Sor Trinidad, sor Asunción y sor Natividad son las más veteranas. La hermana Natividad se hizo de clausura a los 18 años y ya va por los 63 viviendo en conventos, primero en Madrid y desde hace casi 30 años, en Toral. Tiene 81 años y muchos pesares tras de sí debido a que ha padecido lo suyo con la salud, pero los achaques no impiden que se mantenga al pie del cañón. «He estado muy malina. Iba a morirme pero Dios quiso que no fuera así y aquí sigo, muy feliz a pesar de todo», afirma.
La otra mitad de esta «familia» tan especial la forman sor Beatriz, sor Gemma y sor Dolly. Las tres son de la India y las tres ponen en cada elaboración una ilusión desmesurada. «No solo podemos vivir de lo que nos dan, nosotras tenemos que contribuir con nuestro trabajo. Esto es ‘ora et labora.’ Trabajamos para los gastos rutinarios porque tampoco queremos ser ricas, solo tener para vivir», explica la hermana Gemma.
Pero antes de convertir este Monasterio de Toral de los Guzmanes en el paraíso de los golosos, las hermanas Jerónimas que viven en él en régimen de clausura se han dedicado a otros menesteres para poder hacer frente a los gastos de su vida diaria. Primero fue el oficio de la costura y después el de la encuadernación, de lo cual aún continúan haciendo algún trabajo de manera esporádica.
Pero en 2009 se decantaron por la repostería, un trabajo que además les ha dado muchas alegrías como fue el premio al producto innovador en la Feria de Productos de León de 2017 por sus pastas de queso. «El que fue gerente de la Cooperativa Vega Esla, Jesús María, nos animó a que sacásemos adelante ese producto y le estamos muy agradecidas», explican sin perder de vista el trabajo. Ese galardón supuso para ellas un paso adelante para ganar popularidad y han notado que desde entonces venden mucho más, aunque los meses de mayor ajetreo en el obrador son los previos a la Navidad. «Hay días que hemos llegado a estar aquí trabajando hasta las once de la noche», cuentan. Y este año, junto a ellas, han tenido a Elvira, a Margarita y a Juanita que van desde el pueblo de al lado, Villademor, para echar una mano. «Son nuestras voluntarias y son muy buenas con nosotras porque sabemos que lo hacen de corazón», dicen.
Las pastas de queso son una de las 16 variedades con las que tientan a los clientes las hermanas Jerónimas. Huesos de Fray Escoba, naranjitos, feos de almendra, tarta de Belén, polvorones... y así hasta completar una extensa lista de ‘pecados’ entre los que también se incluyen mermeladas y cremas de queso y de boletus. Los venden en el propio Monasterio pero también acuden con ellos a varias ferias de repostería así como los distribuyen en algunas tiendas de la capital leonesa o en El Corte Inglés de Madrid. «Quien alguna vez viene a comprar dulces, siempre repite», explica sor Dolly orgullosa mientras se mueve como pez en el agua por un obrador impoluto. No puede ser de otra manera, si sus dulces saben a gloria.
La vida en clausura
Las seis hermanas Jerónimas llevan una vida austera más allá del obrador y de ello la única queja que tienen es el frío. «La clausura ya no es lo que era», dicen y es que sienten la reja «como un signo». «La clausura la llevamos dentro», explica sor Natividad. Salen del Monasterio de Toral para el papeleo, para los recados y para los médicos, y para ello cuentan con una furgoneta que les da mucha libertad. Pero sor Gemma reconoce que «cada vez que salimos estamos deseando volver porque nosotras estamos acostumbradas a la tranquilidad, al rezo y al recogimiento; fuera nos cansamos mucho».Natividad, que gusta de la conversación, lamenta que no haya más vocaciones entre la gente joven, lo que hace que la plantilla sea muy reducida ya que en Toral llegaron a ser 13. «Si no vienen más, tendremos que cerrar y eso es una pena», dice. «Necesitamos que la juventud despierte, que oigan la voz de Dios. Nos importa lo que pasa en el mundo, no somos ajenas a lo que sucede. Necesitamos vocaciones porque no se engañen, aquí también tenemos nuestros gozos como los tienen por ejemplo ustedes con sus familias y amigos; nosotras somos una familia», señala, y sor Gemma apostilla: «No somos gente rara, somos gente normal». Por eso tienen abiertas sus puertas para que quien quiera pruebe. «Nadie nos obliga a estar aquí», dicen. Y repiten sonriendo: «Somos muy felices».
Rezan 7 veces al día.
– ¿Pero no serán demasiadas?
– Son pocas. Esto es como cuando tienes un novio, que hablas muchas veces con él a lo largo del día por teléfono, pues la oración es lo mismo pero con Dios, resuelve sor Natividad.
Recogen el azúcar glas que ha quedado sobre la mesa de trabajo tras acabar de empaquetar las pastas de Jerez para preparar la siguiente remesa de ‘tentaciones’ y vuelven a encender Radio María mientras el visitante deja atrás el obrador y la calma que transmiten. Otra vez sonríen mientras dura la despedida. «Y vuelvan cuando quieran».