Nueve años de cárcel es la pena que la Fiscalía pide para un joven que este lunes y martes se sienta en el banquillo de los acusados de la Audiencia Provincial por un delito de agresión sexual. Los hechos ocurrieron el 23 de septiembre de 2023 en un piso del barrio de La Palomera en el que residía el acusado –actualmente en prisión por esta causa– con otros varones, todos ellos solicitantes de asilo, y en el que por norma tenían prohibida la entrada de otras personas.
La víctima, una joven nacida en 2004, aseguró durante el juicio que iba hacia su casa hablando por teléfono con unas amigas cuando notó que una persona la observaba «desde la distancia». Se le acercó y empezó a hablar con ella, pero no entendió su idioma. «Yo estaba a lo mío, al móvil, a la llamada, y él solo decía palabras sueltas en español. No le entendía», dijo. Reconoció que se había aproximado a ella «muy rápido» y que eso hizo que en un primer momento pensara que la conocía.
«No me tocó ni nada, pero me dio miedo que me acompañara a mi casa y decidí acompañarle a él a la suya para asegurarme de que no me siguiera y de que no supiera dónde estaba la mía, porque sí que notaba que quería algo conmigo», respondió durante el juicio. Hasta allí fue de forma «voluntaria», pero cuando llegaron al portal aseguró que se puso «nerviosa». «Me llevó dentro y pensé que igual arriba íbamos a hablar y que no pasaba nada, porque en ningún momento quise nada con él. Ni siquiera me atrae físicamente, pero me quedé bloqueada».
Afirmó que él la tenía «agarrada por el hombro, con un poco de fuerza, aunque no para hacerme daño» y que ya en la habitación la «empujó» hacia la cama, se puso encima de ella y empezó a besarla. Fue un trauma y lo tengo un poco olvidado», apuntó la chica intentando recordar más detalles. Aseguró que él «estaba como tranquilizándome, porque me veía asustada». «Yo no quería nada con él», repitió. Hubo penetración, pero «poco» porque trató de impedírselo cerrando las piernas y en cuanto pudo se colocó la ropa, que tenía subida, y salió de la vivienda «deprisa». Al pasar junto a una pizzería el dueño la escuchó decir mientras caminaba «yo no quería, yo no quería y fue él el que llamó a la Policía».
El acusado, por su parte, señaló que la relación sexual fue «consentida» y que fue después cuando la joven «cogió su bolso y salió llorando», aunque dijo no saber por qué. Declaró que no la conocía, que se encontraron en la calle cuando él iba en patinete y que fue ella la que se acercó a hablar con él. Se entendieron «por gestos» e indicó que ella lo abrazó y que lo «provocaba» para que pasara «algo» entre ellos. Aseguró que entonces fue cuando la llevó a casa y mantuvieron relaciones sexuales «consentidas y dos veces», dijo.
El dueño de la pizzería que auxilió a la chica aseguró que se fijó en ella cuando la vio caminando sola y diciendo «yo no quería, yo no quería». Que vio que llevaba el sujetador «mal puesto» y que también tenía arañazos. Fue entonces cuando le pidió que entrara y le preguntó qué había pasado. «Estaba como borracha, pero sin haber bebido. Como en shock», declaró. Apuntó también que «se quejaba de sus partes íntimas y que decía que le dolían» y la dejó con su hermana y dos clientas y llamó a la Policía, que llegó «en cinco o diez minutos».
Varios de los hombres con los que el acusado compartía el piso también declararon durante el juicio como testigos. Uno de ellos dijo que vio a la chica «temblando» antes de que saliera de la vivienda y que también estaba «medio llorando». Otro señaló que la vio «sudorosa y algo tensa». Respondió que no escuchó ningún tipo de grito, pero sí que la vio «nerviosa», aunque no llorando en ese momento. Uno más declaró que cuando vio a la joven salía «acomodándose la ropa» y que percibió «molestia, discusión y malestar», como ya había declarado anteriormente en el Juzgado. «¿Lo ratifica?», le preguntaron, a lo que respondió un claro «sí». Tampoco percibió que llorara ni que tuviera arañazos, pero sí que tuvo claro que ella estaba «molesta e incómoda».
Además de 9 años de cárcel, la Fiscalía pide que se prohiba al acusado comunicarse o aproximarse a la víctima a menos de 500 metros durante cinco años tras cumplir la condena, libertad vigilada durante ocho años también tras su salida de la cárcel y una indemnización de 12.000 euros.