizás ya intuía entonces que en su futuro también estuvieran las manos como terapia).
- ¿Qué tal va todo?
Nunca mirabas, no hacía falta volver la cabeza, era Pedrín, Pedro Marcos, El Archivero de aquella vieja La Crónica que nos ha golpeado con pérdidas crueles y jóvenes, desde el director José Luis Estrada, a la entrañable Rosina, la ingenua sonrisa de la telefonista, y que ayer obligó a aquel grupo desperdigado a volver a agarrarse al teléfono negro de la desazón:«Murió Pedrín», repetía como lacónico mensaje de voz el bueno de Mauri, seguramente quien mejor sabe la inmensa labor que realizó Pedro Marcos en el archivo de aquella La Crónica, catalogando las fotos, haciendo su trabajo, con una profesionalidad que a veces nos desesperaba, con sus preguntas para poner decenas de palabras clave que después te permitían encontrar exactamente la foto que buscabas. "¿Puedo poner también Patrimonio, y Románico y ruinas o no corre peligro de caerse?".
- Pedro, estoy liado.
Yse iba sin el más mínimo reproche, sin ninguna voz. Ya volvería en otro momento. O volvería a leer el artículo para ver si estaban allí las claves.
No aguantaba una cara seria sin preguntar qué pasaba y qué se puede hacer. Siempre te decía la palabra ‘compañero’ con el más noble sentido que la palabra tiene, porque Pedrín siempre fue compañero, de todos. Si le contabas tu desazón y le decías que no ibas a hacer nada marchaba él para el despacho del director o del gerente, sin encomendarse a nadie, y así recibió tantos sartenazos que no le dolían porque no pedía para él sino para un compañero, con la verdad con la que él pronunciaba esa palabra que en tantas bocas suena a vacía, hueca e inapropiada.
Arqueólogo de formación, un lujo de archivero, culto, lector empedernido, polemista nato pese a lo que he dicho, porque sólo polemizaba por la verdad que siempre buscaba nunca contra nadie, porque jamás se le pasó por la cabeza hacer daño.
La palabra compañero la tenía siempre en la boca, pero no la regalaba. Se la daba a los compañeros de trabajo y la reservaba para aquellos que habían estado cerca de quienes honraba su memoria:su padre, minero antiguo de mojadura y silicosis; su madre, su espejo, entregada a todos; las gentes que encontraba en los reportajes y sobre los que te preguntaba una y otra vez... ¡Cuántas veces tuve que contarle la historia de Evangelina la de los Llanos de Valdeón! y otras tantas se emocionó con la biografía de aquella luchadora.
- ¿Por qué no escribes un libro con toda esta gente?
- ¿Por qué no lo escribes tú?
¡Cómo me duelen hoy!, cómo nos duelen a tantos aquellas bromas al archivero aprovechando que a los cinco minutos era él quien preguntaba lo de "¿te molesté compañero?".
Un día se fue; ¿para qué eufemismos? lo echaron quienes jamás entendieronel ingente e impagable trabajo que hizo. Se fue en silencio, animando a los compañeros a seguir en la batalla. Se fue a la casa que había hecho con sus manos de hijo de minero, de compañero obrero, él que llevaba la fiambrera para aprovechar el tiempo y tener un par de horas para seguir levantando pared.
Un día el bicho fue más cabrón que todos los que nos habíamos cruzado en su vida y lo eligió sin ningún criterio. Tampoco levantó la voz. Explicó a todos cada paso, cada revés. Concha, Pedrules y Ana saben tanto de su cáncer como Barbacid, como también saben de la bondad inmensa de un hombre bueno hasta lo irracional.
- Hasta siempre, compañero; te decimos conscientes de que en ninguna boca la palabra compañero es tan verdad como cuando nos la decías tú.
El hombre que sabía y podía llamar "compañero"
PEDRO MARCOS BLANCO Archivero de La Crónica de León
24/07/2015
Actualizado a
19/09/2019
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