Hablamos con Andrea López–Tomás por teléfono, justo cuando llega en tren a León para disfrutar de las fiestas patronales de su pueblo, Herreros de Jamuz, inmersa en unas merecidas vacaciones tras unos meses duros de trabajo en la frontera de Gaza. Corresponsal en Oriente Próximo para El Periódico de Cataluña, esta joven periodista está vinculada a la provincia por sus abuelos maternos. Su familia emigró a Cataluña en los años 60, pero cada verano regresan al pueblo en el que aprendió a saber preguntar precisamente escuchando las historias que contaban sus abuelos. Apasionada por el periodismo humano, el feminismo y las historias tras la guerra, Andrea lleva cuatro años en el ojo del huracán, con Beirut como lugar de residencia. Cuando regresa a su pueblo, encuentra la paz que no le da ningún otro lugar del mundo.
– ¿Cómo surgió tu interés por trabajar de corresponsal en Oriente Próximo?
– Siempre había sido mi gran sueño ser corresponsal en Oriente Próximo. Me parece un lugar fascinante y muy cercano a nuestra cultura mediterránea, pero creo que se ha explicado un poco mal en estas décadas, siempre a través de las tragedias, las muertes, los conflictos y la guerra. Eso nos ha hecho ser un poco distantes respecto a lo que sufren allí personas como nosotras. En la carrera empecé a estudiar árabe y en mi universidad había una beca tipo Erasmus con otra de Tel Aviv y lo aproveché. Me costó irme de allí, porque estuve seis meses viviendo entre Tel Aviv y Palestina y luego me fui a Jordania un año más a perfeccionar el árabe. Cuando volví a Barcelona, hice un máster de Género y Comunicación, porque mis dos pasiones siempre han sido Oriente Próximo y feminismos. Luego ya decidí probar suerte como ‘freelance’ y me fui a Beirut, que era una zona que ya conocía. Y ya llevo allí cuatro años. Por suerte, antes de irme hice prácticas en ElPeriódico de Cataluña y, como no tenían a nadie en Oriente Próximo, me fui como colaboradora con ellos. Sigo siendo ‘freelance’, cobro por pieza, pero tengo una estabilidad ahora mismo casi envidiable, y además a veces colaboro con medios de Estados Unidos escribiendo en inglés.
"Las historias que me contaban aquí mis abuelos me han hecho mejor periodista"
– Las autoridades de varios países, entre ellos España, recomiendan a sus ciudadanos que abandonen El Líbano. ¿Cómo estás viviendo esta situación?
– La verdad que con mucha pena, porque El Líbano ha pasado por mucho ya en los últimos años y lo último que le faltaba es una guerra. Creo que también desde fuera se ve como que hay un gran riesgo estando allí. Es cierto que en las últimas semanas la tensión ha aumentado, pero también te das cuenta de eso que caracteriza a los libaneses, ese ‘carpe diem’ de seguir con su vida y vivirla al máximo a pesar de que hay guerra en el sur del país. Realmente es inspirador. Yo ahora me he ido porque tenía mis vacaciones, pero también me sabía mal dejar el país en el momento en el que lo está pasando mal. Nosotros tenemos el privilegio de coger nuestro pasaporte e irnos, pero si realmente pasara algo en El Líbano a mí me gustaría estar allí, para informar de lo que está ocurriendo, pero también para acompañar al pueblo libanés que recibe a todo el que viene con los brazos abiertos y que a mí me ha dado una vida y un hogar.
– ¿Un corresponsal se involucra tanto con el país en el que trabaja que lo termina sintiendo como propio?
– Sí, sobre todo en el caso del Líbano. En los últimos años ha habido una crisis económica muy grave y muchos problemas de servicios, como cortes de electricidad, y eso lo sufre el libanés y la corresponsal. Igual el medio te paga los gastos, pero yo soy ‘freelance’ y esa precariedad también la sufro. Otro ejemplo de precariedad es que, cuando llegó la guerra de Ucrania, de repente el Oriente Próximo se olvidó y fueron meses duros para las personas que estábamos allí cubriendo la actualidad, porque dejó de entrar nada en los medios. Ahí te das cuenta de la crueldad con ciertos lugares del ciclo informativo, porque en ese lugar del mundo siguen pasando cosas muy trágicas, pero el mundo ahora estaba centrado en Ucrania.
– ¿Cómo lográis entonces ‘vender’ la información a los medios de aquí?
– Ahora mismo te lo compran todo, desde que comenzó la guerra en Gaza. Lo que sí es difícil es que entren o interesen temas que no son trágicos. Venden más los temas poco trabajados, porque en la actualidad vivimos pendientes del ‘breaking news’, de sacar noticias constantemente. Los reportajes trabajados muchas veces no tienen espacio y no te vale la pena a nivel del esfuerzo realizado y la recompensa. Y eso también implica ciertos debates morales, que tenemos siempre y más ahora con la guerra de Gaza, porque es muy difícil salir del tipo de información en forma de cifras o voces y organizaciones externas, y no la gente directa que está sufriendo la guerra, porque Israel no nos deja estar allí. Algunas de las fuentes que yo tenía dejan de contestar, no sabes si siguen vivas o han muerto. Está siendo muy complicado poder informar bien y sin dejarte la salud. Hacemos un ejercicio de activismo de ‘tenemos que seguir hablando’, porque si ayer hubo un ataque contra una escuela no significa que, si hoy ha habido otro, lo ignoremos. Sientes soledad en esa insistencia a la hora de informar, porque no hay una red de apoyo al corresponsal, que está solo allí. A veces compartimos gastos entre compañeros para desplazarnos de un sitio a otro, pero al final sobre el terreno eres una mujer orquesta, tienes que hacer las entrevistas, las fotos, la producción, la traducción...
"La gran traba es que estamos informando sobre una guerra contra Gaza sin poder entrar en Gaza"
– ¿Cuáles son las principales trabas que te ponen en el lugar de trabajo?
– La gran traba en estos meses es que estamos informando sobre una guerra contra Gaza sin poder entrar en Gaza. Más allá de estas dificultades no he tenido muchos problemas. El momento en el que está ElLíbano, un poco caótico, nos beneficia a los periodistas para informar, porque te vas colando. Cuando estuve en Israel a partir del 7 de octubre, no había problemas para informar dentro del país, pero para acudir a las zonas atacadas por Hamás tenías que ir con la oficina de prensa del Gobierno, lo que ya implica unos límites, porque ellos deciden con quién hablas. Estos últimos meses ha sido un ejercicio de discernir qué es propaganda y qué es información, porque a veces los medios pecamos de dar por bueno lo que dice Israel, cuando es un estado que tiene parte en esta guerra y por tanto un interés. Hay toda una maquinaria de propaganda detrás y hemos tenido que separar el grano de la paja. Luego hay cosas que no puedes publicar y también autocensura, porque para poder seguir haciendo tu trabajo algunas cosas debes apartarlas para poder seguir en el país.
– ¿Cómo vive tu familia el hecho de tenerte allí en lugar con conflictos?
– Lo viven con un poco de miedo, pero tengo la suerte de que mis padres y mi hermana han podido venir a verme a los lugares en que he vivido y han podido ver que no todo es tan dramático como suena. Vinieron antes de la guerra y ahora no es la misma situación, pero pudieron ver que Beirut es una ciudad muy viva y con mucha cultura y vida nocturna y no tanto ese foco de violencia y terrorismo que se puede ver desde fuera.
– Aparte del trabajo, ¿está siendo una buena experiencia en lo personal?
– Beirut es una ciudad vibrante, con muchas cosas para hacer. He aprendido a bailar danza del vientre, conoces a gente de muchos lugares del mundo... Es la parte positiva de Beirut, porque puedes trabajar como periodista pero también tener una vida. Cada fin de semana voy a la playa, como iría aquí en Cataluña. En mis redes comparto fotos del Líbano que sorprenden a la gente. Es mi pequeño activismo, mostrar la otra parte del Líbano que no me dejan contar en los medios. Hay gente que me ha dicho que quiere ir al Líbano gracias a mis fotos. Es mi manera de darle al país todo lo que me ha dado y me siento útil. A mi pareja la conocí allí, también es ‘freelance’, de Barcelona, y nos ayudamos bastante. Él y yo tenemos además un podcast, con el que queremos crear puentes a ambas orillas del Mediterráneo y hemos hablado ya de moda, de feminismos, de libertad sexual... Esas historias que no nos compran los medios tradicionales.
– ¿Y dónde crees que trabajará la Andrea del futuro?
– Mi idea es seguir más en El Líbano. No sé hasta cuándo, porque en algún momento me gustaría cumplir mi sueño de ser corresponsal en Jerusalén... Pero bueno, ahora he estado viviendo allí tres meses, cuando comenzó la guerra, y me ha hecho valorar las cosas buenas de Beirut, porque vivir en Jerusalén sí que tiene más dificultades morales, porque allí gran parte de la población defiende las matanzas diarias de palestinos. Eso me cuesta, también quiero estar en paz conmigo misma. Jerusalén estará en un futuro, pero aún me quedan muchas cosas que contar y descubrir en El Líbano.
– ¿Recomiendas ser corresponsal?
– Siempre. A veces desde las universidades te desaniman y te dicen que no vas a encontrar trabajo y sí, es difícil, pero te tienes que armar de ambición y vocación. Cuando se puede hacer bien, es un gusto. Pero sí hay mucha precariedad y, si no tuviéramos pasión, ya lo habríamos dejado. Hay compañeras que me dicen que ya no pueden más, porque quieren un horario de 9 a 5 como ven que tienen sus amigos o porque quieren tener hijos.
– ¿Qué supone para ti pasar los veranos en León con tu familia?
– Mi pueblo, Herreros de Jamuz, ha sido el lugar en el que he aprendido a escuchar, escuchando las historias de mis abuelos. Aquí me siento en casa y quiero observar y atrapar todos los rincones, que al final en la vida intensa de Barcelona o Beirut me falta esa paz que me trae mi pueblo, mis orígenes y mi familia. Soy mejor periodista gracias a las historias que me contaban mis abuelos, gracias a ellos aprendí a hacer entrevistas, a saber escuchar y a saber preguntar por los detalles. Mis veranos han sido eso, escuchar a mis abuelos y verles en el lugar que les ha visto crecer. Aunque ellos vivan en Cataluña, vuelven cada verano y ese amor por los orígenes nos lo han contagiado a mi hermana y a mí, para poder ir por el mundo diciendo que soy catalana y leonesa